Fecha de publicación: 15/05/15
Fecha de terminación: --/--/--
Prologo
—Let me die.
''Jamás llegaras a entender cuando me veas llorar''
Hace unos meses su vida era tan brillante como el Sol en verano, y ahora
era tan opaca como el cielo en invierno. Era otoño, las hojas caían, viejas,
secas, y Paula quería caerse con ellas. Las calles de Londres eran solitarias,
frías, y peligrosas a esa hora, pero a ella no le importaba. El viento recorría
las calles llevando hojas, basura, y demás cosas tiradas… Paula iba contra el
aire, su pelo, despeinado, no le molestaba, y caminaba con firmeza porque el
viento era fuerte.
En ese mismo momento pensó en que, si un auto pasara no le importaría
que este le atropellara. Quería morir, no sentía la necesidad de seguir
respirando… Levantó una manga de su cazadora, y observó sus cicatrices, sus
marcas, la única forma de sentirse satisfecha, conforme con su cuerpo, y con
ella misma. Las acarició como si fuera terciopelo, no era suave, las tocó como
si fueran importantes…
A lo lejos, vio una luz… Una luz de un autobús, pensó en porqué no
aprovechar la oportunidad que la muerte le estaba dando, caminó hacia la mitad
de la calle, se paró enfrente de este, y esperó a que la atropellará, el mismo
tocó la bocina, y cuando sentía la adrenalina correr por sus venas, alguien
tiró de ella para que cayera en la acera, al abrir los ojos, y ver el mundo, no
estuvo feliz. Un chico, yacía a su lado, él la había salvado de su propio
suicidio.
Conocía esa melena castaña, esa nariz respingada, y ese pequeño lunar en
la mejilla derecha. Giró la cabeza, y se dio cuenta de que Martina le miraba
con el ceño fruncido… Iba a hablar, pero esta se paró, y empezó a caminar por
el mismo lugar donde antes.
— ¡Paula! —Exclamó, y corrió a su lado tomando de su muñeca por debajo
de la cazadora.
— ¿Por qué me salvaste?
—Paula… ¿Querías que te atropellara el autobús? —Frunció la ceja, y
agarró con fuerza su muñeca, la acarició. En ese momento, sintió un relieve en
esta, Paula elevó la vista, y él subió la cazadora hasta su codo.
— ¿Desde cuándo te lastimas a ti misma? —Su cara de horror, espanto, y
asombro fue molesta para Paula.
—Desde el día que empezaste a llamarme fea. —Sus ojos se nublaron, el
chico sintió un nudo en su garganta.
Abrió la boca para hablar pero, Paula no se lo permitió, llevó su otra
mano al aire y la movió en señal de no. Sacó la mano del moreno de su muñeca, y
comenzó a alejarse.
— ¡Puedo ayudarte! —Gritó este, Paula se detuvo en seco, dio media
vuelta, y se colocó justo en frente de él.
—Pedro… Déjame morir. —Susurró observando los ojos del chico que le
miraban con pena, pura pena.
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Sigue →
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