Capítulo diez. –Let me die.
''Quédate un momento así, no mires hacia mí, que no podre aguantar si
clavas tu mirada''
Apenas salieron del Instituto, caminaron al auto de Diego y cuando Paula
abrió la puerta trasera para subir un brazo se apoyó en el techo del auto. Ella
levantó la cabeza, y se encontró con Sandy que le miró con superioridad, llegó Pedro
a su lado, y le besó el cuello dejándole una marca. Paula bajó la cabeza, e
intentó subir al auto pero, Sandy tiró de su hombro para que eso no pasara.
Abrió la boca para decir algo pero, al escuchar una puerta cerrarse
giraron hacia la derecha, y vieron a Diego parado apoyado contra el auto,
mirándoles fijamente. Su mirada era firme, y dura.
Paula sonrió de lado, y miró a el hermano de su amiga, este sonrió pero
sin quitar la vista de Sandy y Pedro.
Ella le miró coqueta, y le habló:
— ¿Eres su novio? —Enarcó una ceja en forma de broma.
Diego negó con la cabeza.
—Te mereces a alguien mejor, y a alguien… que por lo menos tenga un poco
de belleza. —Señaló a Paula e hizo una mueca con la boca.
La castaña bajó la cabeza.
Le dolió.
—Créeme, Paula es mucho más bella que tú… —Dijo Diego, y caminó al lado
de Paula, la ayudó a entrar y cerró la puerta del auto.
El resto del viaje fue en completo silencio, la mirada de Paula
permanecía quieta en el espejo delantero, y miraba hacia donde iban. Miró hacia
el espejo retrovisor que estaba pegado en el techo, y descubrió al chico
mirándole, desvió la vista en el segundo que ella lo notó. Sus mejillas tomaron
un color carmesí.
Emma dio media vuelta la cabeza, mirando a Paula.
— ¿Qué pasó? —Le señaló la cara. Y Paula no entiendo. — ¡Estas
sonrojada!
Diego rió, y la volvió a mirar a través del espejo.
Paula le miró, y sus mejillas ardieron. Mordió su labio, nerviosa.
Emma enarcó una ceja, miró a su amiga, y luego a su hermano.
Abrió la boca, la cerró, y los señaló.
Sonrió, y le guiñó un ojo a Paula.
—Solo voy a decir que, no me metan en el medio de nada. —Emma sonrió, y
le golpeó en el hombro a su hermano para después, sonreír abiertamente.
{…}
Fueron a casa de Emma, y Paula como era la invitada se ofreció a
preparar el almuerzo. Era muy buena preparando pizzas, y eso era lo que haría.
Emma fue a tomar un baño, y dejó a su amiga con su querido hermano.
Paula preparaba la masa de las pizzas cuando sintió una presencia en la
cocina, pensó en Emma y se dio media vuelta.
—No pensé que… —Se interrumpió a si misma cuando vio que era Diego.
— ¿Qué cosa no pensaste? —Se rió.
—Pensé que eras Emma, y que ya había terminado de bañarse.
Diego tomó un vaso de la mesada, abrió la nevera, y sacó una caja de
zumo de naranja. Le ofreció a Paula pero, ella se negó.
—Emma tarda horas en bañarse.
Una sonrisa se expandió en la cara de Paula.
Diego caminó hasta ella, y se le paró justo en frente.
Observó su cara detenidamente, y pasó una mano por su mejilla, y otra
por su frente.
Paula sintió un escalofrío recorriendo toda su espina dorsal.
—Tenías la cara llena de harina. —Dijo, y mordió su labio.
Paula se quedó quieta como una estatua mirando sus ojos.
Algo que siempre le atraía sobre chicos eran sus ojos, y su sonrisa. Eso
siempre sumaba puntos, pero la personalidad siempre estaba primera… Y la de
Diego era perfecta.
Diego acomodó su pelo, y queriendo salir de ese momento incómodo, ayudó
a Paula a terminar los bollos de la masa para el almuerzo.
—La chica que hoy te molestó… ¿Era Sandy? —Preguntó Diego mirando a Paula
de reojo.
—Sí.
Diego suspiró, y bufó.
—Sabes que todo lo que dijo es mentira, ¿no? —Dejó todo en la mesa, y se
giró para poder mirarla bien.
—Diego…
—No, déjame… Ella, ha de ser una de las personas que te lastimaron. —Le
acarició la cara con ternura. —Y una, de las que siempre te molestan y te
insultan… Pero, ¿sabes? Eres mucho más hermosa que ella, y tu personalidad es
mejor que Sandy… No es necesario conocerte desde siempre para saberlo. —Le
sonrió, y Paula cerró los ojos, analizando lo que le había dicho.
Nunca nadie, bueno… Nunca un chico, le había dicho cosa tan preciosa.
Negó a las lágrimas que ardían en sus ojos a salir, y cuando los abrió,
veía borroso.
Una lágrima rebelde cayó y Diego la secó con su pulgar.
—No llores.
—Gracias.
Paula abrazó a Diego por el cuello, y sintió los brazos de él
agarrándole la cintura con delicadeza, y apretando sus labios contra su hombro.
Le acarició el pelo del cráneo, y con dificultad se separó de él.
Cuando lo hicieron, quedaron a pocos centímetros.
Emma tosió, y ambos se separaron.
—Estoy aquí desde que él dijo que le parecías hermosa. —Emma señaló a su
hermano, y luego, a su amiga. —Fue como en las películas… Siempre alguien
arruina el momento del beso.
—No íbamos a besarnos. —Dijeron al unísono.
—Y en las películas o novelas siempre dicen eso. —Tomó una manzana, y le
dio un mordisco.
—Emma…
— ¿Qué? —Sonrió. —Yo sé lo que vi, y ustedes… Se llevan mejor de lo que
yo pensé.
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Sigue →
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