Capítulo cuatro. –Let me die.
“Tu amor me hace daño y esto no puedes ya arreglarlo”
Para su sorpresa, al llegar a su casa, vio el auto de su padre en la
entrada del garaje, estacionado.
Se quejó en voz baja, y cruzó la calle para ir al porche, entró.
Su padre no estaba en la sala y así, en silencio, caminó hacia la
escalera, estaba a punto de llegar arriba cuando sintió la voz de Miguel a su
espalda.
Refunfuño en silencio, y no se dio media vuelta para observarle. Se
quedaría así hasta llegar al baño, y maquillarse la mejilla.
Esta estaba colorada, y eso pasó hace más de tres horas. Así que, Paula
supuso que le duraría unos días.
— ¿Pau? Cielo, hola. —Dijo su padre al borde la escalera.
—Hola pa, ¿cómo estás? —Siguió subiendo las mismas hasta llegar al piso
superior.
—Bien, ¿y tú? No escuché la puerta cuando entraste.
—Entre rápido, y como no te vi en la sala pensé que estabas en la
habitación.
— ¿Te encuentras bien, Paula? —Empezó a subir los escalones.
Paula corrió a su habitación sin responder, cerró con llave la puerta
para que no entrara su padre. Todas las noches hacía lo mismo porque, no quería
que él entrara cuando ella dormía para ver si se lastimaba a sí misma.
Miguel tocó a la puerta, y Paula pensó en una excusa pero su mente
estaba vacía.
— ¿Qué sucede? —Preguntó detrás de esta.
—Es que… Me dieron ganas de vomitar, lo siento.
Abrió la puerta de la habitación, y corrió al baño, cerró esta con
llave, buscó sus maquillajes. Entre las sombras, pintalabios y demás cosas que
nunca usó, encontró la base.
Se la esparció por la mejilla, esta le dolía pero no importaba
realmente.
Al cabo de unos minutos, esta tenía su color natural.
Salió del baño, y su padre estaba parado frente a la cama esperando que
Paula saliera del baño, cuando le vio, caminó despacio hacia ella quien tenía
una mano en el estómago intentando interpretar que le dolía aunque, lo que le
dolía era ese moretón en la mejilla.
—Comí un sándwich en el Instituto que me cayó mal. —Explicó y caminó a
la cama para acostarse en ella.
—Oh, bueno, te prepararé algo para almorzar que sea bueno para estas
situaciones, y Paula… ¿Por qué tienes algo morado ahí? —Le señaló una parte del
cuello.
Maldijo en forma tan baja que casi ni movió los labios, y cerró los ojos
para calmarse. Era buena con las excusas, y ahora debía poder obtener una de su
pequeña mente.
—Estaba en el receso cuando, caminaba por el pasillo y una puerta me
chocó.
Su padre frunció el entrecejo.
— ¿Cómo te va a lastimar el cuello?
—Porque yo miraba hacia el techo, en este había una frase que decía algo
como “Los profesores apestan” “La escuela es una mierda”, entonces… —Explicó, y
su padre asintió con la cabeza. Caminó donde ella y le besó la nuca.
—Vale, debes tener más cuidado.
Y Paula solo asintió con la cabeza.
Debía mentir muy seguido porque cuando no dice la verdad para que si lo
hiciera. Sabía cómo emplear cada palabra para que esta pareciera que fuera
verdad.
Cuando Paula se fue de la habitación, Paula se levantó y caminó hacia el
tocador, había dejado todo esparcido por el piso por el nerviosismo que tuvo
para buscar el maquillaje.
Lo recogió todo y lo acomodó en una pequeña bolsa rosa con flores
violetas. Al pararse, vio en su cuello la lastimadura que no había notado
antes. La tocó, y la apretó, dolía, dolía mucho, era como si fueran muchas
abejas picándole en el mismo lugar.
{…}
Cuando su padre se fue, ella recién había empezado a almorzar. Esperó
unos minutos por si volvía a buscar algo que capaz se hubiera olvidado, y
cuando no fue así, tiró la comida a la basura, su madre le mataría pero,
verdaderamente no tenía ganas de comer.
Prendió la televisión y había una película, “cyberbully”. Al ver el
nombre de la misma, esta le llamó la atención, recién empezaba…
Alguien llamó a la puerta, corrió hacia esta, y la abrió.
Sandy.
Su mano empezó a temblar.
Tenía miedo.
Esta entró a la casa seguida por sus dos amigas que Paula pensaba que
eran dos clones de ella pero, sin cerebro porque solo asentían con la cabeza,
sonreían y comían chicles.
—Tu casa es linda. —Sonrió y junto sus manos.
— ¿Qué haces aquí? —Aún seguía en la puerta, que estaba abierta.
—Venga, solo quiero hablar contigo.
Paula se quedó quieta, no movió ni un pelo. Sandy hizo un gesto con la
cabeza, y sus clones caminaron donde ella, cerraron la puerta, la tomaron de
los brazos, y la pusieron justo enfrente de Sandy. Ella le tomó por el cabello,
y le pegó en la misma mejilla de antes.
— ¿No vas a hacerme caso, nena? —Le susurró en el oído entre dientes.
Volvió a tirarle del pelo, y la empujó contra la pared más cerca que
tuvo.
Solo fueron a su casa para pegarle.
Paula sintió como si cabeza golpeaba contra la pared, y luego contra el
piso, ya que con tanto impactó se tiró al mismo, se quejó mentalmente, y mandó
al carajo a Sandy.
— ¿Quieres decirme algo, Paula?
Le preguntó ya que, vio que ella le miraba con la ceja fruncida.
Estaba molesta, enojada, sacada pero, lo peor de todo estaba herida.
Sandy se sentó en el sillón enfrente de ella con las piernas cruzadas, y
le sonrió.
—Una chica hoy me preguntó qué te había hecho… ¿Entendiste cuando te
dije que no hablaras o debo decírtelo de nuevo? —Frunció los labios, y se paró
del sofá.
Fue donde Paula, y le pegó con su pie en medio del estómago, tan solo
una vez porque dijo que no quería verla sufrir tanto.
La castaña estaba a punto de agarrar un cuchillo, y clavárselo a ella
misma en el pecho pero, no, no podía dejar que Sandy sintiera esa satisfacción
de verla morir.
— ¿Qué te he hecho? —Preguntó casi sin voz.
—Vives, sólo eso es una razón por la cual deba maltratarte.
{…}
Paula después de esa inesperada visita, sintió su mundo caerse a sus
pies. El piso del baño era rojo, había gotas de sangre por todo, se había
sacado todo el maquillaje.
Tenía moretones por toda la cara, tenía cortaduras por todo el cuerpo,
tenía el alma rota en dos, pero a pesar de todo el daño que recibía… No podía
morir, ojalá si ella se matara su padre pudiera entender que no era feliz, pero
haría eso infeliz a él, y Paula no deseaba verle de tal manera.
Se tiró en la cama con un pijama que le cubría toda, y se acurrucó entre
las sabanas, y lloró, lloró, lloró toda la noche, se insultó a si misma toda la
noche, y tuvo ganas de tirarse por la ventana… ¿Quién quería vivir así el resto
de su vida? ¿Quién quería ser indefensa, vulnerable, fea, y antisocial el resto
de su vida? De una manera u otra, Paula iba a morir, ahora, mañana o en unos
años.
A eso de las diez de la noche, se levantó y caminó hacia su habitación,
esta tenía un hermoso balcón blanco. Abrió las ventanas y la luz que entró, le
cegó por un segundo.
El cielo estaba brillante, y el viento de esa noche era realmente
fuerte, hacía mucho frío pero realmente no importaba.
Se sentó en la barandilla con los pies para la calle. Si hacía un
movimiento inadecuado, o si alguien la empujaba por atrás, caería, y se
lastimaría más de lo que ya está.
Empezó a llorar, pensó en que se podría tirar accidentalmente.
No era la primera vez que se sentaba en el mismo lugar a mirar las
estrellas, la hacía sentir más cerca de su madre. Sabía que una de esas tantas
luces brillantes del cielo, era su mamá, o le gustaba pensar eso.
Sintió pasos debajo de ella.
Agachó la cabeza, y estaba Pedro ahí.
— ¡¿Qué estás haciendo?! —Le gritó desde abajo.
« ¿Qué hace aquí? »
— ¡Vete! —Le gritó con las pocas fuerzas que tenía.
— ¿Vas a suicidarte?
« Si, algún día. »
—No. ¿Y qué diablos te importa a ti?
No le debería responder a él, solo iría con un rumor falso diciendo que
la vio a punto de tirarse del balcón de su casa porque no soportaba nada de lo
que le pasaba, y quería matarse.
Bufó, y se dio media vuelta, bajando de la barandilla. Cuando giró la
cabeza, Pedro ya no estaba. Cerró las dos puertas de vidrio, y salió de la
pieza de su padre.
Cuando estaba caminando por el pasillo hacia su habitación, vio a Pedro
entrar en su casa.
« ¿También vas a lastimarme? » Preguntó en su mente hacia ella misma
como si sus pensamientos fueran a llegar a él.
« Debería hacerlo, Paula. »
Su mente como siempre le tiraba abajo, lastimándola más.
— ¡¿Qué diablos haces entrando en una casa ajena?!
—Lo siento, te vi y pensé que ibas a matarte. —Le respondió. Frunció el
ceño. — ¿Qué te pasó en… la cara?
—Vete, vete ahora mismo. —Señaló hacia la puerta.
Paula subió las escaleras hacia ella, y le tomó la cara entre las manos,
examinándola. Paula se quedó quieta mirándole a los ojos, sentía su cuerpo
temblar.
Él la soltó de golpe, y Paula se alejó.
Le dolió.
— ¿Quién te hizo esto?
Paula se quedó perpleja.
— ¿Te importa
realmente o vas a ir por todo el Instituto a decir que me lastimaron? ¿Puedes
irte? No te importo, ni quiero hacerlo así que deja de hacerte el bueno. —Le
respondió, y le empujó por el pecho. —Vete con tus amigos, vete con tu maldita
novia, ve a hacerle daño a otra persona, ve a criticar a toda persona, ve a
desgarrar a otra gente por dentro, ¡Déjame en paz! —Le gritó, y sus ojos se
pusieron brillosos.
Pedro solo le
miró, los labios se le formaron una pequeña línea y se dio media vuelta sin
decir nada, y al cerrar la puerta, lo hizo con fuerza.
Paula se dejó
caer en el piso, estaba muy mal, se sentía mal.
No quería que
ahora él le contara esto a Sandy, y ella solo quisiera venir a pegarle.
Estaba harta.
Se preguntó si
esto siempre sería así… Si siempre iba a sentir que su corazón se rompía cada
vez que se lastimaba, cada vez que… trataba de matarse.
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Sigue →
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