“Tienes que ser como
un globo, Tienes que volar en libertad, como si solo fueras tú y el aire. Los
problemas tienen que quedarse fuera de tu cabeza. Debes ir, explorar, conocer
siempre estando libre porque eres una persona y mereces eso”
Paula no entendía por qué la vida era tan injusta. Nunca le había hecho nada a Sandy y sin embargo, ella le molestaba. Nunca le había hecho nada a su padre y él le mentía.
Estaba dentro de una habitación con Pedro en uno de esos hoteles para
una sola noche en medio de la ruta, Paula se encontraba sentada en la cama, y
los brazos del chico le rodean por todo su cuerpo, dándole protección.
Se sentía mal por dos cosas: su padre le había mentido, había
contratados a dos chicos para que le hicieran vivir la típica vida adolescente
que toda chica quiere disfrutar y después, estaba Pedro.
Él, desde hace poco, le había empezado a tratar bien y de vez en cuando
hablaba con Pau en los pasillos o sala del Instituto, le tomó aprecio, y Paula
le trataba mal… Pedro está con la castaña en ese momento, haciéndola sentir que
no está sola, y la sensación de arrepentimiento formó un nudo en su garganta.
—Perdón. —Dijo Paula saliendo del pecho de Pedro.
— ¿Por qué? —Él frunció el ceño, bajando la cabeza hacia ella. Era mucho
más petisa que Pedro.
Paula se quedó callada pensando en sí decirle o no, no quería que él
supiera que le tenía una pizca de cariño. Era raro: nunca habían sido amigos, y
él le trató mal, y después Pedro se unió a lo que era la amistad de Emma y Paula…
Un pensamiento atravesó su cabeza: ¿Él también era otra mentira? ¿Era el otro
proyecto de Miguel? Observó sus ojos, y luego su expresión. No sospechó de Pedro
pero realmente no podía confiar en nadie… La vida está llena de gente que
siempre te va a lastimar, y no importa lo que trates de hacer para evitarlo,
las cosas hirientes que te escupen las personas o tú misma siempre quedan
rebotando en la cabeza como si fuera una pelota de futbol. Recordó una frase que
su madre siempre le decía antes de ir a dormir pero, ella era tan pequeña que
nunca la entendió, y ahora se había detenido a pensarla.
“Tienes que ser como un globo, Paula… Tienes que volar en libertad, como
si solo fueras tú y el aire. Los problemas tienen que quedarse fuera de tu
cabeza. Debes ir, explorar, conocer siempre estando libre porque eres una
persona y mereces eso.”
Se había quedado en silencio por unos minutos, y Pedro permanecía
sentado mirándole. Cuando volvió a la realidad, él seguía de la misma manera
que antes. No le respondió la pregunta que le había hecho, quería saber si todo
lo que hacía era porque su padre lo había contratado o si de verdad lo hacía
porque, de algún modo, le importaba.
—Respóndeme algo con toda la sinceridad, ¿vale? —Le dijo ella
levantándose de la cama.
Empezó a caminar alrededor de la pequeña habitación, se sentía
asfixiada, abrió la ventana y dejó correr el aire. Pedro soltó una risa.
—Suéltalo.
— ¿Mi padre te pagó o algo para que tú te acerques a mí?
Pedro arrugó la frente, y juntó sus cejas sorprendido por la pregunta
que había escuchado. Se pasó una mano por el pelo, y siguió de la misma manera.
Negó con la cabeza. Paula pensó en que, tal vez, era muy buen actor pero, una
parte de ella confiaba en que eso no había pasado pero la otra le gritaba que
sí.
— ¿Por qué lo preguntas, Paula? —Dijo en una voz muy suave como el
terciopelo.
Enfrentó sus ojos contra los de él. No debería contarle, ella todavía no
lo aceptaba del todo porque, o sea, su padre le había mentido y a las personas
que les confío lo que les estaba pasando solo la vieron como un proyecto para
poder ganar dinero fácil. Solo tenían que fingir que les importaba, tenían que
decir cosas bonitas, tenían que animarla a vivir la vida cuando Paula no quería
eso.
La vida era una mierda.
Caminó hasta la ventana y recostó sus brazos en el picaporte blanco que
poseía para ser decorado, aunque digamos que no era muy lindo, sólo era un
lugar para quedarse por un día y luego, conseguir un apartamento o solo volver
a la casa.
Minutos después, escuchó pasos de alguien acercarse, sabía que era Pedro
porque era la única persona ahí mismo con ella. Se apoyó contra la ventana, que
era amplia, y le volvió a preguntar por qué le preguntó eso. Paula hacía sus
esfuerzos para no llorar cuando pensaba eso, como necesitaba a su madre en este
momento, capaz si ella todavía siguiera viva, nada de esto estuviera pasando…
Ella era el ángel alegre de la familia, siempre iba a hacer eso.
Y como siempre, las lágrimas caían por sus mejillas empapando su cara,
no hizo nada para que estas se fueran de la misma. Pedro metió las manos en sus
bolsillos, y le miró.
Paula abrió la boca para hablar, y se giró para ver la cara de Pedro, en sus ojos vio que no sabía qué hacer con todo esto, al parecer era la primera vez que veía llorar a una chica de esta manera y también, vio pena. Era lo último que la gente sintiera por ella: pena.
Paula abrió la boca para hablar, y se giró para ver la cara de Pedro, en sus ojos vio que no sabía qué hacer con todo esto, al parecer era la primera vez que veía llorar a una chica de esta manera y también, vio pena. Era lo último que la gente sintiera por ella: pena.
Todos siempre sentían pena, pena, y pena.
—No sientas pena.
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