Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

sábado, 30 de mayo de 2015

Novela Let Me Die - Capítulo 13

Capítulo trece. –Let me die.

''Eres débil, los insultos cada vez destruyen más, pero el sentirme invisible a tus ojos es más doloroso, aun viéndome sufrir eres igual.

No sabía cuánto tiempo debía aguantar esto: lágrimas, marcas, la sangre corriendo por su muñeca, las sonrisas fingidas cerca de su padre, el maquillaje cubriéndole los moretones, las blusas rotas, y el deseo de morir cada segundo.

Paula entraba por la puerta, después de terminar su cita con Diego, no había nadie en la casa, estaba sola, como siempre.

Diego le había sacado una sonrisa, y le había hecho olvidar la tristeza que permanecía en su interior. Tenía ganas de llorar, llorar, y llorar, no sabía cuál era la razón exacta a todo eso pero, pensó que podría hacer todo lo que le había pasado en el último mes.

Abrió la puerta de la habitación de su padre, y caminó hacia el balcón. Volvió a sentarse sobre la baranda mientras el viento frío de Londres chocaba contra sus brazos descubiertos…

Una lágrima, dos lágrimas, tres, cuatro… Y así, empezaron a caer sucesivamente, no limpió sus ojos, quería descargar todo lo que tenía acumulado, y siento ganas… Siento la necesidad de desquitarse con ella misma, mordió su labio para que pasaran las ansias pero, no fue así. Corrió al baño de su habitación, entre uno de los tantos cajones sacó una de esas pequeñas navajas, y su mano empezó a temblar.

La navaja cayó al piso chocando contra el mismo, rebotó dos veces hasta quedar intacta en el suelo, se puso en cuclillas para poder recogerla pero un pie se encargó de taparla.

Tragó gordo, alzó la vista para ver a la persona enfrente a ella.

Su amiga estaba parada ahí mismo con una bufanda, guantes, gorros, y con la nariz roja, estaba enferma.

Emma frunció sus cejas cuando se agachó, y tomó lo que había escondido debajo de la suela de su zapato, lo examinó y lo guardó en el bolsillo de su cazadora, luego lo tiraría en algún basurero de la calle.

— ¿Qué pensabas hacer, Paula?

La cabeza de Paula estaba recostada en el hombro de Emma, mientras lloraba. Su nariz estaba igual de roja que la de su amiga. En ese momento fue cuando, Paula agradeció tener una amiga como Emma para que la ayudara, y la escuchara siempre y cuando lo necesitase. Sorbió los mocos, y se acomodó en el sillón levantando la cabeza. Tenía un saco de lana que era demasiado fino para ese tipo de clima pero, era cómodo.

El silencio se apoderó de toda la habitación, y Paula bajó la cabeza levantando una manga de su cazadora, y acarició sus cicatrices.

—Hace una semana, dejé de cortarme pero… es una adicción. —Rió levemente para sus adentros, y negó con la cabeza para que sus lágrimas se quedaran ahí, y no salieran. —No puedo explicar… Mi… Sé que piensas que estoy loca. —Mordió su labio, y las lágrimas empezaron a caer. —Sé qué piensas que necesito ir a rehabilitación o que tengo que buscar a alguien que me ayude… Pero, nadie puede sanar el dolor que tengo internamente.

Sollozó, y desvió su mirada hacia el frente.

—Podré decir que esa persona me ha ayudado pero, realmente estaré pensando que sigo siendo la misma que hace tiempo atrás. —Su voz se cortó. —No sé por qué tuve que tener esta vida… Es una mierda.

Emma no le vio cuando hablaba ni en ese momento. Su vista seguía rígida en la alfombra de color carmesí, que yacía bajo sus pies.

—No digas eso. —Pidió Emma cerrando sus ojos.

Paula bufó molesta, y bajó una pierna del sillón, y cerró sus brazos sobre su pecho.

—Métete en mi vida un segundo, Emma… Vas a entender por qué la odio.

— ¡Paula! Estuve en tu maldita posición. —Le dijo mirándole fijamente. — ¡Pasé por la misma mierda que ti! Entiendo que es lo que piensas cada día… —Sus ojos se nublaron. —Sé que cada vez te repites que mereces morir porque, no vales la pena.

No pudo soportar la mirada intensa de Emma sobre ella, y salió de la sala por la puerta. Agarró las llaves, otra cazadora que estaba en la entrada y salió a caminar en medio de la noche, necesitaba pensar, y relajarse.

Cuando estaba nerviosa, y sentía que se debilitaba internamente, necesitaba tranquilizarse para poder actuar sobre algo, y esta era una de las primeras veces que hacia lo correcto, pero aun así, las ganas de suicidarse aumentaron…

{…}

Hace unos meses su vida era tan brillante como el Sol en verano, y ahora era tan opaca como el cielo en invierno. Era otoño, las hojas caían, viejas, secas, y Paula quería caerse con ellas. Las calles de Londres eran solitarias, frías, y peligrosas a esa hora, pero a ella no le importaba. El viento recorría las calles llevando hojas, basura, y demás cosas tiradas… Paula iba contra el aire, su pelo, despeinado, no le molestaba, y caminaba con firmeza porque el viento era fuerte.

En ese mismo momento pensó en que, si un auto pasara no le importaría que este le atropellara. Quería morir, no sentía la necesidad de seguir respirando… Levantó una manga de su cazadora, y observó sus cicatrices, sus marcas, la única forma de sentirse satisfecha, conforme con su cuerpo, y con ella misma. Las acarició como si fuera terciopelo, no era suave, las tocó como si fueran importantes…

A lo lejos, vio una luz… Una luz de un autobús, pensó en porqué no aprovechar la oportunidad que la muerte le estaba dando, caminó hacia la mitad de la calle, se paró enfrente de este, y esperó a que la atropellará, el mismo tocó la bocina, y cuando sentía la adrenalina correr por sus venas, alguien tiró de ella para que cayera en la acera, al abrir los ojos, y ver el mundo, no estuvo feliz. Un chico, yacía a su lado, él la había salvado de su propio suicidio.

Conocía esa melena castaña y alborotada, esa nariz, esos labios. Giró la cabeza, y se dio cuenta de que Paula le miraba con el ceño fruncido… Iba a hablar, pero esta se paró, y empezó a caminar por el mismo lugar donde antes.

— ¡Paula! —Exclamó, y corrió a su lado tomando de su muñeca por debajo de la cazadora.

— ¿Por qué me salvaste?

—Paula… ¿Querías que te atropellara el autobús? —Frunció la ceja, y agarró con fuerza su muñeca, la acarició. En ese momento, sintió un relieve en esta, Paula elevó la vista, y él subió la cazadora hasta su codo. — ¿Desde cuándo te lastimas a ti misma? —Su cara de horror, espanto, y asombro fue molesta para Paula.

—Desde el día que empezaste a llamarme fea. —Sus ojos se nublaron, el chico sintió un nudo en su garganta.

Abrió la boca para hablar pero, Paula no se lo permitió, llevó su otra mano al aire y la movió en señal de no. Sacó la mano del castaño de su muñeca, y comenzó a alejarse.

— ¡Puedo ayudarte! —Gritó este, Paula se detuvo en seco, dio media vuelta, y se colocó justo en frente de él.


—Pedro… Déjame morir. —Susurró observando los ojos del chico que le miraban con pena, pura pena
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Volvimos al principio, las cosas empezaran a cambiar a partir de ahora

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¡Buenas Noches!!

PD: Y Sip, recien me di cuenta que no lo había escrito ↑      31/05/15 ← lo escribí recien ah

domingo, 24 de mayo de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 12

Capitulo doce. –Let me die.

El lunes por la mañana, Paula permaneció sola en el Instituto. Emma le mandó un mensaje diciendo que no podría ir ya que, estaba enferma, y ahí fue cuando ella empezó a temblar… Sin Emma no podría caminar con tranquilidad por los pasillos, no podría estar tranquila porque cuando estaba con la rubia, Sandy solo le insultaba, y ahora… estaba sola, podía lastimarla.

Paula chocaba la punta del lápiz contra el escritorio cuando una mano con unas uñas largas, y rojas se apoyó en el mismo. Levantó la vista, y Sandy le sonrió de lado.

« Oh, Dios mío. »

La clase había terminado, y ahora, todos se irían a su casa… Menos Paula.

Sandy la tomó del borde de su camisa, y le rompió una parte de esta.

Lo que le faltaba, que le rompiera todas las blusas que llevaba al maldito colegio.

—Estás sola… Y en el aula, no hay nadie que pueda defenderte. —Dijo mirando a los alrededores. —Tampoco está ese nuevo novio tuyo, el grandote… —Rió, y la levantó por la camisa del pupitre.

La apoyó contra la pared, sin golpearle la cabeza, y llevó sus manos a las caderas en forma de jarra. Le miró de arriba, abajo, y después soltó una carcajada… Paula sentía inseguridad en ese momento. Sandy le señalaba con el dedo índice, y le decía cosas, y cosas feas sobre su cuerpo, su ropa, su cara, y su manera de peinarse… Una puerta se abrió, y un chico con pelo castaño y ondulado apareció… Pedro.

Paula agradeció al Cielo que apareciera, si era bueno; se llevaría a su novia y esta, la dejaría en paz hasta que pudiera escapar del Instituto pero, si era malo; vería como Sandy le pegaba hasta dejarla sin respirar.

Pedro les miró, y cuando Sandy llevó una mano a la mejilla de Paula, él avanzó hasta tomarla de la cintura, y besarle el cuello, el agarre de ella se fue relajando hasta dejarla a Paula, el tiempo para escapar.

Si corría, podía salir de Instituto y alejarse lo suficiente para que Sandy no le alcanzara pero, su mente estaba en otro lado, y si en vez de caminar, corría, algo podría pasarle por estar desconcentrada.

Iba por la calle cuando sintió pasos detrás de ella, paró en seco, giró la cabeza, y no había nadie. Siguió caminando por la vereda, rota, y casi tropieza; escuchó una risa grave detrás de ella, repitió los pasos de la otra vez, y se encontró con las casas, y sus jardines perfectamente cuidados.

Ignoró eso que le había pasado, y al doblar en la siguiente cuadra, se quedó ahí contra la pared para ver quién era la persona que le seguía. Y esa persona, giró, y se encontró con Paula mirándole, era Pedro.

« Otra vez él. »

—Eres una plaga, estás en todos lados.

Soltó una pequeña risa y se acercó a Paula.

— ¿Estás bien?

Paula rodó los ojos, y se acomodó un mechón del pelo que le caía por la mejilla derecha.

— ¿Importa? —Arqueó una ceja, se dio media vuelta, y siguió caminando.

Pedro llegó a su lado, y empezó a caminar a la par. Paula chasqueó la lengua, preguntándose qué diablos hacia él ahí mismo, debería estar con su novia o con sus estúpidos amigos que jugaban futbol.

— ¿Por qué estás aquí?... Deberías ir con tus amigos o tu novia por ahí, ¿no crees?

Pedro negó con la cabeza, y cuando estaba por hablar, Paula le interrumpió:

—No quiero tenerte cerca, yo no te soporto al igual que tú a mí… Así que, para hacer las cosas más fáciles, vete… Vete lejos de mí… para siempre. —Dijo, recalcando las palabras “para siempre” entre sus labios. Apresuró su paso, pero al parecer Pedro no se rindió.

—No quiero irme.

Paula respiró profundamente antes de responder aquello.

No le toleraba.

Y lo peor de todo, era que él se creía que Paula le parecía atractivo o guapo, pero ella ni siquiera le miraba de esa manera… No le tomaba en cuenta, en sus ojos solo tenía en cuenta a Diego… Eso le hizo acordar de que hoy saldría con él… Tendrían su primera cita, irían a ver una película, y luego a cenar a un lugar al aire libre.

— ¿Sabes? Tú, eres una de mis razones de mi malhumor, Pedro. —Le dijo Paula tomando su celular, y fijándose la hora en este. Su padre estaba en casa por una hora, y ella no llegaría a su casa con Pedro.

—Gracias, es un alago para mi saber que te causo malhumor.

Y ahí estaba él.

Así de estúpido, e imbécil.

— ¿Soy un trabajo escolar? ¿Uno de castigo o qué? —Preguntó Paula e hizo una mueca. —Es raro que hables conmigo, y que me sigas a todos lados, Pedro… Si es porque Sandy te manda…

—No, Sandy no me manda, Paula. —Bufó.

Paula solo negó con la cabeza.

— ¿Entonces por qué estás aquí? —Giró completamente para verla. —Estoy segura de que no quieres que nadie te vea con “la loca” del curso. —Dijo haciendo comillas con los dedos.

{…}

Paula se sentó en la silla del comedor, y apoyó sus brazos en la mesada, y su cabeza arriba de estos. La mano de su padre, le acarició la espalda, y ella subió la cabeza rápidamente. Le abrazó por el cuello, y le saludó con un beso en la mejilla. No le veía desde ayer en la noche, cuando él llegó, ella estaba durmiendo plácidamente sobre su cama.

Su padre le observó el rostro, y frunció la ceja, Paula se alejó un poco, y se acordó que Sandy le había pegado en la mejilla hace unos minutos atrás…

« Mierda. »

Paula se mordió el labio, y Miguel le miró el pequeño moretón que tenía en esa parte de la cara.

— ¿Qué pasa?

Paula abrió la boca, y su padre le calló.


—Y cuando digo qué pasa, me refiero a qué sucede en la vida de mi hija.
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sábado, 23 de mayo de 2015

Novela Let Me Die - Capítulo 11 - Parte II - Maratón 4/4

Capítulo once. –Let me die - Parte II.

Pedro se fue faltando diez minutos para que Diego y Emma llegaran. Paula se cambió, se peinó pero, no tuvo tiempo para secarlo, y este quedó todo mojado, terminó de ordenar su habitación cuando tocaron el timbre, caminó a las escaleras, y pisó mal, lo que hizo que cayera con el culo por las mismas.

Emma entró corriendo al escuchar el ruido, y la vio en el final de la escalera tirada, riéndose a carcajadas.

Diego cerró la puerta, y al ver a Paula de esa manera, soltó una risa, Emma se dio media vuelta, y le observó. Dejó de preocuparse por aquello, y también sonrió.

Ayudó a su amiga a pararse, y le saludó con un beso en la mejilla. Diego le besó la frente de forma tierna. Tenía una remera gris con una campera de cuero negra, y unos jeans del mismo color, su pelo rubio estaba completamente despeinado, y sus ojos brillaban más de lo normal. Le sonrió, y Paula observó su sonrisa, simplemente perfecta.

Sacó su campera, y la dejó sobre el sillón, tenía unos tatuajes sobre el brazo izquierdo, y al ver la cantidad de esto, Paula se sorprendió.

— ¿Cuántos tatuajes tienes? —Le preguntó tomándole el brazo entre sus manos, e intentando contarlos.

Elevó los hombros, diciendo que no sabía.

—Tengo los suficientes para cubrirme todo el brazo. —Rió.

— ¿Te dolieron?

Diego negó con la cabeza, y se tiró al sillón. Llevó sus brazos detrás de su cabeza, y miró a Paula, mostró una sonrisa, y le guiñó un ojo. Emma le golpeó en el brazo, cargándole. Los miró a ambos, y la empujó a su amiga hacia el sillón, tropezó con la mesa de la sala, y cayó al lado de esta.

Hoy, no era su noche.

Diego se agachó para ayudarla a pararse, y la sentó a su lado, llevando un brazo en sus hombros. Las mejillas de Paula se pusieron rojas, bien rojas… Emma puso sus manos en jarra, y chasqueó la lengua.

—Vamos a aclarar algo…

—Em… —Dijo Paula.

Subió el dedo índice al aire para que ella no hablara.

—No, te callas. —Y así fue. —Tú —Señaló a su hermano, quien sonrió de forma seductora. —, no pienses en siquiera hacerla llorar porque, como tu hermana se cosas, Dieguito.

El asintió con la cabeza, y besó la de Paula.

« Oh, por el amor de Dios, Diego. »

« ¡Es muy tierno! »

Paula en su mente mostraba una emoción el triple de lo que lo hacía en ese mismo momento, ahí fue cuando su conciencia tuvo que arruinar todas sus emociones y tirarlas abajo para que ella se deprimiera.

« ¿Crees que hace todo esto porque le pareces guapa? ¡Paula, despierta! Sólo le das pena, cielo. »

« El día que se conocieron, no le llamaste la atención, estoy segura. »

« Deja de pensar en que todo estará bien… No lo estará. »

« No vales la pena, Paula… »

Su conciencia era controlada por ella misma pero, pareciera que eso no fuera porque, se mostraba de diferentes maneras.

Hace segundos estaba bien, pero, luego, estaba mal.

Y nunca antes, se había dicho cosas tan feas como esta vez. Se separó de Diego, se disculpó por un segundo, y subió corriendo al baño principal de la casa.

Quería… Necesitaba desquitarse pero, no podía hacerlo ahora.

Debía estar completamente sola para hacerlo, porque hay veces que los gritos, y sollozos no se pueden controlar, y salen naturalmente…

Se miró en el espejo, y quiso romperlo, quería sentir el dolor del vidrio en sus nudillos, necesitaba sentir los vidrios lastimándole… Era ese momento, en el que como nunca antes, moría por correr a su habitación, y buscar sus pequeñas navajas.

Alguien tocó a la puerta, y Paula tardó en recuperar su voz normal. Esta estaba ronca porque, sin darse cuenta estaba llorando por algo que ella misma se había dicho… Antes que desear que Sandy le dejara de insultar, debía amarse a sí misma, si quiera a quererse como era.

—Paula… —Diego golpeó la puerta, y Paula abrió el grifo para lavarse la cara.

— ¿Qué? —Su voz fue un susurro, tosió, y volvió a preguntar. — ¿Qué?

Diego abrió la puerta un poco, y al ver que ella no oponía resistencia, la abrió completamente. Se encontró con su cara roja por haber llorado si quiera unos dos minutos, y con sus ojos del mismo color. Vio la tristeza en los mismos, y se acercó hacia Paula, tomando su cara entre sus manos.

Ella al sentir su tacto, sollozó. Agachó su cabeza, y empezó a llorar, volvió a recordar lo que su mente le había recalcado, y después de pensarlo, supo que era verdad. Solo le daba pena, y por eso, era así con ella. No le gustaba, capaz, ni siquiera le agradaba.

— ¿Qué sucede, Paula? —Preguntó en un murmuro, abrazándola contra su pecho.

—Es que… —Sollozó.

Diego la apoyó contra el lavabo, y la separó de él, tomando su cara entre sus manos, limpiando las lágrimas con sus pulgares.

—Tranquila, Pau.

Ella respiraba entrecortadamente, dejó las lágrimas de lado, y miró a Diego a los ojos. Estos parecían preocupados, pero, lo único que Paula vio fue su reflejo.

—Siento… que actúas así conmigo porque te doy pena. —Susurró, y bajó la cabeza al finalizar la oración.

El tacto de Diego se hizo más fuerte, y subió con su pulgar, la cara de la castaña. Le sonrió, y le dio un pequeño beso en la nariz.

—No quiero que te sientas así, si alguna vez te dije algo, todo fue cierto… Cada vez que te abrazo, es porque quiero. —Le acarició la mejilla. —No quiero que pienses que no es así porque, siendo sincero, te digo que me pareces hermosa, ¿vale?


Paula sonrió de lado, y Diego también, pero su sonrisa fue mucho más extensa. Besó su mejilla con un beso sonoro, y después junto sus frentes. Volvió a limpiar otra lágrima de su cara, y nuevamente, la abrazó contra su pecho.
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¿ Les gusto la maratón? Ayer no subí por si no dieron cuenta :P .

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¡Buenas Noches!

Novela Let Me Die - Capitulo 11 - Parte I - Maratón 4/4

Capítulo once. –Let me die Parte I.

''Recuerdo la noche en la que conocí, te lo dije, te lo dije, yo te odiaba y sentiste el peso del mundo caer sobre tus hombros''

Era la noche del día siguiente, estaba mirando una película cuando recibió una llamada de Emma, preguntaba si podía ir a su casa para pasar el rato, y como tan solo eran las ocho de la noche, dijo que sí.

Su padre no estaría hasta la media noche, y hasta entonces podría hacer lo que quisiera. Le avisó que Diego quería ir, y Paula aceptó con gusto el hecho de que él apareciera.

Aparecerían en una hora, en ese tiempo… Paula se daría un baño, y arreglaría un poco su habitación.

Quince minutos después, salió con una toalla alrededor de su cuerpo, y con el pelo suelto chocando contra su espalda.

Entró a su pieza tarareando una canción, y fue hacia el ropero para tomar su ropa interior, y una blusa con un pantalón de mezquilla.

Tiró todo en la cama sin mirar hacia esta, y al darse media vuelta, levantó la vista y soltó un grito ahogado. Llevó la mano a su corazón que inició a palpitar con rapidez al saber que no solo Paula permanecía en el cuarto.

Alzó una ceja, y luego, respiró profundamente intentando entender que sucedía.

Él estaba ahí sentado en la cama con todo la ropa de Paula en su regazo, y con una sonrisa estúpida en medio de su cara.

—Vale, esto se te ha vuelto una costumbre…

Él miró hacia los lados, y su sonrisa se amplió.

— ¿Qué cosa?

—Entrar sin preguntar a mí casa, Alfonso.

Soltó una risa leve, y dejó la vestimenta de Paula sobre su cama, y separó de la misma caminando a por la castaña. La acorraló contra el armario y su mirada bajó a todo su cuerpo que estaba cubierto por una toalla.

Paula, incomodada, bajó la cabeza.

— ¿Podrías irte? No puedes estar aquí. —Pidió Paula en un susurro.

Pedro la tomó del mentón.

—No soy como Sandy, no te haré daño.

—Nunca me has tocado un pelo, y lo sé pero, el daño psicólogo es mayor. —Dijo mirándole directamente a los ojos. Paula, estaba teniendo un valor extremo para hablar con él.

Al saber que Pedro no la golpearía, era más valiente. Cuando Sandy le insultaba, no había palabras para que ella pudiera defenderse, de una u otra manera le golpearía, y la podrían dejar tan mal que, capaz nunca pudiera recuperarse.

Se acomodó la toalla, esta se estaba desatando del pequeño nudo que le había hecho.

Pedro se acercó más a ella, juntando sus anatomías.

Paula quería alejarlo lo más rápido posible.

No soportaba tanta cercanía.

No soportaba que se mezclaran sus respiraciones.

No soportaba a la persona que tenía enfrente. Y tal vez, nunca lo haría.

— ¿Sandy te mando a qué vinieras aquí a humillarme? —Paula resopló molesta sabiendo que eso seguro era verdad.

—No, vine por mi cuenta… Sandy no me manda, perrito. —Lo digo en tono de burla, el ánimo de Paula explotó.

« Maldito imbécil. »

— ¡¿Por qué no te vas al diablo?! —Le empujó en el pecho, y trató de tirarlo al piso pero no pudo hacerlo. — ¡Eres un estúpido! ¡Vete con tu maldita novia!

Pedro la sostuvo por los hombros para que se calmara pero eso no funcionó. Tiró de ella hasta dejarla sobre la cama, Paula estaba debajo de su cuerpo, moviendo con cuidado con tal manera de que no se le viera nada, estaba desnuda y una tela de felpa solo cubría su cuerpo.

Pedro tenía los codos en el colchón para mantener su peso en los mismos, y no aplastarla a ella.

Miró su cara detenidamente, y una sonrisa apareció en su rostro. Paula, estaba furiosa, molesta y totalmente loca, en cualquier momento lo ahorcaría hasta que se pusiera violeta. No podía seguir él ahí.

Soltó una carcajada.

— ¿Qué?

—Me gusta tu cara de pensar, es… rara.

Paula se sintió aún más furiosa, y aún más molesta.

Sus ganas de ahorcarlo, se multiplicaron el triple.

Pedro salió de encima de ella, y caminó alrededor de la habitación observándola. Las dos veces que había ido, nunca se había detenido a mirarla. Se detuvo en cuadro que colgaba de un gancho, que tenía una foto dentro de tres personas: Alejandra, Paula y Miguel.

La sacó de su lugar, y la tomó entre sus dos manos, miró a Paula, y vio que estaba totalmente igual. Nunca había cambiado su cara, tampoco su sonrisa, y menos su, pelo.

Pero sus ojos sí, en la foto estaban verdes, subió la cabeza observándola, y sus ojos eran marrones.

— ¿Tienes lentes de contacto? —Preguntó alzando una ceja. Paula asintió. — ¿Por qué?

Paula bufó.

— ¿Te importa?

—No, solo me pareció raro. ¿Debo repetirlo? No me importas Paula. —Dejó el cuadro donde estaba.

Paula hizo una mueca con su labio, y se levantó de la cama, tomó su ropa, y la acomodó.

— ¿Entonces por qué estás aquí? —Mordió su labio al ver que Pedro no respondía.

No era que quería que se preocupara, solo le irritaba el hecho de que entrara cuando quisiese a la casa, y que le insultara ahí, prio actuaba normal como si nunca en su vida le hubiera lastimado, y luego… le daba con lo que más le dolía: Las palabras.

Las palabras nunca desaparecen, quedan en la mente de la persona hasta que se queda dormido, pero al despertar a la otra mañana, todo se repite en el día. Las palabras parecen un eco, porque van y vuelven repetidas veces pero, nunca desaparecen para siempre.


Y siempre tendría todos esos insultos, y recuerdos en imágenes en movimiento pegados en su cabeza como si fuera algo que no quisiera olvidar pero, era lo que más deseaba antes de dormir; que todo desapareciera, que nada sea como lo era… pero, eso nunca pasaba, y capaz, nunca llegaría el día que todo acabara para ella…
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Novela Let Me Die - Capítulo 10 - Maratón 3/4

Capítulo diez. –Let me die.
                              
''Quédate un momento así, no mires hacia mí, que no podre aguantar si clavas tu mirada''

Apenas salieron del Instituto, caminaron al auto de Diego y cuando Paula abrió la puerta trasera para subir un brazo se apoyó en el techo del auto. Ella levantó la cabeza, y se encontró con Sandy que le miró con superioridad, llegó Pedro a su lado, y le besó el cuello dejándole una marca. Paula bajó la cabeza, e intentó subir al auto pero, Sandy tiró de su hombro para que eso no pasara.

Abrió la boca para decir algo pero, al escuchar una puerta cerrarse giraron hacia la derecha, y vieron a Diego parado apoyado contra el auto, mirándoles fijamente. Su mirada era firme, y dura.

Paula sonrió de lado, y miró a el hermano de su amiga, este sonrió pero sin quitar la vista de Sandy y Pedro.

Ella le miró coqueta, y le habló:

— ¿Eres su novio? —Enarcó una ceja en forma de broma.

Diego negó con la cabeza.

—Te mereces a alguien mejor, y a alguien… que por lo menos tenga un poco de belleza. —Señaló a Paula e hizo una mueca con la boca.

La castaña bajó la cabeza.

Le dolió.

—Créeme, Paula es mucho más bella que tú… —Dijo Diego, y caminó al lado de Paula, la ayudó a entrar y cerró la puerta del auto.

El resto del viaje fue en completo silencio, la mirada de Paula permanecía quieta en el espejo delantero, y miraba hacia donde iban. Miró hacia el espejo retrovisor que estaba pegado en el techo, y descubrió al chico mirándole, desvió la vista en el segundo que ella lo notó. Sus mejillas tomaron un color carmesí.

Emma dio media vuelta la cabeza, mirando a Paula.

— ¿Qué pasó? —Le señaló la cara. Y Paula no entiendo. — ¡Estas sonrojada!

Diego rió, y la volvió a mirar a través del espejo.

Paula le miró, y sus mejillas ardieron. Mordió su labio, nerviosa.

Emma enarcó una ceja, miró a su amiga, y luego a su hermano.

Abrió la boca, la cerró, y los señaló.

Sonrió, y le guiñó un ojo a Paula.

—Solo voy a decir que, no me metan en el medio de nada. —Emma sonrió, y le golpeó en el hombro a su hermano para después, sonreír abiertamente.

{…}

Fueron a casa de Emma, y Paula como era la invitada se ofreció a preparar el almuerzo. Era muy buena preparando pizzas, y eso era lo que haría.

Emma fue a tomar un baño, y dejó a su amiga con su querido hermano.

Paula preparaba la masa de las pizzas cuando sintió una presencia en la cocina, pensó en Emma y se dio media vuelta.

—No pensé que… —Se interrumpió a si misma cuando vio que era Diego.

— ¿Qué cosa no pensaste? —Se rió.

—Pensé que eras Emma, y que ya había terminado de bañarse.

Diego tomó un vaso de la mesada, abrió la nevera, y sacó una caja de zumo de naranja. Le ofreció a Paula pero, ella se negó.

—Emma tarda horas en bañarse.

Una sonrisa se expandió en la cara de Paula.

Diego caminó hasta ella, y se le paró justo en frente.

Observó su cara detenidamente, y pasó una mano por su mejilla, y otra por su frente.

Paula sintió un escalofrío recorriendo toda su espina dorsal.

—Tenías la cara llena de harina. —Dijo, y mordió su labio.

Paula se quedó quieta como una estatua mirando sus ojos.

Algo que siempre le atraía sobre chicos eran sus ojos, y su sonrisa. Eso siempre sumaba puntos, pero la personalidad siempre estaba primera… Y la de Diego era perfecta.

Diego acomodó su pelo, y queriendo salir de ese momento incómodo, ayudó a Paula a terminar los bollos de la masa para el almuerzo.

—La chica que hoy te molestó… ¿Era Sandy? —Preguntó Diego mirando a Paula de reojo.

—Sí.

Diego suspiró, y bufó.

—Sabes que todo lo que dijo es mentira, ¿no? —Dejó todo en la mesa, y se giró para poder mirarla bien.

—Diego…

—No, déjame… Ella, ha de ser una de las personas que te lastimaron. —Le acarició la cara con ternura. —Y una, de las que siempre te molestan y te insultan… Pero, ¿sabes? Eres mucho más hermosa que ella, y tu personalidad es mejor que Sandy… No es necesario conocerte desde siempre para saberlo. —Le sonrió, y Paula cerró los ojos, analizando lo que le había dicho.

Nunca nadie, bueno… Nunca un chico, le había dicho cosa tan preciosa.

Negó a las lágrimas que ardían en sus ojos a salir, y cuando los abrió, veía borroso.

Una lágrima rebelde cayó y Diego la secó con su pulgar.

—No llores.

—Gracias.

Paula abrazó a Diego por el cuello, y sintió los brazos de él agarrándole la cintura con delicadeza, y apretando sus labios contra su hombro.

Le acarició el pelo del cráneo, y con dificultad se separó de él.

Cuando lo hicieron, quedaron a pocos centímetros.

Emma tosió, y ambos se separaron.

—Estoy aquí desde que él dijo que le parecías hermosa. —Emma señaló a su hermano, y luego, a su amiga. —Fue como en las películas… Siempre alguien arruina el momento del beso.

—No íbamos a besarnos. —Dijeron al unísono.

—Y en las películas o novelas siempre dicen eso. —Tomó una manzana, y le dio un mordisco.

—Emma…


— ¿Qué? —Sonrió. —Yo sé lo que vi, y ustedes… Se llevan mejor de lo que yo pensé.
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Novela Let Me Die - Capítulo 9 - Maratón 2/4

 Capítulo nueve. –Let me die.

''Déjame preguntar cómo llegamos hasta aquí porque en realidad no necesito preguntarlo en absoluto''

Una semana después, Paula asistió a clases, ya sin moretones… Bueno, no tantos.

Diego la pasó a buscar con Emma, y fueron a clases en su auto. Cuando llegaron, se despidieron de él, y salieron.

El timbre sonó, y salieron corriendo para las puertas del Instituto.

Paula fue hacia su locker, y sacó el libro de inglés, y el de Biología. Sintió una presencia detrás de ella, pero intentó ignorarla, sabría quién sería, y actuar como si no se hubiera dado cuenta sería lo mejor.

Apenas se había recuperado como para que le lastimen de nuevo.

Cuando un brazo lleno de tatuajes, se apoyó en el otro casillero. Paula respiró profundamente. Supuso que era Pedro, (Pedro no los tiene pero…bueno no puedo cambiar toda la nove, sigan leyendo) él no le haría nada físicamente, pero si psicológicamente. La lastimaría como nunca, estaba segura de eso.

Luego, escuchó otra voz a lo lejos, y esa voz aguda, y chillona era ni más ni menos de Sandy.

Paula cerró su locker, y al dar media vuelta chocó con Pedro tirando sus libros, y en el momento en que se agachó a recogerlos, Sandy los pateó lejos de su alcance.

Besó a Pedro, y luego se dirigió a Paula. La observó de arriba hacia abajo, mirando si tenía alguna marca, herida o si aún le quedaban moretones por lo pasado hace siete días.

El corazón de Paula palpitaba muy rápido, podían escucharse los latidos o eso pensó ella.

« Tranquilízate, estúpida. »

Paula respiró hondo, y soltó el aire.

Le miró a los ojos a Sandy cuando ella, le levantó la barbilla.

Pedro solo se quedó ahí parado mirando la escena. Sandy sonrió de lado y le tiró de la cola de cabello a Paula. Ella se quejó, y estuvo a punto de gritar para que le soltara pero, Sandy le pegó una cachetada en la mejilla derecha, y Paula se mordió la mejilla por dentro. Reprimió un grito, y lágrimas.

Negó con la cabeza para que la dejara en paz. Cayó al suelo, indefensa. Sus rodillas chocaron contra el piso, haciendo ruido.

Su mano cayó haciendo fuerza, y se dobló.

« Maldición. »

Una lágrima se desparramó por su mejilla, y un sollozo salió de su boca. Sintió el impulso que Sandy tenía en pegarle una patada directamente al estómago pero, Pedro le detuvo.

—Déjala, no vale que desquites tu energía en ella, cariño. —Susurró Pedro lo suficientemente audible para que Paula lo escuchara aunque sus oídos hacían un ruido agudo.

—No lo vale pero, ¿sabes? Es divertido. —Empujó su pierna hacia delante, y le dio justo en la boca del estómago, dejándole sin aire.

Cayó al suelo completamente, y Pedro al verla de esa manera, no pudo soportarlo.

Agarró el brazo de Sandy y se la llevó a regañadientes. Ella se quejaba, y gritaba pero, Pedro no le dejó que ella fuera a pegarle.

Cuando él le vio de tal manera hace una semana, supo que no permitiría que Sandy le volviera a pegar.

Cuando estaban a unos pasillos de diferencia, Sandy se soltó de Pedro, y le golpeó el pecho pero él no sintió nada. Tomó sus manos, y solo le besó para tranquilizarla. Ella cedió a sus labios, pero cuando Pedro se separó, Sandy frunció el entrecejo.

— ¿Por qué no me dejaste golpearla? —Le preguntó cruzando sus brazos.

Pedro negó con su cabeza, y le miró tomándola de los hombros.

—No es bueno lo que le haces, amor. —Dijo, lo más tierno que pudo.

— ¿Y? ¿Tú crees que me importa ella? —Se soltó. — ¡Ella merece todo esto! Ella me importa una mierda, y siempre será así.

{…}

Paula fue a clases, pero llegó tarde. Emma respiró tranquilamente cuando la vio entrar, pero al ver su mejilla roja, sintió pánico. Sandy tampoco estaba en clases. Se sintió fatal por dejarle sola cuando fue a buscar sus libros.

El profesor pidió una explicación y ella dijo que se levantó tarde.

Fue a su asiento, y cuando se sentó Emma le abrazó por los hombros. Le pidió disculpas, y Paula se quejó, sus brazos le dolían… De nuevo.

Al salir de las dos clases de las dos primeras horas, Paula corrió hacia la Biblioteca sin que Emma le viera o eso pensó ella. No quería hablar con nadie, quería llorar en silencio sola… Quería sufrir sola, no soportaba la pena de las demás personas. Se topó con una o dos personas de una de sus clases, y luego… Llegó al final de la enorme y vieja Biblioteca.

Fue a una sección que nunca estaba habitada por alumnos, y buscó un libro cualquiera, y se deslizó por la pared hasta sentarse con las piernas pegadas a su pecho, sus lágrimas cayeron como cataratas a un río.

Sintió pasos cerca de ella, y una mano se estiró por delante de su cara.

Levantó la vista y se encontró con Pedro.

Era una costumbre que eso pasara de ahora en día.

Rodó los ojos, e ignoró su mano para fingir que seguía leyendo.

Pedro rió burlón y se la volvió a estirar pero, Paula no la tomó.

—Tómala, no te haré daño.

Paula negó con la cabeza, y sorbió los moscos. Limpió una de sus lágrimas con discreción, y entonces Pedro se acomodó a su lado.

—Interrumpes en mi casa, hoy viniste a mi locker, y ahora aquí… ¿Me estas acosando para decirle a Sandy qué cosas hago? —Giró la media vuelta para mirarle con el ceño fruncido. —Ya es suficiente con que tenga que sufrir cada día porque a ella no le caigo bien, no quiero que tú también me lastimes.

Se paró, y dejó el libro donde estaba, y cuando estaba a punto de salir del pasillo. Pedro la tomó por el ante brazo, y la empujó contra una de los estantes grandes sin lastimarla, obviamente. Le miró directamente a los ojos, y Paula al sentir incomodad los bajó.

—Sólo… Yo… —Empezó Pedro pero, no sabía que decir.

—Déjame en paz… Es suficiente con tener a tu novia molestándome.

Pedro la volvió a tomar del antebrazo cuando ella estaba por irse.

Paula soltó su brazo, y se armó de valor para enfrentarlo.

— ¿Qué es lo que quieres? —Preguntó haciendo un mohín con sus manos. — ¿No es suficiente con verme de esta manera? —Se señaló, y una lágrima se deslizó desde su ojo. — ¿Quieres también molestarme ahora y por el resto de mi vida? —Llevó una mano a su cabeza, y despeinó su cabello, que ahora permanecía suelto.

Pedro se quedó en completo silencio, y eso Paula lo tomó como una respuesta, salió de ese lugar. Iría a algún otro donde sabía que nadie la encontraría, detrás de la cancha de futbol había un pequeño parque olvidado desde hace muchos años, y ese era su lugar favorito hasta que un día vio a dos chicos haciendo cosas inapropiadas, y decidió no ir más… Hasta hoy.

Se balanceó en un columpio por unos quince minutos cuando este detuvo.

Paula suspiró frustrada.

— ¿Pensaste que no te iba a seguir?

Paula sonrió, sin ni siquiera pensarlo, pero luego borró su sonrisa.

—Sí. Era lo que quería. —Se levantó del columpio. —Dime, ¿Qué quieres?

—No lo sé. —Respondió alzando los hombros. — ¿Estás bien? Hoy… Cuando… Hmmm, Sandy…

Paula frunció los labios.

—Tranquilo, eso no fue nada. Me ha lastimado peor, casi no sentí mucho dolor como la primera vez. —Sus ojos se aguaron, y salió corriendo a todo pulmón.


Todo lo que esperaba era que Pedro no la siguiera, no fuera donde ella. Necesitaba estar sola, y cuando él estaba cerca, su mente se quedaba en blanco. Odiaba el hecho de que la siguiera como un chicle, no lo soportaba, y tampoco soportaría que la acosara.
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Novela Let Me Die - Capítulo 8 - Maratón 1/4

Capítulo ocho. –Let me die.

''Quiero donar tu sonrisa a la luna sí que de noche quien la mire pueda pensar en ti.''

Al día siguiente cuando Paula se levantó, sintió sus piernas débiles, su cara le dolía.

Se sentó en la cama, y al mirarse los brazos estos estaban todos lastimados. Tenía heridas abiertas, y moretones morados, y verdes alrededor de estos.

Sus piernas estaban de la misma manera.

Sorbió los mocos de su nariz, y pasó la palma por la misma, sus ojos empezaron a aguarse, y sin darse cuenta, estaba sollozando, nunca había estado tan débil como el día anterior. Nunca pensó que Sandy llegaría a tal punto.

Miró sus manos, y acarició sus dedos. Era la única parte de su cuerpo que no estaba lastimada. Intentó levantarse pero, su cuerpo no respondía, no podría ir a la escuela, se desplomaría en la calle antes de poder llegar al Instituto.

Se arrastró por la cama, hasta el final de la misma, se observó en el espejo de delante de ella, su cara tenía golpes morados, su labio estaba roto, de este salía un poco de sangre. Se limpió las lágrimas que se salieron de sus ojos, y se volvió a acostar.

Su padre se había ido hace como una hora, y cuando escuchó la puerta cerrarse, su corazón se detuvo en un segundo. Si alguien habría entrado a robar, no podría hacer nada, tenía dolor en todo el cuerpo, y no tenía fuerza.

Abrió uno de los cajones de su mesa de luz, y sacó una de las tantas navajas que guardaba, la escondió tomándola con fuerza en su mano. Por lo menos tendría algo con lo que podría defenderse en caso de que fuera alguien extraño…

La puerta de la habitación se abrió, y las manos de Paula empezaron a sudar. Sus nervios eran feos, se sentía demasiado mal. Alguien se sentó en la cama, y suspiró. Acarició su cara, ella hacía que dormía.

Cuando sintió la mano en su cara, su corazón palpitó aún más nerviosamente que antes.

Luego, esa persona se paró de la cama, y habló.

—No puede pasar esto.

Paula reconoció la voz, y abrió los ojos. Se sentó en la cama, y le vio de espaldas desordenándose el cabello.

— ¿Qué haces aquí? —Soltó con la voz entrecortada.

Escondió la navaja debajo de la almohada, y se limpió los ojos cuando una lágrima volvió a caer de sus ojos.

Pedro caminó hacia la cama, y miró a Paula quien tenía una ceja fruncida.

Le daba pena que él la viera así.

Aunque no sabía por qué.

—No puedes entrar a las casas sin permiso.

—Sabía que no me dejarías entrar si tocaba la puerta. —Dijo sin balbuceos, caminó donde Paula estaba sentada, y se sentó frente a ella.

Paula cerró los ojos, y negó con la cabeza.

—Vete ahora mismo.

—No.

Paula le miró incrédula.

Pedro llevó una mano al aire y luego, la dejó caer.

Suspiró fastidiado, y se levantó de la cama. Empezó a caminar alrededor de la habitación con una mano en su cabello, despeinándolo, parecía que su mente estaba fuera de ese lugar.

Paula no entendía que sucedía.

Se giró bruscamente, y volvió a acercarse.

— ¿Sandy provocó esto? —Le señaló la cara, y la destapó enteramente. Miró sus brazos, y sus piernas. Paula sintió la necesidad de cubrirse con el cobertor, pero, no pudo. Pedro se lo impidió.

Paula solo asintió con la cabeza, y luego, miró hacia la puerta quitándole la vista de encima.

No entendía por qué él estaba ahí hablando de eso con ella.

La persona que más odiaba.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó Paula con un nudo en su garganta.

—Ayer me preoc… —No terminó la oración cuando, volvió a empezar una de nuevo. —Quería saber qué tan mal estabas.

Paula bufó y su corazón se hundió.

— ¿Querías decirle cuán mal estaba a Sandy? —Frunció los labios, y quitó su mirada de sus ojos.

Pedro agachó la cabeza, y luego, asintió con la cabeza.

Paula rió levemente, y se paró de un golpe del colchón pero, se debilitó y Pedro la sostuvo entre sus brazos.

—Por favor, vete. —Susurró Paula con la voz rota.

Pedro la tomó entre sus brazos y la dejó sobre la cama.

La cubrió con el cobertor, y caminó hacia la puerta.

La abrió, y salió por la misma, pero antes de cerrarla, dijo: “Lo siento.”

Ella escuchó la puerta principal cerrarse, y ahí supo que Pedro se había ido. Luego, cayó en cuenta que era lo que había pasado esa mañana.

{…}

Eran como las cinco de la tarde cuando Emma entró en la habitación con un paquete lleno de caramelos, y snacks. Y en la otra mano, estaba llena de películas.

Se tiró al lado de Paula en la cama, y las cosas salieron volando de sus manos.

Ella le sonrió, y se acomodó el cabello.

—Uy, ¿Mala mañana? —Preguntó Em, juntando algunas cosas que estaban a su alcance.

—Demasiada. Deberías haber estado. —Bajó la cabeza, y luego la subió lentamente.

Emma miró expectante a Paula esperando que ella siguiera hablando pero cuando, no fue así, le golpeó en el brazo lentamente sin querer lastimarla, y Paula frunció la ceja y jugó con sus dedos.

— ¿Sandy vino aquí? —Exclamó separándose de ella, y se paró de la cama. — ¡Dime que no! Por favor, ¡Paula! —Le gritó, y desordenó sus pelos rubios. — ¡Esto no puede estar pasando! —Agarró un almohadón, y lo tiró contra la pared. — ¡¿Vino ella?! —Le terminó preguntando.

Paula se quedó perpleja por el acto que recién había presenciado, nunca había visto a Emma de esa manera por más que fueran amigas hace tan poco tiempo.

Paula negó con la cabeza lentamente, de nuevo, repetidas veces.
—No, Em. —Murmuró.

Emma se tiró de espaldas contra la cama rebotando. Y respiró tranquilamente, soltando un suspiro que tranquilizó a la castaña. Un teléfono empezó a sonar pero ambas lo ignoraron, la rubia esperó de nuevo a que Paula le contara quien había aparecido esa mañana en su casa.

—Pedro vino aquí.

Se quedó callada.

— ¿Te hizo daño? —Preguntó Emma mirándola suavemente.

Paula no respondió, y Emma abrió la boca en forma de ‘o’ pensando que sí.

—No, pero, me vio de esta manera. —Se señaló hacia el cuerpo.

— ¿No querías que nadie te viera de esta manera?

—Exactamente, menos él… Vino a ver como estaba. —Hizo una mueca.

—Ayer, cuando… Nos estábamos yendo, me preguntó si estabas bien.

Emma poco a poco fue esbozando una risa.

Paula le pegó en el hombro, y ella soltó una risa pequeña.

Caminó hacia el DVD, y metió una película, era de terror.

Estaba dándole la espalda a Paula cuando ponía la película, y soltó:

—Sabes… Creo que le importas a Pedro, después de todo, Pau.
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