Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

domingo, 2 de agosto de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 29

Capítulo veintinueve. –Let me die.

Pedro estaba sentado en el otro extremo de la cama en diagonal a Paula, ella le había contado todo porque necesitaba descargarse, quería ser un globo como su madre le dijo… No podía entender cómo es que recién ahora se acordó de eso. Ella le había enseñado un montón de frases antes de morir para poder sobrevivir para cuando sea grande por si no seguía viva… Y nunca había tenido presente aquellas que le ayudarían.

—Tu padre no me contrató ni nada por el estilo, Paula. —Le dijo, era la décima vez que le decía lo mismo.

—No te ofendas pero, no te creo.

Pedro chasqueó la lengua, y una sonrisa se extendió por su rostro. Sus mejillas tomaron un color más caramelo, y abrió la boca para decir algo.

—Si eso es así, ¿Por qué sigues aquí conmigo?

—Touché.

[…]

Eran las seis de la mañana cuando Pedro dejó la habitación por haber recibido una llamada de la madre preguntándole dónde estaba, y diciendo que realmente se preocupó por él… Paula realmente estaba agradecida de que él estuviera ahí con ella para escucharla cuando quería desahogarse.

Le despidió y lo primero que hizo fue mirar hacia la cama, y su mochila, cual agarró entre sus manos para sacar su celular. Veinticinco mensajes de texto, veinte llamadas, cinco mensajes de voz, y todas eran de su padre.

Canceló todas las opciones que tenía para devolver llamadas, respondes los mensajes, y oír los de buzón de voz… Solo quería dormir toda la tarde hasta que se sintiera bien aunque, nunca lo haría. ¿Cómo podía, después de esto, mirar a su padre a la cara? ¿Cómo podría EL hacerlo? No tendría el valor de caminar por los pasillos sin tener miedo de encontrarse con Emma.

Ojala nunca hubiera pasado nada de esto.


Paula cogió su mochila y fue al baño, en unos de los cinco bolsillos pequeños tenía una navaja sin usar, poseía una gran colección de aquellas. Cuando la encontró, la miró por un rato hasta que se la clavó en la muñeca sin compasión sobre ella misma, la lanzó como una navaja es lanzada, hizo un trazo desde el inicio de la muñeca hasta el antebrazo, y como siempre, las lágrimas cayeron al igual que las gotas de sangre contra el piso… Contra el piso duro, y frío.

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