Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

domingo, 2 de agosto de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 31

Capítulo treinta y uno. –Let me die.

"Hace mucho tiempo que me hubiera suicidado de no haber leído en alguna parte que es un pecado quitarse voluntariamente la vida mientras pueda hacerse todavía una buena acción. La vida es hermosa, pero la mía está envenenada para siempre."


Paula salió corriendo del salón de clase, no quería que Emma le encontrara en la puerta y le pidiera por favor que hablaran, pero como la suerte nunca está de su lado eso pasó. La castaña caminó derecho hacia su locker, era el cambio de asignatura y siempre le tocaba con Emma.

Por el amor de Dios.

La rubia le seguía por detrás intentando hablarle pero no había forma, cuando Paula paró en su casillero, ella le empezó a hablar.

—Paula, déjame explicarte.

Ella negó con la cabeza, tomó sus libros y cerró el locker.

—Oh, vamos, no seas idiota y hablemos como personas.

Lo último que faltaba era que la persona que le había mentido, que la había usado como un proyecto para ganar dinero le dijera que era una idiota. Emma se retractó al segundo que abrió su boca, Paula tenía una sonrisa en la cara, estaba totalmente enojada con ella. No pensaba perdonarla, ¿Cómo podría hacerlo? Lo peor de todo fue que pensó en Pedro y como, en parte, le perdonó hace tiempo… En sí era diferente la situación pero, ambos le habían lastimado.

— ¿Eres actriz en algún lugar, Emma? —Preguntó Paula mientras empezó a caminar y ella le siguió.

—No, ¿Por qué lo…? —Se quedó callada, y bajó la cabeza. —Oh, mira…

—Oh, ¡No sigas mintiendo! Nadie engaña de esa manera sin ser actriz, Emma. —Le pegó en el hombro como si estuviera jugando con ella. —Ojala te vaya bien en tu vida siendo como eres.

— ¡Paula! —Le gritó, y ella se detuvo en seco. — ¡Vas a escucharme, Paula!

Y esa era la Emma que ella conocía o pensaba que conocía, el punto es que… por un momento, sonrió por recordar en cuantos problemas se había metido porque ella le obligó a hacer cosas que una adolescente hace. Después, pensó en aquella noche donde iban a cenar todos juntos y su sonrisa desapareció. Miró hacia el cielo, estaba gris, iba a empezar a llover. Tal vez, al escuchar el sonido de las gotas chocar contra el pavimento podía calmarla, solo tal vez.

—Vale, te escucho.

Emma tardó en hablar y Paula se estaba cansando.

— ¿Vas a hablar? ¡Estoy perdiendo la clase!

—Sé que tu papá me pagó para fingir que era tu amiga, pero cada consejo o cada vez que te obligaba a hacer algo era porque, realmente quería que lo hicieras, quería que vivieras esa vida que toda chica quiere porque, tienes las posibilidades. —Dijo, y se acercó a ella. —Para mí eres una amiga, y estuviste ahí para cuando yo te necesite, si no hubiera pensado que eras tal no te hubiera contado mi historia.

Paula se quedó callada, espero por unos segundos más por si seguía hablando pero no fue así, agarró con más fuerza sus libros.

— ¿Eso es todo?

Emma abrió la boca, atónita, esperaba algo como: “te perdono pero, seguimos sin ser amigas.” “todo está bien, ¿vale?” no esperaba que ella le dijera eso, así que solo asintió con la cabeza, y Paula dio media vuelta para irse pero, ella aclaró su garganta, tenía una gran duda en medio de esta. Su cabeza solía pensar y no sacaba ninguna respuesta, no podía inventar algo o sospechar tendría que preguntarlo.

— ¿Por qué perdonaste a Pedro pero no me perdonas a mí?

Y esa pregunta… Esa pregunta no tenía respuesta.

Por ese pasillo justo pasó Pedro y se quedó mirando a Paula, quien lo ignoró. Realmente tampoco quería hablar con él por más que ahora fuera a evitarla, el hecho de que se hubiera ido en el peor momento, dolió. No se podía confiar en las personas pero, las entendía y odiaba eso. Pedro quedó parado en medio de Paula y Emma, miró a la rubia después a la castaña e iba a seguir caminando cuando giró y fue donde Paula.

—Paula…

—No, no me hables.

Era irónico porque cuando le molestaba lo quería lejos, no le soportaba. Pero, después aceptó eso, había empezado a llevarse bien y Pedro se fue, y eso era cuando lo quería cerca para tener a una persona que la ayudara.

La vida no tenía sentido.

La vida de Paula no tenía sentido.

—Emma, a él nunca lo perdoné, nunca voy a hacerlo, puede que haya aceptado que podemos intentar ser amigos pero, no, no acepté que él me dijera lo siento, ¿entiendes? —Dijo, y miró a pedro, agachó su cabeza. Paula quería llorar. Odiaba toda esta mierda de telenovela barata. —Tampoco puedo perdonarte, es que… Sigo sin entender, te creí mi amiga —Se acercó. —, te conté cosas que se las habrás dicho a mi papá, y eso no puedo perdonarlo.

—Nunca le conté nada que fuera muy personal, te lo prometo. —Su voz se cortó. Ambas querían llorar. Pedro fue donde Paula, y le tiró del brazo.

— ¿Quieres decirme algo también?

—Lamento haberte dejado cuando más necesitabas a alguien pero, siempre deseaste que te dejara de molestar y lo hice, solo que no entiendo por qué.

—Yo sí sé por qué, es muy fácil de saber.

Emma se acercó a ellos, quería escuchar de qué hablaban. Los ojos de Paula se ponían más brillantes con el paso de los segundos, su mente le decía que no llorara, que no soltara ninguna lágrima porque no lo merecían y trataba de escucharla y hacerle caso por primera vez.

—Si a Emma mi padre no la hubiera contratado, nunca me hubiera hablado. Y si tú, nunca hubieras sentido pena tampoco, y lo entiendo —Intentó sonreír pero, hizo una mueca. —, nadie pero nadie quiere ser amigo de la chica que algún día va a acabar con su vida.

Los dos se quedaron callados y entonces, Paula supo que su teoría estaba en lo correcto. Solo había que pensarlo y analizarlo, su vida no era buena, no era divertida, no era la típica chica adolescente, no salía, no bebía, no disfrutaba. Ellos sí.


Miró hacia el pasado cuando su madre seguía con vida, y deseo, deseo más que nunca que ahora ella estuviera viva, tal vez esto nunca hubiera pasado.
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Siento tanto la demora pero tuve algunos problemas.

Espero que les guste, Comente aca o en mi Tw @LoveClariego

¡Buenas Noches!

Novela Let Me Die - Capitulo 30

Capítulo treinta. –Let me die.

“Podemos elegir ver lo bueno, en nosotros mismos y en los demás”

Paula volvería a su casa, llevaba dos días en ese maldito hotel y no lo soportaba. Necesitaba su cama, su bonita cama, no le gustaba para nada aquel lugar. Cerró la puerta de la habitación con su mochila en su hombro colgando, en algún momento tenía que volver, no tenía la suficiente ropa como para vivir fuera de su casa.


Encendió el auto, y di una vuelta en ‘u’ para volver a la carretera y llegar hacia el centro de Londres.

Llevaba tres horas andando por la ruta, y se había perdido de nuevo. Era un completo desastre, no llamaría de nuevo a Pedro, Pau no le haría pensar que él era siempre su salvavidas… Así que, cuando encontró una estación de servicio paró y preguntó por dónde tenía que ir, estaba yendo en dirección contraria hacia dónde es el centro de la ciudad. Volvió a entrar al coche, y golpeó el volante con fuerza que se terminó lastimando ella, la mano se le ponía roja con el paso de los segundos e iba maldiciendo en voz baja. Le dolía.

Habían pasado dos horas más, se habían convertido las ocho de la noche cuando paró el auto enfrente de su casa. Prendió su celular, y tenía mensajes, llamadas, mensajes de voz de su padre, Emma y Pedro, abrió el último: el castaño le preguntaba cómo estaba y que si necesitaba algo que la llamara sin importar la hora. Sonrió al verlo y apagó el aparato de nuevo.

Bajó del coche con la mochila en el hombro, sentía una presión en el pecho, se sentía completamente nerviosa, su padre estaba en casa porque se notaban las luces prendidas, su estómago se revolvió del pánico que tenía. No quería verle la cara, en esos momentos, no le quería… Por más que quisiera decir que le odiaba, no podía.

Oh, vamos, era su padre y el odio era un sentimiento demasiado grande así como el amor, imposibles de identificarlos a tan solo días.

Caminó, subió un escalón, después otro y estaba enfrente de la puerta.

Al abrir, se encontró con vidrios en el piso, las cosas desordenadas y botellas que contenían alcohol, el líquido también estaba tirado por todo el piso, había muchas de estas. Paula se quedó con la boca abierta, y sin hacer ruido; cerró la puerta, y caminó entre todo esto pero, no era tan silenciosa. Sintió unos pasos, y la puerta del baño se abrió… Su padre salió del mismo con los ojos cansados pero cuando le vio se iluminaron, estaba pálido y tenía ojeras. Estuvo de la misma manera que cuando se murió su esposa, Paula sintió un nudo en la garganta y sacó la vista de su cara. Quiso caminar hacia la puerta e irse, marcharse lejos de ahí pero no quería dejarlo de esa manera, lo veía tan vulnerable, tan solo, tan triste que se vio reflejada.

— ¿Estuviste bebiendo?

Que pregunta más estúpida.

Había botellas de alcohol, y él tenía el mismo olor que una persona tiene cuando consume esa cosa, obviamente estuvo bebiendo, no haría una fiesta porque si hija desapareció y no dejó rastro de seguir viva.

—No lo habías hecho desde que mamá murió.

—Sentí que te había perdido como a ella, Paula. —No se había dado cuenta pero él había bajado muy rápido hasta estar enfrente de ella. Acarició sus hombros.

—Me perdiste pero no como mamá, papá. —Dijo, y se alejó de él subiendo a la escalera. Él gritó su nombre pero, Paula no se detuvo, sabía que si le volvía a ver le perdonaría, y no quería eso.

Le había mentido, había hecho algo que nunca nadie podría imaginar que su padre haría. Era algo tan ilógico que daba miedo, ¿Quién hace eso? A nadie se le puede cruzar semejante idea, no tenía sentido y tal vez, nunca lo tenga. Cerró con llave la puerta, y gracias a Dios solo ella tenía la de su habitación, su padre no podría entrar.


A las once de la noche, cuando vio por la perilla de la puerta que Miguel no merodeaba por la casa salió de su habitación, tenía hambre y comería lo primero que encontrara en la cocina. No podía vivir de esa manera de todos modos, se tendría que soportar verlo todas las mañanas, y alguna que otra vez en la tarde o saldría toda la misma para no verle un segundo.

Fue a la cocina, se preparó algo sin hacer el más mínimo ruido, todo seguía de la misma manera en la sala, su padre no había arreglado nada. Mañana volvería al Instituto, y después pondría la casa en su lugar…

Volvió a subir a su habitación, y apenas entró y cerró la puerta, se encontró con Pedro, el plato que tenía salió volando y cayó al suelo. No se rompió pero toda la comida se desparramó por el piso, no soltó ni un grito pero cuando vio el alimento machar todo, casi manda al diablo al castaño que siempre le asustaba.

—Oh, lo siento, no sabía…

No lo dejó terminar.

— ¿Cómo es qué entras aquí? ¿Por qué nunca te escuchó? ¿Eras ladrón de Joven, Pedro? —Le preguntó con las cejas levantadas habla con sarcasmo, y su tono de voz era tranquilo pero se estaba desesperando.

—Tal vez en mi vida pasada era un ladrón. —Sonrió. Se agachó y agarró el plato, empezó a juntar lo que Pau había tirado. —Tienes que ser más cuidadosa, no puede ser que tires todo, Paula. —Dijo serio.

—Oh, eres un imbécil. —Le pegó en el hombro, y se puso a su altura ayudándole.

[…]

Pedro había traído una pizza, y se quedaron los dos comiendo mientas miraban una película. Paula se sacó la cazadora que tenía, y se había olvidado por completo que tenía las vendas con sangre de hacia unas noches, su blusa era de manga corta y por lo tanto, los cortes que alguna vez se había hecho se veían y los recién realizados aún estaban “frescos.”

Pedro tragó gordo cuando los vio, no podía alejar su vista de su brazo. Siento pena y quiso pegarse en la cabeza por haberle hecho tanto daño.

« — ¿Desde cuándo te lastimas a ti misma? —Su cara de horror, espanto, y asombro fue molesta para Martina.
—Desde el día que empezaste a llamarme fea. —Sus ojos se nublaron, el chico sintió un nudo en su garganta. »


Sacudió su cabeza y se levantó de la cama, caminando alrededor tirando de su cabello. Martina le miraba fijamente, y Pedro paró para mirarla, una triste mirada posaba sobre su cara. Estiró su brazo señalando al de ella que estaba con la venda, y la castaña al darse cuenta, se volvió a poner la cazadora.

—Fui la razón por la cual tienes muchas de todas esas marcas. —Dijo, y emprendió camino a la ventana. —Soy un idiota, lamento tanto haberte hecho eso.

Lo que no sabía era que Paula jamás lo perdonaría pero, intentaba olvidar esa parte pero no completamente porque Pedro siempre le hizo daño y algo bueno, no cambiaba las cosas malas.

—Sé que nunca vas a perdonarme, y lo entiendo. Estoy de acuerdo —Susurró. —, y me mata haberte lastimado tanto, Paula.

Salió de la misma manera que entró y, desde ese día Paula dejó de verlo como antes. Pedro ya no se acercaba a ella en el Instituto, y nunca más volvió a entrar a su casa por la ventana, tampoco le tocaba la puerta, un día recibió un mensaje de él: “Sé que te dejé sola en el peor momento pero, es preferible que pase esto ahora antes de que no pueda alejarme nunca más. Lo siento” Y entendía, lo entendía muy bien.


Además, nadie quería ser amiga de la suicida, nadie quería tener que soportar llantos, gritos, lamentos, insultos. Ella estaba destinado a estar sola, y capaz eso era algo bueno.

Novela Let Me Die - Capitulo 29

Capítulo veintinueve. –Let me die.

Pedro estaba sentado en el otro extremo de la cama en diagonal a Paula, ella le había contado todo porque necesitaba descargarse, quería ser un globo como su madre le dijo… No podía entender cómo es que recién ahora se acordó de eso. Ella le había enseñado un montón de frases antes de morir para poder sobrevivir para cuando sea grande por si no seguía viva… Y nunca había tenido presente aquellas que le ayudarían.

—Tu padre no me contrató ni nada por el estilo, Paula. —Le dijo, era la décima vez que le decía lo mismo.

—No te ofendas pero, no te creo.

Pedro chasqueó la lengua, y una sonrisa se extendió por su rostro. Sus mejillas tomaron un color más caramelo, y abrió la boca para decir algo.

—Si eso es así, ¿Por qué sigues aquí conmigo?

—Touché.

[…]

Eran las seis de la mañana cuando Pedro dejó la habitación por haber recibido una llamada de la madre preguntándole dónde estaba, y diciendo que realmente se preocupó por él… Paula realmente estaba agradecida de que él estuviera ahí con ella para escucharla cuando quería desahogarse.

Le despidió y lo primero que hizo fue mirar hacia la cama, y su mochila, cual agarró entre sus manos para sacar su celular. Veinticinco mensajes de texto, veinte llamadas, cinco mensajes de voz, y todas eran de su padre.

Canceló todas las opciones que tenía para devolver llamadas, respondes los mensajes, y oír los de buzón de voz… Solo quería dormir toda la tarde hasta que se sintiera bien aunque, nunca lo haría. ¿Cómo podía, después de esto, mirar a su padre a la cara? ¿Cómo podría EL hacerlo? No tendría el valor de caminar por los pasillos sin tener miedo de encontrarse con Emma.

Ojala nunca hubiera pasado nada de esto.


Paula cogió su mochila y fue al baño, en unos de los cinco bolsillos pequeños tenía una navaja sin usar, poseía una gran colección de aquellas. Cuando la encontró, la miró por un rato hasta que se la clavó en la muñeca sin compasión sobre ella misma, la lanzó como una navaja es lanzada, hizo un trazo desde el inicio de la muñeca hasta el antebrazo, y como siempre, las lágrimas cayeron al igual que las gotas de sangre contra el piso… Contra el piso duro, y frío.

Novela Let Me Die - Capitulo 28

Capítulo veintiocho. –Let me die.


“Tienes que ser como un globo, Tienes que volar en libertad, como si solo fueras tú y el aire. Los problemas tienen que quedarse fuera de tu cabeza. Debes ir, explorar, conocer siempre estando libre porque eres una persona y mereces eso”


Paula no entendía por qué la vida era tan injusta. Nunca le había hecho nada a Sandy y sin embargo, ella le molestaba. Nunca le había hecho nada a su padre y él le mentía.


Estaba dentro de una habitación con Pedro en uno de esos hoteles para una sola noche en medio de la ruta, Paula se encontraba sentada en la cama, y los brazos del chico le rodean por todo su cuerpo, dándole protección.

Se sentía mal por dos cosas: su padre le había mentido, había contratados a dos chicos para que le hicieran vivir la típica vida adolescente que toda chica quiere disfrutar y después, estaba Pedro.

Él, desde hace poco, le había empezado a tratar bien y de vez en cuando hablaba con Pau en los pasillos o sala del Instituto, le tomó aprecio, y Paula le trataba mal… Pedro está con la castaña en ese momento, haciéndola sentir que no está sola, y la sensación de arrepentimiento formó un nudo en su garganta.

—Perdón. —Dijo Paula saliendo del pecho de Pedro.

— ¿Por qué? —Él frunció el ceño, bajando la cabeza hacia ella. Era mucho más petisa que Pedro.

Paula se quedó callada pensando en sí decirle o no, no quería que él supiera que le tenía una pizca de cariño. Era raro: nunca habían sido amigos, y él le trató mal, y después Pedro se unió a lo que era la amistad de Emma y Paula… Un pensamiento atravesó su cabeza: ¿Él también era otra mentira? ¿Era el otro proyecto de Miguel? Observó sus ojos, y luego su expresión. No sospechó de Pedro pero realmente no podía confiar en nadie… La vida está llena de gente que siempre te va a lastimar, y no importa lo que trates de hacer para evitarlo, las cosas hirientes que te escupen las personas o tú misma siempre quedan rebotando en la cabeza como si fuera una pelota de futbol. Recordó una frase que su madre siempre le decía antes de ir a dormir pero, ella era tan pequeña que nunca la entendió, y ahora se había detenido a pensarla.

“Tienes que ser como un globo, Paula… Tienes que volar en libertad, como si solo fueras tú y el aire. Los problemas tienen que quedarse fuera de tu cabeza. Debes ir, explorar, conocer siempre estando libre porque eres una persona y mereces eso.”

Se había quedado en silencio por unos minutos, y Pedro permanecía sentado mirándole. Cuando volvió a la realidad, él seguía de la misma manera que antes. No le respondió la pregunta que le había hecho, quería saber si todo lo que hacía era porque su padre lo había contratado o si de verdad lo hacía porque, de algún modo, le importaba.

—Respóndeme algo con toda la sinceridad, ¿vale? —Le dijo ella levantándose de la cama.

Empezó a caminar alrededor de la pequeña habitación, se sentía asfixiada, abrió la ventana y dejó correr el aire. Pedro soltó una risa.

—Suéltalo.

— ¿Mi padre te pagó o algo para que tú te acerques a mí?

Pedro arrugó la frente, y juntó sus cejas sorprendido por la pregunta que había escuchado. Se pasó una mano por el pelo, y siguió de la misma manera. Negó con la cabeza. Paula pensó en que, tal vez, era muy buen actor pero, una parte de ella confiaba en que eso no había pasado pero la otra le gritaba que sí.

— ¿Por qué lo preguntas, Paula? —Dijo en una voz muy suave como el terciopelo.

Enfrentó sus ojos contra los de él. No debería contarle, ella todavía no lo aceptaba del todo porque, o sea, su padre le había mentido y a las personas que les confío lo que les estaba pasando solo la vieron como un proyecto para poder ganar dinero fácil. Solo tenían que fingir que les importaba, tenían que decir cosas bonitas, tenían que animarla a vivir la vida cuando Paula no quería eso.

La vida era una mierda.

Caminó hasta la ventana y recostó sus brazos en el picaporte blanco que poseía para ser decorado, aunque digamos que no era muy lindo, sólo era un lugar para quedarse por un día y luego, conseguir un apartamento o solo volver a la casa.

Minutos después, escuchó pasos de alguien acercarse, sabía que era Pedro porque era la única persona ahí mismo con ella. Se apoyó contra la ventana, que era amplia, y le volvió a preguntar por qué le preguntó eso. Paula hacía sus esfuerzos para no llorar cuando pensaba eso, como necesitaba a su madre en este momento, capaz si ella todavía siguiera viva, nada de esto estuviera pasando… Ella era el ángel alegre de la familia, siempre iba a hacer eso.

Y como siempre, las lágrimas caían por sus mejillas empapando su cara, no hizo nada para que estas se fueran de la misma. Pedro metió las manos en sus bolsillos, y le miró.
Paula abrió la boca para hablar, y se giró para ver la cara de Pedro, en sus ojos vio que no sabía qué hacer con todo esto, al parecer era la primera vez que veía llorar a una chica de esta manera y también, vio pena. Era lo último que la gente sintiera por ella: pena.

Todos siempre sentían pena, pena, y pena.

—No sientas pena.

Novela Let Me Die - Capitulo 27

Capítulo veintisiete. –Let me die.

''Me estas controlando, causas en mi sensaciones que no cualquiera causaría''

De esa salida, su padre no se había enterado aunque cuando encontró todo el sistema roto pensó en que su hija se había escapado ese día pero, Paula le hizo creer lo contrario.


Las semanas pasaban totalmente lento, y el mes de castigo no terminaba nunca. Pedro cumplió con lo que había dicho la última noche que tocó la habitación de Paula, a todos lados le seguía, y lo peor de todo es que ella compartía clases con Sandy, y el miedo cuando quedaba sola se apoderaba de su cuerpo… Ella no le hizo nada, nunca le lastimó.

La castaña corría por las puertas del Instituto para salir de ahí lo más rápido posible, pero Pedro estaba contra el auto con los brazos cruzados sobre su pecho.

Paula bufó, y pensó en la idea de ir caminando hacia llegar a su casa que no estaba lejos pero, el auto era de su padre, y lo necesitaba para ir a trabajar en la tarde así que, lo ignoró.

Le trababa la puerta y por eso, no pudo ignorarlo como su mente le reclamaba aunque, en parte quería que le hablara… Su voz era seductora.

— ¿No vas a decirme permiso?

Ella le ignoró, intentaba empujarlo pero, él era tan fuerte que eso no era posible.

—Oh, vamos… ¡Estuviste todo el día pegado como un gran dolor en el trasero! —Le gritó, y le empujó de nuevo, se movió dos centímetros pero, eso no servía para poder entrar al coche.

—Me gusta saber que soy la razón de tu malhumor.

—Eres un hijo de puta, ¿sabías eso? —Abrió la puerta trasera, y tiró su mochila, buscó la llave del auto y volvió a cerrar la puerta. —Muévete.

Pedro negó con la cabeza, y acomodó sus lentes de sol. Era irónico, estaba nublado, no había Sol, el cielo estaba completamente gris, y el chico usaba lentes…Paula no entendió si lo hacía para conseguir más chicas porque se veía realmente bien o porque de verdad tenía un gran problema.

—Vale, te resumo esto: Mi papá se tiene que ir a trabajar con el auto, y yo estoy aquí sin poder salir porque un chico —Le señaló. —, está bloqueando la puerta. Así que, permiso. —Pedro se quedó inmóvil. Paula empezaba a perder la poca paciencia que tenía.

Pedro le sonrió, y le corrió un mechón de la cara, la castaña se movió de costado alejándose de él. Fue a la puerta del copiloto, y tiró de la puerta pero, no abrió. La soltó, y tiró de nuevo… Pedro tosió, y sacudió la llave del auto en su mano. Paula tocó su cintura, y vio que las llaves habían desaparecido.

—Imbécil. —Susurró.

Pedro soltó una risa y caminó hacia su coche. Paula corrió detrás de él, y le tomó el brazo dándole la vuelta para que lo mirara. Agarró su mano, y tiró de la llave, prácticamente, se la arrebató. Dio media vuelta, y Pedro llevó las mismas a la cintura de la chica y la devolvió donde antes. Sonrió de lado, y Paula le quitó los lentes y también sonrió.

—No te quejas de esto, ¿o no?

—Suéltame o te los rompo.

Pedro negó con la cabeza, y le acercó más. Un pedacito de la parte superior de los lentes se rompió, y Pedro se mordió el labio. Iba a soltarla, pero tenía mucho más lentes en su casa, y le gustaba el contacto que estaban teniendo.



Era sábado por la noche cuando Diego y Emma tocaron a la puerta. Paula todavía se estaba preparando, pero su padre les abrió la puerta, Miguel les había invitado a una cena porque quería conocer a las personas con la que su hija se relacionaba… Lo peor de todo es que él los conocía perfectamente.

Paula terminó de colocarse su perfume y salió de su habitación sin hacer ruido. Quería escuchar la conversación que estaban teniendo, Emma era muy buena entablando charla con cualquier persona que estuviera alrededor así que el tema podía ser desde el último partido de soccer hasta las siguientes fiestas de fin de año pero, nada de lo que pensó era el tema del cual conversaban.

—No quiero que mi hija desobedezca, ¿vale? No te llamé a ti para que seas de mala influencia, Emma. —Le dijo, y le señaló con el dedo índice. —Y tú, Diego, debes ser más inteligente, sé que Paula no se junta mucho tiempo contigo por más que sean “novios” o lo que sea. —Hizo un mohín con la mano derecha, y luego, llevó una mano a su cadera. —Les pago para que ayuden a que tenga una vida de adolescente, pero no de esta forma, chicos. No hacen el trabajo tan bien, ¿sabían?

« Les pago… »

« Trabajo. »

Paula ahogó un grito, y sus lágrimas amenazaron con caer de sus ojos. Su padre, quien era la razón por la que seguía viva, había hecho todo esto. Emma no le habló por casualidad, Diego nunca dijo las cosas con sinceridad. Paula tenía un broche en su mano que cayó cuando escuchó la conversación, y este rodó por las escaleras. La vista de las tres personas en esa cocina se volteó donde ella, y la castaña volvió a su habitación, cerrando la puerta con llave.

No había visto la cara de las tres personas que se habían vuelto importantes en la vida, pero sabía que quería evitarlas lo más pronto posible.

Estaba tomando decisiones apresuradas pero, no era lo importante en ese momento. Tomó una mochila, ropa que tenía tirada por el armario, dinero y las llaves del auto. Volvió a abrir la puerta, y su padre estaba parado con Emma y Diego a los costados. Salió corriendo hasta la puerta, pero fue detenida por la rubia.

—Paula, Paula escúchame, por favor… No es…

—Oh, no me digas las malditas frases de todas las malas películas de la vida, Emma. —Le dijo, y abrió la puerta, tiró de ella y salió.

— ¡Paula! —Gritó una voz grave, era su padre, reconocería esa voz hasta dormida. No podía escucharlo hablar, en ese momento, odió ese sonido. —Déjame explicarte…

Paula negó con la cabeza, sin ni siquiera dar la media vuelta para hacerlo. No podía ver sus ojos, su padre quien siempre había estado, de una manera, para ella, ahora era un completo desconocido. No lo veía nunca, le retaba, le castigaba, y le hacía sentir de la peor manera.

—No puedes explicar nada, tengo todo claro, Miguel. —Le dijo.

Caminó hacia el auto, y abrió la puerta metiéndose dentro. Encendió el carro, y se fijó sobre su hombro en el vidrio trasero para ver si algún auto atravesaba la calle, y cuando no fue así, dio marcha atrás… Y salió por la casa.

— ¡Paula! —Escuchó el grito de su padre, y lo último que vio, fue su reflejo.

[…]

Había pasado tres horas desde que conducía por aquella autopista, no sabía a dónde iba. Estaba totalmente perdida, su cabeza daba vueltas, y tenía lágrimas cayendo por su mejilla. Su maquillaje se corría cuando caía cada una de estas. Vio una estación de servicio, y fue a parar en esta, tenía solo un número al cual llamar pero, no quería hacerlo. Eran la una de la mañana de un sábado por la noche, Pedro estaría de fiesta o follando por ahí con Sandy o cualquier otra zorra… Necesitaba saber dónde encontrar un hotel, y quedarse ahí por un tiempo.

Sacó su celular, y buscó en sus contactos el número para llamarlo. Sonó una vez, dos, y cortó. No iba a hacerlo.

A los minutos, alguien le estaba llamando… Era el mismísimo Pedro Alfonso al teléfono, dejó pasar uno, dos, tres tonos, y decidió contestar. Intentó que su voz sonará lo más normal posible pero, estaba rota, quebrada, hacía solo unas tres horas y media se enteró de que las personas que siempre son importante te fallan, no se podía confiar en la gente porque todo era una gran mierda, su vida era una gran mierda, y siempre sería así. Estaba destinado a ser así, las cosas no cambian, y la suerte de Paula tampoco lo haría.

— ¿Paula? —Preguntó la voz de Jorge, parecía dormido.

Ella hizo un ruido a través del teléfono, y lo alejó de su oído. No podía hablar, estaba ahogada entre sus lágrimas, y su nudo de garganta.

—Paula, ¿estás bien?

—No. —Logró susurrar.

—Bien, ¿Dónde estás?

Cuando le había dicho donde se encontraba, cortó el teléfono y se recostó en el asiento en el que se encontraba, hacía frío, y la calefacción no andaba.

Mierda.

Nada le salía bien.

Cogió la cazadora de su mochila, y se colocó, con la manga de esta limpió el ojo derecho, y luego el izquierda. Tenía unas grandes ojeras, y al entender que era lo que estaba pasando en su vida, sintió una gran necesidad en su interior de tomar una navaja y pasársela por sus brazos, viendo la sangre correr hacia todos los lados.

—Mi vida es una mierda.

Tenía unas uñas que eran lo bastante largas y filosas, por lo que empezó a acariciarse la muñeca hasta que esta quedó roja y con algunos rasguños. Odiaba esto. Odiaba su vida. Odiaba ser ella. Odiaba no tener a nadie.

[…]


Pedro abrió la puerta del auto de Paula como a las tres de la mañana, había tardado dos horas en ir hacia ella, pasando por alto muchos semáforos, quería estar con ella. No sabía que le había pasado, pero no iba a presionarla. Quería que ella tuviera el valor, y la confianza suficiente para contarle que era lo que pasaba. Le tocó el brazo, y la despertó. Cuando ella le vio, salió del mismo, y se acurrucó en su campera. Le vio a los ojos, él también tenía ojeras pero solo por haberse levantado a la madrugada para ir a buscarla. Pedro capaz no sabía lo que estaba haciendo por ella, pero Paula sí, sus ojos volvieron a arder, y las lágrimas comenzaron a caer, el chico rodeó sus brazos alrededor de ella, y la castaña dejó su cabeza en su pecho, llorando como si hubiera perdido todo, aunque, realmente había perdido todo.

Novela Let Me Die - Capitulo 26

Capítulo veintiséis. –Let me die.

''Ella no quería morir, ella quería vivir pero feliz''


Mierda.

Mierda.

Triple mierda.

Bajó las escaleras sin los zapatos, y con el pelo todo alborotado. Miguel, esperaba impaciente en la cocina con una taza de chocolate caliente en las manos. Al ver el reloj de la cocina, vio que era demasiado tarde: Las cuatro de la mañana. Él le había dicho que se quedaría a dormir en un hotel. Pau hizo una mueca al entrar donde su padre.

—Antes que me castigues o me digas algo… Lo siento, no sabía que iba a llegar tan tarde, y tampoco tenía planeado ir de fiesta, sólo quise acompañar a Emma ¡Además! —Dijo con un tono de emoción. —Tú quieres que tenga una típica vida adolescente, y esto es lo que hacen las adolescentes…
—Me alegro que entiendas, ahora… —Junto sus manos en la mesada. —Castigada, un mes, sin salida, sin citas, sin tu novio, y solo pueden venir a casa pero, tú no sales… —Le señaló con el dedo, y luego dio media vuelta. —Que descanses. —Besó la cabellera de la chica, y estaba a punto de salir por la puerta cuando el gritó de su hija le penetró por los oídos.

— ¡¿QUE?! ¡Estoy a salvo, papá! No hagas esto.

—Pau, tú no eres de salir, no te puedes quejar. —Se dio media vuelta, y siguió caminando.

—Pero quiero hacerlo, si quiera a la tarde para ir con Diego o Emma…

Su padre hizo un ruido con la boca negando esa petición, tomó otro sorbo de su chocolate caliente, y lamió sus labios.

—Un mes. Castigada. Sin citas. Sin salir. Sin Diego.

……………

Una semana. Una puta semana. Sólo eso había pasado del castigo, y cada día pasaba más lento de lo normal. Su padre nunca estaba en la casa, pero la tenía totalmente vigilada. Colocó cámaras por toda la casa, y activó unos sensores para que Paula, si tenía ganas de salir a la tarde, no pudiera hacerlo… Cada vez que atravesaba alguna puerta o ventana, la alarma sonaba y la hacía volver a entrar a la casa.

Ella estaba rodeada por todas las paredes de la casa, sin poder salir. Sólo su padre sabía cómo desenchufar todos los cables de esta cosa mecánica. No sabía, más bien, no tenía la más pálida idea de que Miguel hiciera tal cosa, por un momento llegó a pensar que realmente estaba loco, pero era su padre… Aunque no lo entendiera, quería hacerlo.

Cada vez, que llegaba desde el Instituto a la casa, y pasaba la puerta, se escuchaban unos sonidos que aseguraban que si salía, la alarma sonaría.

Una tarde, mientras leía un libro que encontró por ahí que no era para nada interesante, alguien tocó a su ventana. Era Pedro. Siempre ahí, espiando y molestando. Una sonrisa se atravesó por sus mejillas. No le esperaba.

Llegó a la misma, y la abrió. El chico pasó y se sacudió.

—No puedes estar acá.

Pedro sonrió con su hermosa sonrisa torcida.

—Si puedo estar acá… —Se sacó su gorra de beisbol, y se la acomodó. —Tengo un plan, ¿quieres participar?

Paula cerró su libro que todavía lo tenía en mano, lo tiró sobre el escritorio. Dio media vuelta, caminó a la cama, y se sentó. Le ofreció un lugar a Pedro, quien se quedó parado.

—Cuéntame. —Pidió Paula.

—Estás castigada por un mes, ¿cierto? —Paula asintió frunciendo los labios. — ¿Sabes lo que hacen los adolescentes cuando están castigados y sus padres no están en casa? —Paula negó con la cabeza, y Pedro formó una sonrisa. —Se escapan, y ahora es tu turno.

—Lo pensé pero… ¿sabes algo? ¡Estoy rodeada por cámaras! —Exclamó frustrada, su padre estaba loco, completamente.

—No lo creo… Una gran persona, si puedo decir, sacó todos los cables que conectaban las cámaras y las alarmas, no hay nadie que te detenga, excepto tu misma.



Hubo un trayecto de una hora hacia un lugar desconocido donde Emma le esperaba a Paula, y a Pedro. Cuando llegaron, eran como las seis de la tarde, había una pequeña fiesta de tarde en un lugar como un parque pero sin ser uno, digamos que tanto como la rubia y el chico tenían contactos por todos lados, y siempre estaban invitados a fiestas donde podían llevar acompañantes, y en este caso a Paula.

Ella vestía unos pantalones de cuero negros, con sus converse, y una remera holgada que decía “Freedom”, su madre de la compró unos días antes de morir. Fue el último regalo que le hizo, y el último que alguna vez, le volvería a hacer.

Cada vez, anochecía más, y más. La rubia y la castaña bailaban al ritmo de la música, mientras Pedro estaba por ahí con una chica bailando totalmente apretados, realmente, esas escenas a Paula no le gustaban, daban asco. Las mujeres dejaban tocarse por hombres que apenas conocían, y hombres, quienes tienen novias, toquetean a cualquier chica que se les cruce por el camino siempre y cuando tengo unos grandes pechos, y un grande trasero.

Paula agradeció ser tan alejada del resto para no ser de esa forma, a veces Emma daba a pensar que era de esa forma pero, ella siempre se dejaba tocar por un chico, si él era su novio. Aunque, en parte, no estaba bien… Dejarse tocar por cinco o más chicos en tres años.

Eran como las nueve de la noche cuando, Emma y el chico misterioso de la otra vez, empezaron a moverse una contra otro. Paula dejó aquel lugar, y caminó hacia otro lado donde no se escuchaba la música, y no había nadie o eso pensaba.

Escuchó unos pasos por detrás de ella, cuando giró la cabeza no había nadie. Y por el lado izquierdo, volvió a sentir la presencia de una persona, podía ser cualquiera.
Iba a hablar pero, prefirió callarse.

Alguien salió corriendo por detrás de un árbol, y le tiró al piso golpeando su cara contra el pasto, que estaba un poco mojado por el rocío de hacia unas horas.

—Te callas porque, juro que te perseguiré hasta tu último maldito día, estúpida. —Le susurró una voz femenina, tan conocida… Sandy. —Así que te ves con mi novio, hija de puta.

Le soltó el pelo, y se levantó de arriba de ella. Paula dio media vuelta en el piso, tenía los ojos llenos de lágrimas. Se había lastimado, su nariz sangraba.

Escuchó el grito de su nombre a lo lejos, era la voz de Pedro.

—Escúchame bien… Vas a decir que te caíste, pero, créeme que voy a vengarme.

Se volvió a esconder, y Paula quedó tirada en el piso, hecha una pequeña bolita, estaba lastimada, había caído con las rodillas en el pasto, y eso era totalmente doloroso debido a que estaba duro, y no era blando.

Pedro llegó a su lado, y al verla de esa manera, se fijo por los costados pero, nadie estaba cerca. Se agachó, y la tomó entre sus brazos… A unos dos metros, vio un banco y con un paso rápido, llegó hasta ahí donde depositó a Paula.

— ¿Qué pasó? ¿Quién te hizo esto? —Preguntó, acomodándole el mechón de la cara.
Paula sólo negó con la cabeza, y se sentó en la banca. Empezó a llorar mientras que, con la manga de su remera, se limpiaba su nariz, de esta salía sangre… Mucha sangre. Pedro la abrazó, y cuando Paula tenía su cabeza en el hombro del chico, Sandy apareció de espalda, y le miró por unos segundos hasta salir corriendo.

Tenía miedo, mucho miedo, y tendría que hacer todo lo posible para alejar a Pedro de su vida. No era la clase de persona que ella creía, pero, si alejarse de él, la mantendría a salvo eso haría.



Entraron a la casa por la ventana, y Pedro estaba a punto de irse cuando Paula le detuvo, pidiendo que se quedara unos cinco minutos más porque tenían que hablar.

—No quiero que nos veamos más. —Le dijo, más bien fue como una súplica.

Pedro frunció el ceño, y después de unos segundos, sonrió, pensó que era una broma. No se llevaban mal y de la nada, le dijo esto.

— ¿Qué? —Preguntó Pedro.

—Lo que escuchaste, no quiero verte más.

Pedro tragó gordo, las esperanzas de que fuera una puta broma se habían ido y por el tono de voz que Paula utilizaba sabía que hablaba seriamente. Se sentó en el escritorio, y cruzó sus brazos.

— ¿Por qué dices esto?

—Solo, quiero que te alejes de mi vida, no quiero tener nada que ver contigo, Pedro, ¿vale? Es por nuestro bien. —Le dijo, y se sentó en la cama.

Pedro agachó la cabeza, y mordió su labio.

—No puedo irme así como así, ¿sabes? No se si te habrás olvidado pero, me importas, y cuando alguien…

— ¡Te quiero lejos! ¡No te quiero tener cerca! ¡Entiéndelo! Ponte en mi lugar una sola vez… No sabes que se siente hablar con la persona que te dejó millones de marcas en toda tu alma. —Le exclamó. Tenía ganas de llorar, no porque le decía tales cosas a Pedro, sino porque traía recuerdos totalmente feos. Así unas semanas que no tocaba sus navajas, que sus muñecas estaban libres… Y ahora, estas parecían abrirse de a poco.


—Si piensas que voy a dejarte, te equivocas, Paula.