Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

jueves, 16 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 15 - {MARATÓN 1/7}


''Eres un completo idiota'' – 17 Años

No podía dejar de mirar al chico detrás del mostrador. Era guapo, alto, de cabello rubio y con una hermosa sonrisa. Trataba de ponerle atención a lo que me decía Fatima acerca de la falda que había encontrado, pero no podía apartar mi mirada de él. 

—Creo que la comprare… —le entendí a Fatima. Miré al suelo cuando crucé la mirada con el chico, sentí que me sonrojaba de a poco. Fatima notó ese detalle y buscó con la vista el punto que había estado mirando, cuando encontró al chico hizo una mueca y me golpeó en la cabeza con la falda.

—No puedes, Pau. Estás comprometida ahora, ¿qué pensaría Pedro si te viera en estos momentos?

Sí… ¿qué pensaría él? ¿Me dejaría libre?

—No lo sé… tampoco es para tanto, sólo lo estaba mirando. Estoy comprometida, no ciega —le respondí. Fatima negó con la cabeza y siguió sacando ropa de los colgadores de la tienda.

Levanté la vista una milésima de segundo y sentí la mirada del chico. No podía hacer nada, él me gustaba pero no de la misma forma que Pedro.

No, no era justo para ojos Marrones, así que me reprimí e hice como que él no estaba en el mismo establecimiento que yo.

Sin embargo, no funcionó. Fatima me regañaba cada cinco minutos por mirar “descaradamente” a otro hombre que no fuera mi futuro esposo, pero al parecer ella no comprendía que yo aún tenía 17 años y que era una chica como todas las demás.

—Paula, ya basta. Llamaré a Pedro —me dijo enojada mientras sacaba el celular de su bolso.

—Tú no harás nada. No he hecho nada malo, no lo he engañado —protesté. Y era verdad, admitía que el chico me atraía y que no dejaba de lanzarle miradas, pero no había hablado con él. Seguía siendo un desconocido.

Pero como siempre, las cosas iban en mi contra. Cuando Fatima fue a pagar la ropa que había elegido, nos atendió nada menos que el chico.

—Hola chicas, en qué puedo ayudarlas —nos dijo con una agradable sonrisa. Fatima bufó y me fulminó con la mirada con la clara advertencia de “no hagas nada o le diré todo a Pedro”.

—Quiero pagar esto —le dijo Fatima, sin dejar de amenazarme.

Cuando él le entregó el recibo y las bolsas con ropa, Fatima se apresuró en salir tirándome del brazo. Afuera de la tienda, sentado en una banca para descansar dentro del centro comercial, Pedro bebía un café.

—Recuérdenme no volver a acompañarlas cuando digan la palabra “compras” —nos dijo poniéndose de pie y acercándose a nosotras. Pasó su brazo por mi cintura y comenzamos a caminar hacia la tienda de música, Fatima quería aprender a tocar guitarra y para empezar necesitaba una.

—Al final, ¿qué compraron? —nos preguntó Pedro mientras subíamos por la escalera eléctrica.

—Yo un vestido para cuando llegue la primavera, un abrigo, una falda, un par de zapatos y un chaleco —enumeró Fatima.

—¿Y tú, Paula?

—Nada —le contesté.

—No compró nada, pero le echó el ojo a algo que estaba fuera de su alcance —comentó Fatima. Estuve a punto de caerme cuando nos bajábamos de la escalera.

—¿En serio? ¿Qué era? Si no te alcanzó el dinero debiste llamarme, me pagaron ayer.

—No seas tonto, Pedro. No te molestes —me apresuré en decir, pero él ya había dado media vuelta dispuesto a regresar a la tienda.

—Deja que Pedro te consienta, lo hace porque te ama —agregó Fatima, alzando la voz para ponerle énfasis a sus últimas palabras.

Fue demasiado tarde para persuadirlo, en menos de dos minutos estábamos de regreso en la tienda. Estaba atrapada, no quería que Pedro gastara su dinero en algo inservible y caro para confirmar mi coartada, pero si no lo hacía quedaría al descubierto.

—¿Qué era lo que querías, Pau? —miré a todos lados, buscando algo llamativo y costoso. No había nada de mi gusto, nada que convenciera a Pedro. Era un asco, ya que él me conocía como la palma de su mano, no era tan fácil engañarlo en ciertos aspectos –excepto en mentiras blancas e inocentes-. Por ejemplo, en cuestión de gustos, él sabía cómo me vestía, no podía de un momento a otro pedir un abrigo estrafalario con estampado de cebra.

Entonces, al final de la tienda, una repisa de perfumes iluminó mi mente. Eso era, los perfumes eran caros y no estaban tan alejados de lo que yo usaba.

—Un perfume —le dije. Pedro asintió y buscó donde estaban los perfumes, tuve que señalárselos y fuimos hasta la repisa para verlos. Fatima resopló frustrada, esto no se lo perdonaría fácilmente.

Elegí un horroroso perfume con aroma a vainilla, pero que era el más caro del lugar. Pedro se mordió el labio cuando vio el precio, creí que se retractaría, pero no lo hizo. Me dijo que si eso era lo que quería, me lo regalaría. No me atreví a mirarlo a los ojos, yo era la peor persona del mundo.

Sin embargo, toda la farsa se vino abajo cuando la chica que atendía en la sección de perfumes nos dijo que la caja registradora estaba descompuesta y nos dirigió a la caja donde atendía el chico. 

El calor inundó mis mejillas, al igual que el color. Podía sentir como bajaba por mi cuello, la bufanda ya no me parecía tan necesaria.

—Volvieron —nos dijo a Fatima y a mí el chico. Su sonrisa logró captar mi atención. Me reprendí mentalmente, no podía embobarme ahora, Pedro estaba a mi lado.

—Sí, genial ¿no? —le dijo Fatima. 

Pedro lo miró con desconfianza, pero el chico no pareció darse cuenta y clavó su mirada en mí.

“Mira a otro lado, idiota. No es un buen momento” pensaba asustada.

Después de que Pedro pagara –me sentí culpable cuando le entregó el dinero, un gasto innecesario-, cuando nos dimos vuelta para salir, el chico se apoyó en el mostrador y me llamó. Quise que viniera una manada de lobos de la montaña más cercana a devorarme viva. Los tres nos volteamos, Fatima con una sonrisa victoriosa, yo con lentitud y temor y Pedro con la mirada más extraña que haya hecho en su vida. Podía ver lo tensa que estaba su mandíbula.

—Hey, me llamo Will, me preguntaba si querías salir conmigo. Es que cuando estuviste aquí con tu amiga me fije que no dejabas de mirarme, así que supuse que…

—No supongas nada —le cortó Pedro. Estaba aterrada, tenía el rostro frío y neutro, como si no sintiera nada. El chico lo miró perplejo, parpadeando varias veces tratando de entender la situación. De pronto, Pedro me agarró del brazo y me arrastró fuera de la tienda. Cande vino tras nosotros, pero Pedro le gritó que nos dejara solos.

Temí por mi vida.

Me obligó a caminar hasta el estacionamiento, allí no había nadie. ¿No iba a golpearme o sí? No, Pedro era demasiado bueno para hacer eso.

—Ojos Marrones, lo siento, te juro que… —comencé a disculparme, pero no pude continuar, la imagen de Pedro furioso era escalofriante. No me hizo nada, no me tocó ni un pelo, pero su mirada acusadora era suficiente para saber que en su mente yo estaba muerta.

—No hice nada, sólo lo miré, ni siquiera sabía su nombre hasta que lo dijo —me atreví a terminar de decir.

No dijo nada. Guardó silencio y buscó el auto que estaba estacionado a unos metros de nosotros. Se subió en el asiento trasero y allí se quedó. Fatima llegó diez minutos después y quiso saber que sucedió, pero no pude decirle nada, ya que yo tampoco lo sabía muy bien.


(...)



Pedro estuvo enojado durante una semana, incluso canceló la cita con la hermana de Nicolás para organizar la boda. No me molestó que lo hiciera, no tenía ganas de pensar en el tipo de servilletas para la fiesta, pero no me gustaba que Pedro me ignorara. La última vez que se comportó de esa manera fue cuando teníamos nueve años.

Era un martirio dormir en la misma cama que una persona que evadía mi existencia, a Pedro no le importaba si estaba leyendo o haciendo una tarea, a las diez apagaba la luz y se acostaba sin dirigirme palabra alguna.

Las cosas no iban para nada bien. 

A comienzos de marzo comencé a preocuparme. ¿Él seguiría con las ganas de casarse conmigo? Parecía que no. Hace un mes eso me habría hecho inmensamente feliz, pero ahora sólo me dejaba un sabor amargo en la boca y un nudo en la garganta, no quería reconocerlo, pero la idea de la boda me había ilusionado en cierto punto. Me gustaba pensar que alguien me quería.

¿Y si todo había sido una broma? No era una mala opción. 

Si lo era, a Pedro le resultó. Logró hacerme sentir mal conmigo misma.

Cuando me di cuenta de que Pedro no quería saber nada más de mí, me cambié de habitación otra vez. Volví a mi cuarto y todas las noches me acostaba con un frío insufrible en mi interior.

¿Pedro hacía todo esto por qué miré a otro chico? ¿O lo hacía por qué no lo amaba?

A mitad de marzo lo comprendí, él no me quería. Todo fue una mentira.

Me distraje más de lo normal en clases, no podía quitármelo de la cabeza. ¿Qué estaba esperando para volverme loca?

Por las mañanas veía el anillo de compromiso guardado en mi cómoda y me preguntaba por qué lo había hecho, por qué de todas las bromas del mundo eligió una relacionada con el amor. Era injusto, de verdad le había creído y había hecho el intento por enamorarme de él.

Y todo indicaba que lo había logrado. Basto con que Pedro me sacara de su vida para darme cuenta de que él era una parte fundamental de la mía. Pero no se lo dije ni a él ni a nadie. Si quería hacerme sufrir, entonces que disfrutara del espectáculo.

A finales de marzo, ya todos se habían dado cuenta de que algo iba mal. Yo no comenté nada y Pedro tampoco, ¿qué le sucedía? ¿Por qué no me dejaba como la mala de la historia?

Las cosas volvieron a cómo eran de niños, con la diferencia de que ahora Pedro ni siquiera me dirigía una mirada de odio. Era invisible para él.

Las cosas me parecieron raras a medida que avanzaban los días, era una completa extraña para él y me estaba afectando más de lo que me hubiera gustado. Aunque las cosas se salieron de control cuando lo vi conversando con Katherine en la escuela. 

Una punzada en el pecho fue la primera señal.

Al otro día fue lo mismo, todos los recreos estaban juntos, a la salida ella lo iba a dejar al trabajo. Les saqué información a las chicas, y Abi confesó que Pedro y Katherine ahora se sentaban juntos. Traté de parecer indiferente, no podía revelar que tan enojada me ponía todo esto.

Hubiese sido fácil devolverle el castigo de la misma forma, pero no me pareció apropiado. Todo había comenzado por mirar a otro chico, no iría por allí a salir con cualquiera sólo para darle celos a Pedro, me lo tenía bien merecido. El problema estaba en que quería que acabara luego y que Pedro se diera cuenta que ya había aprendido la lección.

Pero no se detenía. Si no era con Katherine, era con cualquiera de las tantas chicas de la escuela enamoradas de él.

Facu me preguntaba todos los días que me sucedía, pero no fui capaz de contárselo. Seguro se burlaría.

Me guardé los celos para mí, era justo comenzar a sufrir para apreciar el amor de Pedro.

Sin embargo, mi paciencia estalló el último día de marzo.

Salía de clases, Facu me contaba algo acerca de un recital que darían en un club el fin de semana e iba estar un grupo que le gustaba mucho, me invitó pero yo no pude contestarle, ya que divisé a Pedro apoyado en el auto de Katherine, sonriendo y moviendo su cabello contra el viento. 

Conocía ese movimiento, lo hacía cuando coqueteaba.

—Tenme esto —le dije a Facu, pasándole mi mochila y mis libros para dirigirme a paso violento hacia Pedro.

Cuando estuve frente a él, fue como si me hubiese visto después de años. Se enderezó y se puso nervioso, pero no me importo. Arreglaría las cosas a como diera lugar.

— Pedro, nos vamos a casa, ahora —le espeté. Katherine dijo cosas, las cuales no escuché, no tenía ni tiempo ni paciencia para oírla.

—Tú no tienes derecho alguno para mandarme, soy mayor de edad, puedo hacer lo que quiera —me respondió, pasando su brazo sobre los hombros de Katherine y atrayéndola hacia su pecho. Ella parecía estar en las nubes. Lástima que las nubes estaban demasiado altas y las caídas eran dolorosas.

—No, no puedes. Soy tu prometida, así que estoy en mi derecho de reclamar lo que es mío —le dije con toda la seguridad que mi rabia fue capaz de sacar. La cara de Katherine se deformó, eso no se lo vio venir.

—Entonces, ¿en serio te casarás con Pau Descerebrada? —fue la pregunta que pactó su sentencia de muerte. No soportaba que me dijeran así, me recordaba lo estúpida que era.

—No, ¿cómo crees?

¿Qué había dicho? ¿De verdad lo había negado?

Sentí que las lágrimas se agolpaban en mis ojos, el corazón se me volvía un nudo.

¿Cómo creían que Pedro Alfonso, el chico con las mejores notas, el más educado, adorable y el más guapo del colegio hasta podría decirse del mundo, se casaría con alguien como yo? Eso era un incordio. 

Mas no dejé las cosas así. No me importaba si Pedro se las daba de chico malo, de indiferente o peor, si se avergonzaba de mí. Tampoco me importaba si con esto le daba una pista de que comenzaba a quererlo como algo más, mucho más.

Él era mío. Y fin de la historia. No me había cambiado de cuarto y acostumbrado a sus besos por nada.

—Tendrás que comenzar a creer, porque Pedro es mi novio y no dejo que otras lo toquen —solté con gravedad. Agarré a Pedro del brazo y lo jalé con todas mis fuerzas para que me siguiera. Fue difícil, se resistió, pero no me di por vencida. 

Cuando se dejó llevar, fui hasta el auto que ocupaba en la semana, uno negro y compacto para trasladarme dentro del pueblo.

—Eres una hipócrita —me dijo cuando estuvimos solos. Facu nos había visto, aun cargando con mis cosas, pero le hice una seña para que no se acercara.

—Cállate —le dije entre dientes.

—Comienzo a ver la verdadera persona que eres, estuve ciego tantos años.

—¡Cállate y escúchame! —exclamé exasperada. Él se quedó mudo, sin saber cómo reaccionar—. Yo no fui la que quiso todo esto, tú me propusiste matrimonio contra mi voluntad y tuve que aceptar. No me vengas ahora con que no quieres saber de mí, porque eso no va a ser posible. De la misma forma en que me dijiste en la cocina el día de tu cumpleaños qué harías de todo para enamorarme, te digo esto: ¡Yo no te haré a un lado tan fácilmente como lo hiciste conmigo estas semanas! – Le grite –

Abrió la boca, asombrado de mis palabras, pero yo todavía no terminaba.

—Será mejor que te pongas los pantalones y continúes con tu plan, es inaudito que te hayas rendido al primer obstáculo. Sólo por mirar a otro chico me ignoras. No voy a aceptar estas estupideces —me acerqué a él y quedé tan cerca de Pedro que nuestras narices chocaban.

-Pon atención: mañana iremos a ver a la hermana de Nicolás para organizar la boda. Si no estás allí, daré por acabado todo esto y nunca más en mi vida te daré otra oportunidad.

Estaba siendo impulsiva y violenta, pero no podía dominar mis emociones.

¿Qué si Pedro me importaba más de lo necesario? A final de cuentas, sería mi esposo. Sería mejor dejarlo en claro desde antes.

—Paula… yo… lo siento, me comporté como un idiota —me dijo después de unos segundos de shock.

Lo agarré del cuello y lo atraje hacia mí. Lo besé como nunca antes lo había hecho, como si un fuego se propagara en mi interior. Lo solté para mirarlo a los ojos y decirle en tono de advertencia:

—Ya era hora de que te dieras cuenta.

Y lo volví a besar, para que entendiera por completo que él era mío y que no pensaba compartirlo desde ese momento en adelante con nadie.

miércoles, 15 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 14



''El amor'' - 17 Años

—Me pregunto qué haremos mañana —me dijo Pedro mientras me abrazaba y me hacía cosquillas en la espalda.

— ¿Qué sucede mañana? —le pregunté. No podía ser un “mes aniversario” porque seguíamos en febrero y tampoco teníamos que juntarnos con la hermana de Nicolas para organizar la boda hasta dentro de una semana, así que estaba completamente perdida.

— ¿En serio, Paula? —me encogí de hombros y lo miré con inocencia para que no se enojara por mi ignorancia.

—En serio, mañana no hay ninguna fecha especial —le dije.

—Es San Valentín —me explicó.

Por supuesto, mañana era 14 de febrero, el día de los idiotas enamorados. Pedro sabía cómo me ponía ese día, molestaba a parejas si las veía besándose en la calle o si caía en un día de clases, me burlaba con Facu de los chicos y sus regalos.

—Bueno, ¿y qué con eso? — Pedro me soltó y me miró con seriedad.

—Lo sabía, todo es una farsa, tú no me quieres —dijo en un hilo de voz. Ya conocía ese truco, los últimos días había descubierto lo mal que me sentía cuando fallaba como pareja, así que se aprovechaba de eso y me hacía sentir culpable para que hiciera lo que él quisiera. Antes le habría lanzado un libro por la cabeza para que me dejara en paz, pero ya estaba tan acostumbrada a verlo como mi futuro esposo que cuando me decía estas cosas, a pesar de saber que eran mentiras y que lo hacía para controlarme, sentía que su corazón se partía en dos y todo por mi culpa.

—Lo siento, ojos Marrones… —me disculpé, pero él no cambió la expresión triste de su rostro. Me coloqué de puntillas y lo besé con rapidez, vi un atisbo de sonrisa y me separé—. ¿Qué quieres hacer mañana?

—Vayamos a comer a algún lugar después de la escuela —asentí y le dije que podríamos invitar a Zai con Pablo, para hacer que de una vez esos dos tuvieran una cita.

—No, quiero tenerte sólo para mí —me dijo con terquedad.

Era absurdo, pasábamos todos los días juntos en la escuela, lo iba a buscar después del trabajo, no me dejaba sola cuando estábamos en casa y dormíamos en la misma cama.

—Pero, Pedro … —comencé a protestar, pero él bajó la mirada con decepción y tuve que evitar las ganas de darle la espalda y marcharme de nuestro cuarto.

—Hazlo por mí —susurró.

Y ese fue el punto final de nuestra discusión.

No me quedó de otra que aceptar la cita, Pedro sabía cómo hacerme ceder a sus peticiones. Nunca lo habría imaginado, desde los quince años el me obedecía y parecía sumiso a mis órdenes, pero ahora que parecía saber lo que me proponía con esto de hacerlo feliz bajo cualquier circunstancia, se aprovechaba y ocupaba todos los medios que tenía a su disposición para hacerme caer bajo sus pies.

Y lo peor es que yo estaba al tanto de todo esto y lo dejaba hacerlo de todas formas.

¿Por qué ya no me podía negar como antes? ¿Por qué le hacía caso aunque yo no quisiera?

Tenía claro que algo estaba cambiando en mí, la excusa de lograr algo bueno en la vida ya no me servía, tenía que haber otra explicación para esta insistencia que tenía de hacerlo feliz.

Recordé las palabras de Anna, ¿de verdad me estaría enamorando de Pedro sin darme cuenta?

Lo miré a los ojos, pero mi mente se nubló. No podía responder a esta pregunta todavía, me confundía demasiado. Lo único que sabía era que me estaba dejando dominar por Pedro y que yo no me quejaba.

— ¿Me ayudas con la tarea de filosofía? —le pedí después de discutir lo de la cita.

Estábamos en “nuestro cuarto”, ya era de noche pero seguíamos despiertos cuando recordé que tenía tarea. Filosofía no se me daba bien como ninguna de las otras asignaturas, la verdad es que no hallaba el día en que al fin dejara de ir a la escuela. Con esto del matrimonio ya no podría hacer todas las cosas que había planeado, pero al menos tendría a Pedro para hacerme compañía.

Recientemente la idea de nuestra “relación” ya no se me hacía tan mala: Pedro me amaba, yo lo quería, el me cuidaba y yo buscaba su felicidad. Aún no éramos la pareja de enamorados –no por mi parte-, pero era mucho mejor que estar sola. Tenía la seguridad de que Pedro estaría ahí para mí ante cualquier problema o dificultad que se presentara.

Empezaba a apreciar su cariño.

— ¿Es para mañana? —me preguntó y yo le resté importancia. Él negó con la cabeza con reproche y se sentó en la cama.

Busqué mi libro y mi cuaderno de Filosofía y me tiré en la cama. Pedro abrió el cuaderno y lo hojeó hasta dar con los apuntes.

—Dice que tienes que hacer la actividad 12 de la página 118 —agarré el libro y pasé las hojas hasta dar con la actividad. Maldije para mis adentros, era sobre sexualidad.

No era el tema más indicado con mi prometido al lado y en una cama sin la mirada de nuestros padres encima.

— ¿Cuál es? —me quito el libro de las manos y leyó las preguntas. Una sonrisa pervertida se formó en su rostro y lo golpeé en el hombro para que apartara la idea de su cabeza en el mismo instante en que se le ocurrió.

—No, Pedro —le advertí. Él se rio con ganas y se lanzó encima de mí para hacerme más cosquillas.

—Yo no pensé nada, tú eres la mal pensada.

—Sí, como no —le dije apartándolo.

Nos pusimos serios cuando comenzamos con las preguntas, pero después de cinco minutos no podíamos dejar de reírnos.

—Lee esta… —le dije. Él acercó el libro hasta su rostro y se lo estampé de un golpe. Me levanté y corrí hasta encerrarme en el baño, le había dado en la nariz y no se veía muy contento.

—Sal de ahí a recibir tu castigo, Tinker —me advirtió desde el otro lado de la puerta.

—No me digas así, sólo Nicolas me puede decir de esa forma.

—Te digo como quiera. ¡Ahora sale o no te ayudaré a terminar tu tarea!

Abrí la puerta resignada, no me causó gracia su última amenaza. A penas giré el pomo, Pedro se lanzó sobre mí y ambos caímos al suelo del baño.

—Sal de encima, me aplastas

—No, porque me golpeaste en la nariz —después de un rato de forcejeo, Pedro me liberó. Volvimos a la cama para continuar con la tarea, pero se me hacía difícil concentrarme, el tema provocaba que mi cabeza imaginara cosas que no debía, como yo, Pedro y una cama al igual que ahora, pero en otras posiciones.

—Pau, ¿me escuchaste? —giré la cabeza para mirar a Pedro con una interrogante en el rostro. No lo había oído por estar pensando en… cosas.

Se me revolvió el estómago cuando miré sus labios, un ardor que nunca antes había sentido recorrió mis venas y era desesperante, me quemaba y no sabía cómo apagarlo.

— ¿Qué cosa?

— ¿Cómo reacciona el sistema nervioso?

¿Qué sucedía conmigo? ¿Por qué de pronto Pedro me resultaba tan… atractivo?

—Mal —le respondí, y porque era verdad. Mi sistema nervioso me estaba matando por acercarme a Pedro.

—Ni siquiera lo estás intentando, lee este párrafo —señaló una sección marcada con lápiz y leí lo que me dijo, pero no lo entendí, ya que la respiración de Pedro en mi nuca me ponía nerviosa.

—No entiendo —dije finalmente. Se notaba que estaba frustrado, Pedro nunca tuvo paciencia para explicarme los contenidos por más que me amara.

E incluso así se veía bien. Una sensación nueva se albergó en mi cuerpo, me impulsaba a tocar a Pedro, a pasar mis dedos por su cabello, a besar sus labios, su cuello.

“Detente, Paula” Me dije, esto era anormal en mí.

¿Por qué tenía que comenzar a sentir cosas por Pedro justo en este momento?

—Todas las reacciones del cuerpo son biológicas y psicológicas, el cerebro percibe las sensaciones y las manda al sistema nervioso para que las provoque en el cuerpo —me explicó.

Maldito sistema nervioso que le gustaba Pedro, si no fuera por su culpa no tendría la necesidad de tirarme sobre él.

Esto era incómodo, si hubiese sabido que hablar sobre sexualidad con Pero habría despertado ciertas cosas en mí, habría dejado la tarea sin hacer y aceptado el regaño del profesor al día siguiente.

Cuando no resistí ni un segundo más, como pude me acerqué hasta Proe y me senté sobre él. Abrió muchísimo los ojos y miró a todos lados como buscando una cámara para ver si era una broma.

—Pau, ¿qué estás haciendo? —me preguntó atemorizado.

—Poniendo a prueba mi sistema nervioso —le dije con rapidez para poder besarlo lo antes posible.

Fue tan distinto a las otras veces. Nunca pasábamos de unos simples besos y ya, pero en ese momento eso no me basto. Me removí sobre él para que reaccionara, se había quedado inmóvil y eso n o me gustaba.

Intentó decirme algo, pero lo mordí para que no interrumpiera el beso. Cuando me di cuenta que eso no apagaría el calor que se extendía con velocidad por mis extremidades, no supe que hacer. Quería que esa sensación se esfumara, pero no sabía cómo hacerlo. No se me ocurría nada y tampoco me quería despegar de Pedro.

Y de repente, como si leyera mis pensamientos, Pedro me sujetó del cabello y apartó mis labios de su boca para besar mi cuello. Eso se sintió demasiado bien, creí que mi estómago explotaría.

Mis manos dejaron de obedecerme y acariciaron los hombros de Pedro, él se impulsó sobre mí y cuando me di cuenta de lo que se proponía, ya me encontraba debajo de él.

Verlo así no ayudó a mi estúpido sistema nervioso, y mis manos, como si estuvieran poseídas, le arrancaron la camiseta que traía puesta.

Por un momento pensé que me daría algo al corazón.

Lo aparté de mi cuello y lo volví a besar en los labios. Lo necesitaba.

De pronto, las manos de Pedro comenzaron a subir mi camiseta. Ni siquiera sentía frío, la habitación parecía un horno encendido. Me estremecí cuando me hizo cosquillas, mi cerebro dejó de funcionar y dio paso a que saliera cualquier palabra de mi boca.

— Pedro, hazlo —quise golpearme cuando recuperé por un segundo el sentido común. No podíamos hacerlo, se supone que yo no quería acostarme con él.

Pero cuando sujetó con fuerza mi mano y la bajó hasta sus pantalones, las dudas se disiparon. Si no lo hacíamos no soportaría el calor que sentía.

— ¿Estás segura? —me susurró contra mi oído. Su voz sonaba extasiada y ronca, conseguí besarlo otra vez mientras asentía con la cabeza.

Se alejó de mí y se puso de pie para buscar algo en el velador. ¿Qué hacía? Yo lo quería ¡ahora!

Entonces, sacó un envoltorio y comprendí.

Por Dios, iba en serio. De verdad lo haríamos, si no me arrepentía de inmediato después no podríamos detenernos.

Me entregó con delicadeza el envoltorio y volvió a ponerse sobre mí, esta vez me quitó la camiseta y me contempló de arriba a abajo, unos segundos antes de pegar su boca en mi oído y decirme con voz suave y lenta:

—Cuando yo te diga, ¿de acuerdo? —asentí inconscientemente. ¿Cómo se ponía un condón?

Dejé de pensar y de respirar cuando Pedro se quitó los pantalones… No estaba preparada para esto, no lo lograría.

— Pedro, creo que ya no… —sin embargo, a pesar de que de pronto me dio miedo continuar con esto, me mordí el labio para callarme porque Pedro se había quitado la ropa interior y ahora estaba totalmente desnudo sobre mí.

El fuego ardió con más ganas.

No protesté cuando él me dejó en ropa interior, besó mi cuello mientras yo le rasguñaba la espalda y reprimía los gemidos que de seguro despertarían a todos en la casa.

—Ahora, Pau—me dijo. Abrí como pude el envoltorio y cuando bajé la mano hasta tocar su ingle…

Todo se oscureció. Literalmente.

— ¡SE CORTÓ LA LUZ! —gritó Holly.

Escuchamos pasos en el pasillo y recordé que la puerta estaba sin seguro. Aunque no se veía nada, lo más seguro es que Anna o mis padres vinieran con una linterna. Y si nos encontraban desnudos a punto de tener sexo, me encerrarían en el sótano y castrarían a Pedro sin importarles que estuviéramos comprometidos.

— Pedro, la puerta —murmuré. Sentí un peso menos cuando se levantó y corrió para ponerle seguro a la puerta.

Busqué a tientas mi ropa y me la puse como pude. No sabía si Pedro también se estaba vistiendo, pero cuando me abrazó por la espalda, el contacto con su piel me provocó una descarga eléctrica.

— ¿Y qué dice tu sistema nervioso? —inquirió acercando mi espalda a su abdomen.

Fue como un golpe, como si una enorme bola de nieve cayera sobre mí y congelara mi mente.

¿Qué decía mi sistema nervioso? Que estaba en serios problemas.

Me aparté de él, gracias a Dios se había cortado la luz, una porque de no ser así en este momento estaríamos en la cama, y segundo porque no podía verlo a la cara.

Sentí vergüenza. Me había dejado dominar por una necesidad estúpida. ¿Cómo se suponía que dormiría con Pedro si estuve a punto de hacerlo con él hace menos de cinco minutos?

— ¡Chicos, ¿están bien?! —gritó Anna desde el otro lado.

—Sí, no te preocupes —le contestó Pedro.

Anna… Pedro le hablaba como si nada.

Estaba tan arrepentida, no podía dejar que esto sucediera. No, no, no.

—¡Les dejaré una linterna frente a la puerta! —nos dijo Anna.

Antes de que Pedro abriera la puerta, corrí hasta el baño y con fuerza di un portazo. A los segundos tocaron la puerta, pero no quería abrir.

¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué sentí “eso” cuando besé a Pedro? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué había cambiado en nosotros?

O tal vez la pregunta más lógica sería ¿Qué había cambiado en mí?

—Paula, debemos hablar sobre esto —dijo tratando de abrir la puerta.

Ignoré su voz y me quedé sentada en el suelo recordando lo que estuvimos a punto de hacer. Una parte de mí quería salir de aquí y tirarme a sus brazos para continuar lo que nos interrumpieron, pero otra parte me exigía esconderme y avergonzarme.

Un halo de luz entró por la puerta, era la linterna. Pedro había abierto con las llaves que tenía en su velador. Me alumbró al rostro y tuve que cerrar los ojos porque la luz molestaba, se sentó junto a mí pero yo me aparté lo más que pude.

Apagó la linterna y nos quedamos a oscuras nuevamente, la tensión se podía sentir en el aire.

—Pau, ¿qué dice tu sistema nervioso? —preguntó otra vez. Miré hacia otro lado, era tonto porque él no me podía ver, pero de todas formas lo hice porque sabía que Pedro me estaba mirando a través de la oscuridad.

— ¿Qué dice? —insistió.

—Que te quiero… y que también me gustas como una estúpida—contesté después de una pausa insufrible. Escuché como suspiró, pero eso no me calmó.

Le había confesado que su plan estaba funcionando ¿y ahora qué?

Volvió a encender la linterna y vi una gran sonrisa que estremeció a mi cuerpo. No podía dejar de mirarlo así, era demasiado hermoso.

—Es un avance —comentó, quise protestar, pero él agregó algo más—: Te estaría mintiendo si te dijera que no disfruté lo que estuvimos a punto de hacer… debo confesar que me habría encantado terminarlo —mi respiración se aceleró. Ya no sentía esa necesidad de tocarlo, mas unas ganas de abrazarlo se estaban apoderando de mí—. Pero eso no es lo que quieres…Creo que fue más repentino que un deseo, lo sé porque te conozco.

Lo abracé sin importarme lo incómodos que estábamos en el suelo del baño, Pedro me rodeó con sus brazos y yo escondí mi rostro contra su cuello. Sus mechones castaños me recordaron un algo que me hacía imposible odiarlo cuando se ponía tierno.

—Si lo vamos a hacer, no quiero que sea así, de repente. Quiero que lo hagamos con amor, que lo hagas porque me amas y no porque las hormonas te traicionaron.

Reí ante su comentario, era verdad.

¿Qué tanto me conocía Pedro para decirme las palabras exactas que hacían que dejara de sentir culpa y vergüenza?

—Te quiero mucho, mucho Pedro —le dije contra su oído.

—Y yo te amo —me respondió.

Por primera vez, sentí que mi pecho se comprimía de dolor. No poder contestarle de la misma manera en que él lo hacía era peor que el calor que sentí cuando miré sus labios con otros ojos. Porque sabía que eso se podía apagar con besos y caricias, pero la culpa de no poder decirle que lo amaba no.


No se iría hasta que de verdad lo sintiera.

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HOLIII!!, Volviiiiiiiiiiiiiii Me Extrañaron? No okokok :ccccc, Adasad No Me Acuerdo nada de lo que escribir antes porque toque un boton y se me borro TODOOO.. Bueno Pasooooo TANNNNNTOOOO Tiempooo De que no Escribia Aca, Y Aca Estoy Para Que Me Matenn ahah, No Paso Porque El Pu** Blogger Nose Que tenia Contra Mi Que No Me dejaban Entrar >:( Y Tuve Que Hacer Una Ciencia Para Poder Entrar, Juro Que Estuve TODOSS Los Dias Intentando entrar y Poder Cambiar La Contra, y Hoy Como Me Entragaron mi Compu y Nose Como Hice y Entrar A Los Dos Minutos -.-, Igual GRACIAS!!! A @Pedropaulaoli4 Por Ayudarme Con El Problema Que Tuve, Y Buenoo Para Finalizar Mañana Que Me Voy De Vacaciones Hasta el 25 No Voy A Estar, Por Eso Para Compensar Los Dias Que No Subi y Por Los Que Me Voy Les Subire Una Maraton De 7 Cap DISFRUTENNN!!! xD

Espero Que Les Haya Gustado El Cap, Comente aca O En Mi Tw @LoveClariego

y Buenas Noches :D

PD: Si Los Aburri Con TANTAS Palabras Perdon :c , y Perdon Por LA Tardanza Ahora Si Tauuuu 

lunes, 6 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 13




''Cuarto compartido'' - 17 Años

—Pásame el azúcar.

—Lo tienes a diez centímetros de tu brazo, tómala tú.

— ¡Que me des el azúcar, Pedro!

— ¡No!

— ¡Listo, no me caso, pido el divorcio absoluto, contrataré a alguien para que llegue a mitad de la boda y diga “yo me opongo”! —le grité a Pedro en el desayuno.

Las cosas no iban bien, tal vez ojos Marrones estuviera considerando el matrimonio ahora que éramos novios oficiales. Había pasado una semana desde su cumpleaños y nuestro compromiso, pero más allá de parecer la pareja feliz que fuimos en el parque de diversiones con los chicos, volvimos a ser los mismos de antes. Y de alguna manera eso me gustaba.

—Toma —me extendió el frasco de azúcar con la cabeza gacha y la voz cansada, esto de las peleas le estaba estresando, aunque para mí eran un respiro de tantos besos y cariños que me daba en la escuela.

Si creía que la peor parte había pasado cuando les contamos a nuestros amigos que nos casaríamos, es porque había olvidado que aún iba a clases. Todas las chicas comenzaron a dedicarme miradas aterradoras, los chicos nos molestaban con la luna de miel y Facu… él era el primero en iniciar las burlas.

—Pau , ¿me puedes acercar la miel? —me pidió Holly. La miel estaba más lejos que el azúcar, así que me levanté y la tomé para entregársela.

— ¡¿Te paras por la miel y no por el azúcar?! —exclamó Pedro su cuello iba acalorándose por la frustración y no paró de bufar hasta que terminamos de desayunar.

Mi padre que ya se había ido al trabajo, mamá desayunaba en la cama cuando se despertaba –al mediodía-, Lily no se encontraba en casa porque ahora vivía en la universidad y Anna comía en la cocina. Nuestros desayunos sin la supervisión de un adulto eran un caos total.

—Iré a lavarme los dientes, espérenme —nos avisó Holly mientras corría escaleras arriba.

Nos quedamos solos en la entrada, listos para irnos a la escuela. Miré de soslayo a Pedro, nunca logró usar el uniforme como se debía: la chaqueta arrugada, la camisa afuera, los pantalones por debajo de lo normal y la corbata suelta alrededor de su cuello.

Me acerqué a él y comencé a anudar su corbata, al menos se vería un poco más presentable. A veces me preguntaba qué había pasado con el chico que todos adoraban de pequeño.

—Tienes que pasarla por abajo, la pones por aquí y ya está —mientras le arreglaba la corbata le daba indicaciones para que aprendiera. Él me dedicó una sonrisa y besó mi mejilla.

—Tendrás que darme clases particulares si quieres que aprenda a cómo anudar esta cosa —me dijo, sosteniendo entre las manos el extremo largo de la corbata.

—No es necesario, puedo hacer esto todas las mañanas —le dije, restándole importancia con la mano. Sin embargo, para Pedro, mis insignificantes gestos de amabilidad tenían mucha relevancia.

Entrelazó nuestras manos y tiró de mí para quedar más cerca de él.

— ¿Te había dicho que te amo? —susurró en mi oído. Me estremecí, durante la última semana el papel de esposa me estaba afectando demasiado, cuando quería aparentar que no me importaba nuestro matrimonio, él hacía algo extremadamente dulce que hacía que mi corazón se agitara y que mi pulso se disparara.

—Creo que unas mil veces —le respondí tratando de alejarme.

— ¿Tan pocas? — Pedro y su romanticismo, me enfermaba para bien y para mal—. Entonces tendré que decírtelo unas mil veces más por el resto del día.

— Pedro, eres un chico, no puedes ser tan… así.

— ¿Así cómo? —me preguntó abrazándome de espaldas.

—Así… tan… no lo sé, pero se supone que yo debería ser la cursi, no tú —le espeté volteándome para quedar cara a cara.

—Pero tú no eres así, además, esperé diez años para hacer esto —con una mano levantó mi mentón y me besó en los labios.

—Y lo podrás hacer lo que te queda de vida —le aseguré cuando dejó de besarme— Pero esta mañana no es la indicada, ¿de acuerdo?

—Gruñona —murmuró, pero igual lo escuché. Parecía molesto, no quería que estuviera enojado ni nada parecido así que, agarre todas mis fuerzas de voluntad y le di un enorme beso en la mejilla. El solo me miro y sonrió.

Holly regresó y nos fuimos a la escuela. Me dejaban conducir en la semana para trasladarnos cada vez que quisiéramos: Para ir a la escuela, para volver a casa, para visitar a mis amigas o dejar a Pedro en la pastelería que trabajaba.

—Te iré a dejar a tu salón, tengo que hablar con Facu—me dijo Pedro cuando llegamos a la escuela y caminábamos por los pasillos.

Asentí en silencio, ¿de qué querría hablar con él?

— ¡La pareja del año, Paula y Pedro! —exclamó Facundo cuando nos vio entrar. Mis compañeros se rieron y nos dieron golpes en la espalda como saludo, las chicas mantuvieron la distancia pero miraron de reojo a Pedro.

Él apartó a Facu en seguida y estuvieron conversando hasta que la campana sonó. Se veían serios, parecía ser un tema de suma importancia del que hablaban.

Pedro se acercó a mí y me besó en la frente como despedida, los demás no esperaron a gritar cosas obscenas acerca de nosotros.

Y eso que recién eran las ocho.

Al recreo busqué a mis amigas, Zai estaba saliendo de su salón cuando la encontré. Le pregunté si había vuelto a ver a Pablo y me dijo que esa tarde la iría a buscar a la salida, se veía feliz y enamorada. Lástima que su padre no aceptara a cualquier chico como su novio, era muy estricto y siempre discutían. Aun así, Zai era alegre y estaba dispuesta a olvidar sus problemas con tal de ayudar a los demás.

Cuando se nos unieron Abi y Fatima, comenzamos a hablar de cosas sin sentido hasta que Zai tocó el tema de la boda.

—Creo que deberías contratar a alguien para que te ayude a organizar el gran día, como estarás en clases y Pedro está más que ocupado…

—Todo calculado, Zaira—le respondí—. La hermana de Nicolas es organizadora de eventos, el otro día hablamos por teléfono y ella se encargará de todo.

Con eso quedaron más tranquilas y continuamos como si nada. Pero cada vez que decían la palabra “boda” mi estómago se retorcía, los nervios que sentía de sólo saber que compartiría mi vida con Pedro eran insoportables. Y estaba segura de que no sería como estos diez años de peleas, él quería que yo fuera su mujer no Pau La Descerebrada.

A la salida, busqué a Holly y nos fuimos a casa. Pedro se iba directo al trabajo y para eso sólo tomaba el autobús.

A veces, aunque me costara admitirlo, me gustaría ser como Pedro. Él era listo, agradable, la gente lo amaba y podía hacer lo que quisiera. En cambio yo, era pesimista, tonta, despistada y mal agradecida. ¿Por qué Pedro se había fijado en mí? Seguro fue porque pasamos más de la mitad de nuestra vida juntos. Y ahora esperaba pasar el resto de lo que nos quedaba.

Me encerré en mi cuarto a esperar a que dieran las ocho, la hora en que Pedro terminaba su turno y yo iba a recogerlo. Leí toda la tarde mi libro de “Peter Pan”, ese que ojos Marrones me regaló.

Un lado me decía que tenía que casarme con Pedro porque se lo debía y otro me gritaba que esto era una injusticia. Sin embargo, un término medio susurraba que él de verdad me gustaba, que lo quería y que con el tiempo llegaría a amarlo.

Bajé el libro y lo guardé en el estante que tenía al lado de la ventana al darme cuenta que no podría concentrarme si seguía pensando en él.

De verdad sentía cosas por Pedro, también pensaba que se lo debía y además creía que era una injusticia, todas las cosas juntas me provocaban un dolor de cabeza. Revisé la hora y eran las siete.

Tenía que hacer algo, si en realidad quería hacerlo feliz sin importar que tan desacuerdo estuviera yo, tenía que hacer algo que a él le gustara… ¿pero qué?

Entonces lo supe.

Bajé la escalera y fui directo a la sala de estar. Allí estaban Anna y Holly, repasando una presentación que mi hermana tenía que dar para una clase de Historia.

— ¿Sucede algo, Paula? —me preguntó Anna al verme tan agitada.

—Necesito hablar contigo —le dije. Ella le indicó unas cosas a Holly y me siguió.

Nos quedamos de pie en medio del pasillo entre el comedor y la cocina.

—Es sobre Pedro, ¿cierto? —asentí en silencio y me mordí la lengua. No, ya no quería hablar con ella sobre su hijo, porque ahora no era mi niñera a la cual le decía que Pedro me molestaba, sino que desde hace una semana era mi suegra.

—Quiero saber cómo hacer feliz a Pedro —le dije con la mirada baja.

—Eso no te lo puedo decir, no hay una fórmula para hacer feliz a las personas —me dijo.

—Pero tengo que saber cómo ser lo mejor para él —insistí.

Me miró de manera maternal y me apartó el cabello que cubría mis ojos con delicadeza.

—Él te ama, no importa lo que hagas, eso no le hará cambiar de parecer. Lo mejor que podrías hacer por Pedro es amarlo, pero no te puedo obligar a eso —estuve de acuerdo con ella—. Sin embargo, sí te puedo pedir que dejes que él intente enamorarte.

— ¿Eso lo hará feliz? —ella sonrió y se cruzó de brazos, de nuevo tenía esa mirada de madre orgullosa.

—Más que feliz, aunque tengo que reconocer que tú sola lo estás haciendo —ladeé la cabeza confundida, ¿de qué hablaba? —. Quieres hacer feliz a mi hijo a costa de tu felicidad, porque no es ningún secreto que el matrimonio no te gusta. Y aun así, tratas de que esto funcione. Eso es amor, Paula.

Anna se fue para terminar el trabajo con Holly y yo volví a mi habitación con las palabras de Anna en mi cabeza.

¿Amor? Me costaba creerlo, pero no era tan imposible.

Observé mis cosas, mi cama, mi armario, mis libros, la ropa tirada por el suelo. Mi cuarto era mucho más grande que el de Pedro. Me pregunté, cuando estemos casados y tengamos que compartir habitación y tuviera que llevar un número reducido de cosas, ¿qué llevaría?

Me decidí por mi almohada, era cómoda y lo único que necesitaba en una mudanza, aparte del colchón.

La tomé y fui hasta el cuarto de Pedro, la dejé al lado de su almohada y la contemplé unos segundos. Aún no parecía el cuarto de una pareja.

Volví con ropa y algunos libros, además de mis cd’s, unos cuantos zapatos y mi cepillo de dientes. Lo ordené todo, los libros en el estante de Pedro, los cd’s junto a los de él, el cepillo en el baño e hice espacio en su armario para mi ropa, también aproveché de doblar sus pantalones y sus camisetas.


(…)


— Pedro, van a ser las nueve, ¿no puedes dejar esto para mañana? —le pregunté.

Hace más de media hora que lo esperaba sentada frente al mostrador de pasteles, él insistía en dejar todo acomodado. Me dio risa, su habitación era un desastre y se ponía a limpiar lugares ajenos.

—Si quieres, vete. Puedo tomar el autobús.

— ¿Estás loco? No pienso dejar a mi futuro esposo solo, en medio de la noche, con un frío bajo cero —le dije sin pensar.

—La semana pasada me dejaste dos veces, ¿por qué ahora estás tan desesperada por volver conmigo?

¿Qué clase de pregunta era esa? Anna me había dicho que me dejara enamorar por él, pero a este paso sólo conseguiría que me enfadara más.

—Porque tengo una sorpresa para ti —eso pareció llamarle la atención—. Así que te apuras o te la pierdes.

Resopló resignado y se fue a cambiar el uniforme. Regresó a los cinco minutos y nos fuimos a casa. En el camino no dejó de molestarme sobre la sorpresa, le decía que cuando llegáramos lo sabría.

Ya conocía su rutina, después del trabajo charlaba con Holly en la sala de estar mientras veían televisión, después cenábamos todos juntos en el comedor, luego se ofrecía para lavar los platos a pesar de tener personal que se encargaba de eso, y finalmente se preparaba para dormir.

No lo dejé solo en ningún minuto, incluso lavé los platos con él. Fue divertido y agotador, nunca antes había lavado algo y resultó que era bastante normal hacer eso en otros hogares, según Olga.

Cuando Pedro subió para acostarse, me miró extrañado. Yo iba detrás de él como su sombra.

—Esto es raro, no acostumbras a pasar tanto tiempo a mi lado, ¿te ocurre algo?

—La sorpresa —le recordé. Él asintió y comprendió.

—Por eso te ves tan ansiosa.

Abrió la puerta de su cuarto y entró mientras me decía que esperaba que la sorpresa fuera algo increíble. No pude definir bien si de verdad le resultó así cuando vio su habitación transformada, pero que estaba sorprendido, lo estaba.

— ¿Qué hiciste? —me preguntó en un hilo de voz.

—Bueno, pensé que si tendríamos que dormir juntos cuando estuviéramos casados, sería mejor hacerlo desde ya para que no nos peleemos en nuestra primera noche juntos.

A pesar de que el cuarto era pequeño y había un pequeño espacio entre la cama y la puerta, más el baño, se veía bastante acogedor.

—No era necesario, no te voy a obligar a hacer algo que no quieres —dijo de pronto. Tragué las ganas de gritarle, era hipócrita decirme eso después de lo de la propuesta. Me contuve, no arruinaría esto, siempre las cosas me salían mal, era una buena para nada. Esto tenía que salir bien.

—Pero yo quiero —era mitad verdad, sí quería pero no por las razones conyúgales, sino para demostrarme a mí misma de que era capaz de lograr algo sin arruinarlo.

—Entonces, demuéstralo —sentenció.

Era un golpe bajo, no me esperaba eso.

Sabía a lo que se refería, Pedro era el que siempre me besaba, ¿pero besarlo yo a él?…si no quedaba de otra…

—Está bien, pero tienes que cerrar los ojos —él los cerró sin protestar.

Me acerqué hasta él y pensé de la misma forma que esa vez en la audición para Romeo y Julieta. Tenía que demostrarle que esto era lo que quería.

También cerré los ojos y lo besé. Era diferente besar a alguien que a ser besada, me sentía mejor conmigo al saber que estaba haciendo algo que tal vez haría feliz a Pedro, porque para eso me había cambiado de cuarto.

De pronto, sentí que su lengua me hacía cosquillas. Me separé de inmediato, si lo dejaba ir más allá perdería el control y eso era lo que menos quería ahora que dormiría con él.

—Te creo —me dijo después de unos segundos en completo silencio— Pero el lado derecho de la cama es mío.

Se cambió en el baño y yo me puse mi pijama de vaquitas antes de que saliera. Después de cepillarnos los dientes y ver televisión un rato, pasamos a la incómoda tarea de acostarnos.

Al principio fue raro, ya no tenía tanto espacio como en mi cama, pero tampoco fue tan malo como imaginé.

Vi la hora en el reloj digital que Pedro tenía en el velador, eran las dos de la mañana y todavía no podía conciliar el sueño. Me removí un poco y quedé cara a cara con Pedro, pero no podía distinguir si estaba dormido o no.

— Pedro … —susurré.

—Dime —me dijo. Así que tampoco podía dormir.

— ¿Eres feliz? —inquirí nerviosa, su respuesta me diría si mis esfuerzos habían sido en vano o por el contrario, funcionaron.

— ¿Feliz en qué sentido?

—Feliz, aquí conmigo —contuve la respiración a la espera de que contestara.

—Pau… —murmuró. De repente, en medio de la oscuridad, sentí como pasó un brazo por mi cintura y me acercó a él. Me besó casi con miedo, como si temiera a que lo fuera a rechazar. Acomodé mi cabeza sobre su pecho y esperé a que dijera algo más.

—Mientras esté a tu lado, siempre seré feliz.

No supe descifrar a que se debieron las mariposas en mi estómago, tampoco la adrenalina que comenzó a correr por mis venas, pero esas palabras también me hicieron feliz, y no había nada mejor que dormirse con ese sentimiento en el cuerpo.

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¿Y si hacemos un muñeco?
Ven vamos a jugar.
Ya no te puedo ver jamás.
Hermana sal.
Pareces que no estás.



Adasa Perdon Por La Demora *-*Pero Me Fui A Ver FROZEN dafsse Me Encanto la peli se las recomiendo :3 , Se Que Les Encanto Este Cap okno xD, y Bueno Tratare de subir mas seguida, Porque la otra compu donde tenia todos los archivos de la novela la compu se me rompio y Hasta que no me la arreglen nou Puedo Usarla :c , Ennnn Fiiiiiiiiiiiiiin 

Espero que les haya Gustado, Comente aca O En Mi Tw @LoveClariego

y Buenas Nochess!

domingo, 5 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 12


''Cuarenta por ciento'' – 17 Años

—Enamorarte será más fácil de lo que pensé —me dijo Pedro mientras nos sentábamos en una banca vacía que encontramos.

Hice esfuerzos sobrehumanos para no retractarme de la decisión que había tomado.

Pedro había velado por mí desde los ocho años, diez años cuidándome sin que yo me diera completamente cuenta. Podía dejar que el intentara conquistarme hasta la boda, además ya tenía cierta parte ganada, como un 30% de mi amor.

—Nunca te subestimas —le respondí. Hacía un frío horroroso que me obligaba a mantenerme cerca de él. 

—No es eso. Es que el simple gesto de quedarte a mi lado me hace feliz y comienzo a creer que de verdad me quieres.

—Yo si te quiero… el problema es que no te amo —a pesar de mis palabras, no dejó de sonreír. Entrelazó nuestras manos y acarició mis dedos, se sentía culpable.

—Ya lo sé —se limitó a decir. No solté su mano, ahora que estábamos solos había menos presión, además siempre contaba con Pedro como guantes sustitutos.

—Me aburro… —murmuré. 

— ¿Quieres algodón de azúcar? 

Asentí y nos levantamos para ir a comprar. En todos los lugares del parque había fila, nada se salvaba. Nos colocamos detrás de un chico alto, no tan alto como Pedro pero si más flaco. Y esperamos.

— ¿Qué harás si no logro enamorarte? —me preguntó Pedro de pronto. Lo miré a los ojos y algo me decía que temía de mi respuesta. Podía ver el dolor anticipado y era insoportable. No, jamás podría hacerle daño a ojos Marrones ¡Jamás!

—Presiento que lo lograrás —sonreí para darle ánimos, podía odiarlo pero era incapaz de negar a aquella parte de mi ser que lo anhelaba. 

Apretó más mi mano y tiró de mí hasta hacerme chocar contra su pecho. Besó mi cabello y me abrazó. ¿Acaso quería matarme o ya había comenzado con el plan “Enamora a Pau”?

—Te amo, no lo olvides —y ahí íbamos de nuevo. 

— ¡La pareja feliz, ya es su turno! —me zafé de Pedro cuando el chico flaco que estaba delante de nosotros nos gritó. Mientras comprábamos el chico no dejó de mirarnos. 

— ¿Se te perdió algo? —me sorprendió escuchar el tono ácido de Pedro en su voz, parecía casi enojado.

— ¿Ella es tu novia? —le preguntó el chico sin inmutarse por la clara amenaza de Pedro. 

— ¿No te lo parece? —le dijo Pedro en el mismo tono. Me estaba asustando.

—No, porque ella no dijo que te amaba, incluso parece incómoda a tu lado.

—No es tu asunto.

—Sí lo es, porque si ustedes no son novios eso significa que ella está soltera…. Y resulta que yo también lo estoy.

Después todo pasó como un relámpago. El chico comenzó a reír mientras comía algodón de azúcar, Pedro se fue contra él pero lo esquivó, el chico en lo que huía de Pedro se tropezó conmigo y yo caí al suelo. Me golpeé la cabeza y lo único que pude ver durante cinco minutos fueron puntos negros sobre el cielo gris.

— ¡Paula! —gritó Pedro. Me ayudó a ponerme de pie y afirmó mi rostro con sus manos—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? Espera a que atrape a ese idiota…

—Estoy bien, estoy bien —lo repetí unas cuantas veces más para convencerme de que en realidad lo estaba.

Pedro trató de perseguir al chico, pero lo detuve para que no cometiera una locura. Le dije que estaba mareada y volvimos a la banca.

—Sólo bromeaba, no seas tan dramático —le dije mientras nos sentábamos. Saqué un pedazo de mi algodón y me lo comí. Pedro se refregó la cara con las manos y se quedó así por un buen rato.

Los chicos estaban demorando, una vuelta en la montaña rusa no podía durar más de cinco minutos, pero llevábamos esperando alrededor de diez. Y en todo ese tiempo, Pedro no cambió de postura.

Aproveché que él no estaba mirando y observé su cabello castaño, ahora los tenía al natural: sin peinar y extremadamente geniales pero le tapaban sus hermosos ojos… seguían gustándome sus ojos Marrones… así que tomé un mechón de su cabello y lo corrí hasta que él se dio cuenta y me miró.

— ¿Qué haces?

—Me gustan tus ojos—le dije. Acomodé las ondas que tenía sobre sus ojos y los peiné hacia el lado, de modo que quedaran como flequillo.

Volvió a sonreír y acercó su rostro al mío. Sabía lo que venía y estaba dividida entre aceptarlo o no. Entonces me dije a mi misma que si quería hacerlo feliz a costa de mis sentimientos, no quedaba más alternativa que hacerlo.

Cerré los ojos cuando me besó, no estaba en mis planes pero por un momento sentí que me desmayaría cuando su aliento se fundió con el mío. Su boca estaba tibia y se me hizo adictiva, ni siquiera me quejé cuando me sujetó de la cabeza e hizo que nuestros labios se juntaran más de lo que estaban.

Cuando nos separamos pude sentir mis mejillas encendidas. Aparté la mirada de Pedro y esperé a que una brisa helada me calmara. ¿Si nos casábamos sucedería lo mismo en la Iglesia? 

—Lo siento Paula. Pero de ahora en adelante te trataré como a mi prometida, no voy a soportar que otros chicos te miren —con su mano volteó mi rostro y me beso otra vez—. Y si los demás te molestan, sólo dímelo y hablaré con ellos.

Y con eso tenía un 40%. Esperaba que el resto no le fuera tan fácil de conseguir como ese diez por ciento.

—Una simple charla con ellos no hará que dejen de bromear por el resto de sus vidas —le bufé.

—Entonces tendrás que acostumbrarte —me dijo y me volvió a besar. Me sorprendí cuando me di cuenta de que sus besos no me eran indiferentes, como deseaba que lo fueran. No rechisté ni me quejé.

—¡Oh por Dios! —nos separamos rápidamente cuando escuchamos que alguien gritó—. ¡Lo sabía, ustedes se aman!

Facu no dejó de dar saltos y de apuntarnos exclamando que él ya sabía que nosotros terminaríamos juntos. Sus gritos atrajeron la atención de la gente que nos miraba de manera desvergonzada.

—Grita un poco más, en China no te escucharon —refunfuñé cuando se calmó y se sentó junto a nosotros. Pedro pasó su brazo sobre mis hombros y me acercó a él, Facu estaba que reventaba de la emoción.

—Es que… ¿cuándo tenían planeado decirme que eran novios?

—Y prometidos —agregó Pedro. Quise matarlo cuando dijo esas palabras. Facu abrió la boca de la sorpresa y comenzó a gritar otra vez.

— ¿Por qué tanto escándalo? —Ruggero venía hacia nosotros con un globo en forma de jirafa, junto con Nicolás, Xabiani, Abi, Zaira y Fatima.

—Nos vamos a casar —le dijo Pedro. Tenía una sonrisa de suficiencia en el rostro y parecía que la sorpresa de Ruggero le era satisfactoria.

¿De verdad creía que entre Ruggero y yo había pasado algo? Al parecer, la broma en la escuela de verano le había afectado demasiado. Aunque ya le había dicho como mil veces que todo fue una broma.

— ¡¿Qué?! —exclamó Xabiani.

Después de explicarle diez veces a Ruggero que yo “siempre estuve enamorada de Pedro y que ya no podía soportar viviendo sin tenerlo a mi lado”, las cosas se calmaron. Al menos podía mentirles a Xabiani, Ruggero y a Facu, los demás ya sabían la verdad.

— ¿Y cuándo es la boda? —inquirió Xabiani.

—Lo más pronto posible —le respondió Pedro.

—Yo no me caso hasta cumplir los 18, así que la boda va a tener que esperar —eso era cierto. Pensaba disfrutar mis últimos meses de inmadurez con mis amigas antes que iniciar mi vida como mujer casada.

Y pensando en mi cumpleaños, recordé el día de ayer y los regalos. Katherine le había regalado condones a Pedro, él me había dicho que los guardaba para una chica especial… eso quería decir que ¿él planeaba acostarse conmigo?

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me di cuenta de lo que tenía frente a mis narices. La luna de miel… 

Podía dejar que Pedro me besara, pero de ahí a hacerlo con él era otra cosa.

Mientras los demás conversaban sobre lo inesperada que era nuestra relación, le susurré en el oído a Pedro:

—Ojos Marrones, en la luna de miel… —pero él se limitó a sonreír y besar mi cabello. No quise interpretar ese gesto y dejé que mi mente creyera que todo saldría bien.

Pero es que sólo pensar en lo que sucedería esa noche me erizaba la piel, yo no quería acostarme con Pedro, tendría que hablarlo con él cuando estuviéramos a solas. Si de verdad me amaba, respetaría mi decisión.

Xabiani propuso ir a la casa de los espejos, así que todos fuimos para formarnos en la fila. Facu se puso a hablar con Pedro, que parecía mucho más animado de lo que lo había visto antes en mi vida, Ruggero iba con ellos y parecía estar emocionado con la idea de la boda al igual que Facu. Xabiani les hablaba de la despedida de soltero que le organizaría a Pedro.

Pero los que sabían la verdad no tardaron en acorralarme y hacerme un interrogatorio completo.

—Se supone que no te querías casar —me dijo Abi. Se notaba la incertidumbre en su rostro, hace menos de una hora estaba dispuesta a todo para cancelar este compromiso y ahora iba por la vida anunciando mi boda.

—Pero es que… —intenté defenderme, pero Zaira me interrumpió.

— ¡Necesitamos organizar de qué color irán vestidas las damas de honor para que todo combine! —exclamó.

—Paula, ¿por qué lo haces? —me preguntó Fatima. Me quedé en silencio ignorando el parloteo de mis amigas y me pregunté realmente por qué lo hacía.

Para hacer feliz a Pedro. Porque él me amaba y yo no. Para sentirme mejor conmigo misma y creer que no era un monstruo.
Por eso, por Pedro.

Nicolás me tomó de la mano y me dio un apretón junto con una mirada tranquilizadora, él me entendía. Él sabía por qué lo hacía y también sabía que contaba con su apoyo.

—Y dime, ¿qué tienes pensado hacer antes de casarte? —me preguntó en voz baja para no distraer la apasionada conversación de las chicas sobre qué lugar era más apropiado para una boda.

—Muchas cosas —le contesté.

— ¿Y una de esas es asustar a tu futuro esposo en la casa de los espejos?

—Probablemente.

Cuando nos pusimos en la fila, pude distinguir una cabellera negra entre la multitud. Era el chico del algodón de azúcar. Y se me ocurrió una idea.

—Nicolás, ¿ves a ese chico? —apunté disimuladamente con el dedo y Nico asintió—. Hace un rato hizo enojar mucho a Pedro, ¿estás pensando lo mismo que yo?

Sus ojos se encendieron con maldad pura.

— ¡Hey, tú, ven aquí! —le gritó Nicolás al flaco. El chico nos miró y se rio al verme, caminó hasta nosotros y nos hizo una reverencia graciosa.

— ¿En qué puedo servirlos? 

— ¿Quién es él? —Abi había visto la escena y lo miró con desconfianza.

—Me llamo Pablo Espinosa —respondió él con extrema cortesía. No podía aguantar las ganas de reírme, ya imaginaba la cara de Pedro cuando lo viera.

—Qué pasa… —la voz de Zaira se apagó cuando vio a Pablo. Por un segundo creí que no respiraba.

— Zai, despierta, Zai. ¡Zaira! —le gritamos Nicolás y yo, y cuando ella reaccionó le sonrió y le estrechó la mano a Pablo. No nos habíamos fijado, pero él parecía estar en las mismas condiciones que Zaira. 

—Bueno, nos preguntábamos si querías entrar con nosotros a la casa de los espejos —le dije.

—Por supuesto —dijo casi en un suspiro sin apartar la mirada de Zaira.

Pedro, Ruggero, Xabiani y Facu ya habían entrado cuando Pablo se nos unió, pero ahora que veía la manera en que se venían con Mer, preferí abortar la misión.

—Más te vale lanzarme el ramo, Paula—me susurró Zaira cuando entramos.

Apenas pusimos un pie dentro y nos perdimos, como seguía de la mano de Nicolás él era mi única compañía.

—Parece que Zaira ya encontró pareja para la boda —le comenté mientras veíamos nuestros reflejos alargados en un espejo distorsionado. 

—Sí, y Fatima seguro irá con Ruggero y Abi con Facu ¿y yo?

—Con Xabiani —le dije y el frunció el ceño. Me reí de él e hicimos caras raras frente a un espejo que nos deformaba.

— ¿Me dejarás bailarle a Pedro para la despedida de soltero? —inquirió de repente.

—Jamás me negaría a eso —ambos reímos y continuamos jugando. Quizás las cosas no estaban tan mal, los chicos se divertirían planeando cosas para la boda, de una u otra forma ellos estaban conmigo.

— ¿Por qué está ese chico con Zaira? —escuchamos de pronto. Pedro caminaba hacia nosotros con los ojos desorbitados.

—Primera pelea de pareja, mejor me voy —Nicolás se fue y me dejó sola junto a varios Pedro's de distintos tamaños y formas. No sabía de dónde venía entre los espejos, pero los supe cuando me agarró del brazo y me volteó para que lo mirara a los ojos.

— ¡Nicolás lo invitó! —le dije desesperada, estaba enojado y esa no era la reacción que imaginé.

— ¡Fue idea suya! —gritó Nicolás desde algún lugar que no pudimos ver.

—Quiero que se vaya —me dijo Pedro.

—No va a poder ser, a Zaira le gusta, es cosa de mirarlos —le dije tratando de sonar divertida. Pero no resultó.

— ¡Bésalo y se le pasará! —volvió a gritar Nico.

— ¡No te metas, Nicolás! —le respondí.

—No quiero que se acerque a ti —reiteró Pedro. Lo miré, decía la verdad y yo sabía por experiencia propia que lo decía en serio.

—Quedó flechado por Zaira, no creo que debas preocuparte por eso —sin embargo, no cambiaba la expresión, estaba decidido a correr a patadas si era necesario a Pablo—. Ok, hagamos algo: Él se queda, pero no le hablo.

Eso pareció convencerlo de alguna manera, aunque yo jamás cumplía mis promesas y eso él lo sabía. 

Me abrazó con fuerza y me besó en la frente, de verdad debía querer mucho a Pedro para hacer todo esto por él.

— ¡Su primera pelea y reconciliación! —Facu salió de la nada junto con el resto de los chicos, incluido Pablo. 

—Bueno, será mejor que tengas la charla con los chicos lo antes posible, si vuelvo a escuchar algo así de cursi te juro que pido el divorcio antes de haberme casado —le dije a Pedro y él me volvió a besar pero esta vez en los labios.

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Y Volviii!!! Me Extrañaron ahah xD, No Subi Porque Nouu Tuve Internet, Bahh Tuve El Miercoles y el Jueves Pero Me Andaba re Mal, o La Compu Se Me Apagaba Por Arte De Magiaa :c, Y Buenoo Lo Resolvi Hoy, Era Unos Plugins Que Tenia En La Net, Y Tambien Volvio El Internet y Me Anda Bienn c: , Ennnn Fiiiiin Se Que Me Querian Matar Esos Dias Que No Subi, Pero Bueenoo Aca Lo Tiene Calentito { no sean mal pensadas q las conosco xD} 

Espero Que Les Guste El Cap, Comente aca O En Mi Tw @LoveClariego

Y Holii Okno :c, Buenas Tardes ;)