Capítulo treinta y
cuatro. –Let me die.
“Lo siento. Lo lamento tanto. Siento haber sido un idiota, realmente te lastimé mucho y no estoy feliz u orgulloso por eso. Tal vez te parece loco, ilógico o estúpido que te diga que después de acercarme a ti pude entender que no merecías todo lo que te pasaba en el Instituto… Tenías tus problemas en casa y solo me preocupaba de todo el daño que podía causarte mientras estabas encerrada en ese Colegio por cuatro horas, seguro fueron las horas más eternas de toda tu vida y lo siento.”
“Lo siento. Lo lamento tanto. Siento haber sido un idiota, realmente te lastimé mucho y no estoy feliz u orgulloso por eso. Tal vez te parece loco, ilógico o estúpido que te diga que después de acercarme a ti pude entender que no merecías todo lo que te pasaba en el Instituto… Tenías tus problemas en casa y solo me preocupaba de todo el daño que podía causarte mientras estabas encerrada en ese Colegio por cuatro horas, seguro fueron las horas más eternas de toda tu vida y lo siento.”
Pasé unos días volviéndome completamente loco, me tiraba en cara cada
hecho horrible que te hice pasar y me odié porque no merecías absolutamente
nada de eso. Eres tan bella, alegre y divertida cuando te lo propones pero,
también tienes tu otra fase donde te llamas loca pero, ¿sabes algo? No estás
loca, buscas una forma para lidiar con todo lo que sucedió o sucede en tu vida.
Y está bien, puede que no sea la mejor manera de sobrepasar pero yo no
soy tú como para obligarte a hacer algo… Sólo quiero que sepas que yo voy a
ayudarte en cada cosa que tú necesites, no importa si quieres gritar, llorar,
reír, lamentarte… Puedes hacerlo conmigo.
No sé como dejarte. Sé que no soy más que otro compañero que te lastimó
hace tiempo atrás y también, tengo claro que nunca vas a olvidar todas las
heridas porque no solo son físicas también son internas y cada vez que miró
hacia tus ojos, siento odio por mí mismo y no sé si es verdad que lo veo o si
lo estoy imaginando pero cuando te miro observo lo mismo. Nunca quise
preguntarte porque tengo por seguro que eres tímida y no te gusta hablar sobre
lo que sientes a menos que te sientas mal.
Paula, eres tan frágil, tan sencilla, tan tú que cada día que paso
contigo me atraes más, lamento todo y siempre, siempre voy a repetirlo. Te
convertiste importante para mí y sé que no tienes el mismo sentimiento por mi
persona pero, no importa. La mayoría de los amores no son correspondidos y hace
fue, es y será la vida.
Te aprecio tanto, Paula.
Pedro.”
Pedro.”
Paula bajó la carta hacia su pecho y la sostuvo por unos minutos contra
el mismo. Respiró y dejó que las palabras se conectaran y mezclaran en su
cabeza para después soltar una sonrisa con una risa pequeña de ternura. Era su
primera carta… Buscó, debajo de su cama, su caja llena de fotos y cosas
personales, guardó la misma y volvió a sentarse en la cama.
Miró a su habitación y observó que el sobre no lo había guardado. Lo
agarró y al girarlo, algo cayó del mismo en el cobertor. Paula lo dio media
vuelta y unas fotos de ellos aparecieron, en la última estaban con Emma. Se
había olvidado de ese día.
—También te aprecio, Pedro.
…
Su cuerpo seguía doliendo cada vez que se paraba y tenía que caminar hacia el baño de su propia habitación. Sus piernas permanecían cansadas y lastimadas, algunos cortes ellos por Sandy seguían abiertos, el Director llamó a la casa de Paula para hablar con su padre por la falta de una semana a todas las clases.
…
Su cuerpo seguía doliendo cada vez que se paraba y tenía que caminar hacia el baño de su propia habitación. Sus piernas permanecían cansadas y lastimadas, algunos cortes ellos por Sandy seguían abiertos, el Director llamó a la casa de Paula para hablar con su padre por la falta de una semana a todas las clases.
El Instituto se volvió en un lugar donde los rumores nunca quedan en la
boca de una persona, se sabía que Sandy fue la causante de las heridas en el
cuerpo de Paula y la gente caminaba con miedo cuando pasaba por su lado o eso
le había contado Emma, quien le tomaba apuntes en clase por los exámenes del
segundo trimestre.
Paula escuchó la puerta principal cerrarse de un golpe, saltó asustada
en su asiento y caminó a la puerta de su habitación. Llevó la oreja a la misma
y no escuchó absolutamente nada.
Minutos después, los pasos apresurados al pisar la escalera resonaron
por la casa. El corazón de Pau estaba sobre su garganta, literalmente. El miedo
y pánico que sentía en ese momento, los pasos se siguieron acercando hasta
parar frente a su puerta. Ella seguía como estatua pegada a la misma esperando
lo peor, no podía tirarse de la pieza, si lo hacía: terminaría con un brazo
roto y reposo por cinco meses.
Tocaron la puerta y Paula no se movió, cerró los ojos y esperó lo peor,
aunque capaz era su padre o Emma, no tendría por qué ser un ladrón pero, en ese
momento solo podía pensar negativamente.
Oh, a todos les pasa.
—Paula. —La voz de Pedro en un susurro le tranquilizo. Su respiración
volvió a ser normal y se retiró de la puerta. — ¿Puedo entrar?
—Oh, Dios mío. —Dijo y le abrió la misma de un tirón. —Me asusté,
realmente estaba asustada, Pedro.
Él entró y rió. Tenía una caja de pizza en sus manos, siempre que iba a
esa casa llevaba comida y siempre era una pizza de la mejor de todo Londres.
Este chico era genial.
Pedro dejó la caja en su cama y abrazó a Paula, ella llevó las manos a
la cintura del chico aspirando su colonia, recién se había bañado podía sentir
el olor a jabón por su cuerpo. Le besó la cabellera y después de acariciarle la
espalda, la soltó, la castaña no quería, le gustaba el contacto físico que
sostenían pero él no tenía ni idea de ello. Se había prometido mantener sus
sentimientos alejados, ella era un problema y no quería sumárselo a Pedro por
más que el dijera que le gustaba. Ella misma se sentía un peso para sí, no iba
a serlo para el chico.
Se quedaron mirando por unos segundos hasta que Martina se sintió
incómoda y sacó sus ojos de los de él.
—Siempre que apareces en casa traes comida, ¿quieren engordarme? —Se rió
y dio media vuelta hasta sentarse en la cama. Le dolía todo el maldito cuerpo.
Mierda. —Tengo el peso que debo tener para mi edad…
—Me gusta cenar contigo, eso es todo. —Soltó naturalmente. Oh, le
encantaba.
Estaba raro, él solía hablar y hablar mucho sobre cualquier cosa cuando
estaba con Paula. Ella palmeó el colchón a su lado y Pedro le sonrió. Se sentó
y le pasó un brazo por el hombro, apoyó su cabeza contra la de ella y soltó un
suspiro, parecía cansado.
— ¿Te encuentras bien?
—No te preocupes por mí, Paula… Preocúpate por estar mejor, ¿vale? —Dijo
en un murmuro que apenas pudo escuchar. Amaba que él se preocupara por ella,
pero Paula no era el centro del mundo. Bueno, ella no se sentía el centro.
—Tú también me importas, ¿sabías? —Le empujó y se sentó frente de él,
tomó sus manos y las acarició.
— ¿Qué sucede?
Los ojos de Pedro se alumbraron como dos faroles de las calles
principales de Londres. —Sandy y toda su mierda.
Sabía que cuando hablaba de la mierda de la chica era porque le decía
que si no dejaba de ver a Paula, ella lo pasaría mal pero la castaña no lo tomó
en cuenta, ¿algo peor de lo que ya le había hecho? No. El rubio fue convencido
por Paula para que se quedara, ella decía que estaba bien y que no podía
lastimarla más de lo que ya estaba pero, realmente estaba harta, cansada de
todo esto. La compañía de Pedro cambiaba su humor, su personalidad, ella era
diferente cuando él estaba cerca, en su alrededor y no quería dejar ir esa
manera de ser. El amor era tan difícil.
—Oh, ¿de nuevo con lo mismo?
— ¡Sí! Odio que diga que te hará daño, no… —Frunció las cejas y se tensó
su mandíbula. —No voy a dejar que te ponga un dedo encima, ¿ok?
Su cara estaba tensa, se notaba su enojo por todos los lados que lo
vieras. Paula se sintió mal por él, se sentó a su lado, Pedro decía diciendo
cosas incoherentes cuando lo tomó por sus mejillas y el rubio dejó de hablar.
Sus labios se volvieron a juntar en un beso tierno, sus bocas se
quedaron juntas, pegadas, no jugaron entre sí pero fue tierno y dulce. Jorge
acariciaba la cadera de la chica mientras que Paula controlaba el beso, no
quería que fuera algo más subido de tono. Le gustaba eso. Se separó y Pedro
sonrió.
— ¿Más tranquilo? —Preguntó Pau.
—Aún no.
Ahora, él inició el beso, fue más duro, más salvaje pero no lo
suficiente como él quisiera que hubiera sido. Ella era tan frágil como la
porcelana, no quería que saliera huyendo. No iba a seguir metiendo la pata,
arruinado una y otra vez todo.
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Sigue →
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