Capítulo treinta y tres.
–Let me die.
Un golpe en el estómago y cayó de rodillas al suelo, una mano en forma de puño le golpeó el ojo derecho. Este palpitaba del dolor, los pulmones se le quedaban sin aire, no podía respirar bien. Había una voz en su cabeza que le dijera que se defendiera, pero ella no se movía dejaba que le pegaran. Su cuerpo era un objeto para Sandy y Pau permitió que lo tratara como tal. Su garganta ahogó un grito, y volvió a chocar la cabeza contra el piso. La sangre salía por su nariz y por cualquier parte que tenía una lastimadura abierta… Le costaba ver, su vista era borrosa, sus ojos se le cerraban y el dolor todavía seguía pero nadie la estaba tocando, se escuchaban unos gritos de una voz grave, masculina y se escuchaba otra fina de mujer, estas discutían y apenas podía percibir el sonido… No entendía de que hablaban, no sabía si se gritaban o qué era lo que sucedía, solo es oían voces mezclándose.
Un golpe en el estómago y cayó de rodillas al suelo, una mano en forma de puño le golpeó el ojo derecho. Este palpitaba del dolor, los pulmones se le quedaban sin aire, no podía respirar bien. Había una voz en su cabeza que le dijera que se defendiera, pero ella no se movía dejaba que le pegaran. Su cuerpo era un objeto para Sandy y Pau permitió que lo tratara como tal. Su garganta ahogó un grito, y volvió a chocar la cabeza contra el piso. La sangre salía por su nariz y por cualquier parte que tenía una lastimadura abierta… Le costaba ver, su vista era borrosa, sus ojos se le cerraban y el dolor todavía seguía pero nadie la estaba tocando, se escuchaban unos gritos de una voz grave, masculina y se escuchaba otra fina de mujer, estas discutían y apenas podía percibir el sonido… No entendía de que hablaban, no sabía si se gritaban o qué era lo que sucedía, solo es oían voces mezclándose.
Su conocimiento iba perdiéndose mediante que los minutos pasaban, cada
vez se sentía más débil, no podía moverse. Estaba tan inmóvil que le asustó,
tenía que ir al médico porque no podía llegar a su casa así, tampoco podía ver
a su padre de tal modo. Escuchó unos pasos fuerte yéndose del lugar y esa voz
masculina le habló. Paula no prestaba atención porqué simplemente sentía un
agudo pitido en su oído, quería gritar, llorar, salir corriendo pero sus
fuerzas estaban tres metros bajo tierra. Su respiración era entrecortada.
La tomaron entre los brazos, y su cabeza cayó por detrás viendo todo más
borroso y raro. Intentó sujetarse a algo pero sus manos resbalaban de lo que la
estaba llevando. Deseó que fuera un sueño, una pesadilla y pidió despertar pero
no era eso. Sólo intentaba crearse una ilusión para alejar el dolor que
consumía su cuerpo.
Quería ir a su casa, tomar un baño en su bañera por unas horas relajando
su cuerpo, quería dormir en su cama tan cómoda y cálida. Mirar televisión,
comer una pizza y tomar soda mientras la película que se reproducía mostraba un
amor imposible…
Cerró los ojos y una voz le susurró que no se fuera, que siguiera con
los ojos abiertos. Después sintió algo bajo su cuerpo, era como un colchón pero
no tan cómodo pero era lo bastante bueno en ese momento, su cuerpo se dejó
caer. Sus ojos se cerraron y una mueca atravesó su cara. Sintió su brazo arder
mucho, demasiado, tenía las heridas de las cortadas abiertas… Cada una que
había permanecido cerrada por la última semana, ya no lo estaba. No sabía por
qué, no quería averiguarlo, dejó que el fuego que le recorría se aumentara y
pasara por todo su cuerpo, tal vez sería menos doloroso pero se equivocó. Toda
ella ardía, sudaba y sus manos temblaban. La voz masculina seguía hablado pero
no era con Anna.
Permanecía su celular con el oído, gritó algo antes de colgar y mirar
hacia atrás. Paula tenía los ojos entrecerrados, vio una silueta y aunque le
pareció conocida no supo identificarla. Le suplicó, le rogó que no se durmiera,
que se quedara despierta por más que estuviera sufriendo y por más que su
cuerpo rezara porque descansar en paz. Tal vez, si se dormía no volvería a
despertar. El hospital estaba cerca, podía sentir algunas sirenas de las
ambulancias y entonces, el auto se detuvo. El viaje pareció corto pero, tal vez
no lo fue.
La sacaron del coche y el chico empezó a gritar por ayuda, necesitaba
que le ayudaran. Paula volvió a sentir algo contra su espalda y una luz en sus
ojos, sus pulmones estaban más tranquilos pero no lo suficiente.
Se iba dando cuenta de que era lo que estaba pasando y sintió miedo. Los
doctores le dijeron que no se durmiera, que quedara despierta porque pronto le
iban a hacer dormir con la anestesia pero hizo caso omiso y cerró los ojos,
esperando que el sueño llegara y así fue. Apareció rápido, y se llevó con él el
dolor que sentía por todo el cuerpo como si una bomba hubiera estallado y roto
todo su interior y exterior.
…
Una mano le sostenía la de ella, apretándola con fuerza. Le dolían las piernas, le dolía el pecho, la espalda y los brazos, prácticamente le dolía todo. Intentó volver a dormir pero, no pudo. El pánico era mucho más fuerte que el sueño en ese pequeño segundo que se despabiló, su padre levantó la vista cuando Pedro hizo un ruido con la boca. El chico estaba sentado en el otro extremo en uno de los sillones blancos, y su padre tenía la cabeza acostada en la camilla. Era una sala de hospital no tan desagradable como la de la otra vez pero con la diferencia de que esta no tenía una ventana. No había relojes, y no sabía qué hora era. Quería saber cuánto tiempo estuvo durmiendo en esa habitación, los dolores todavía seguían siendo fuertes por lo que, supuso que no llevaba un día entero con los ojos cerrados intentado descansar.
Su padre le acarició los dedos y le sonrió.
— ¿Cómo te encuentras?
Paula respiró, su respiración era normal.
—Me duele todo el cuerpo.
Su padre agachó la cabeza y miró hacia la puerta, iría a buscar al
doctor. Se paró y la voz de Paula lo detuvo.
— ¿Qué me pasó?
Miguel miró a Pedro, y él a Miguel.
—Pedro te encontró en la calle así cuando venías para casa. —Se pasó una
mano por el cabello y lo desordenó más. — ¿Te acuerdas de algo? —Pau negó con
la cabeza cuando, realmente si se acordaba de todo menos cuando entró al
hospital. Eso sí era un hecho borrado.
—Vale, iré a buscar al doctor.
Paula intentó sentarse en la cama pero no pudo moverse, entonces Pedro
fue a su encuentro y le ayudó. Una mueca cruzó por su cara, y él lo lamentó.
Tenía una bata blanca que no le cubría los brazos, y las heridas que ella misma
se había hecho parecían que se las realizaron cuando le pegaron en el
Instituto. Sacó su vista de ahí y miró a Pedro, quién tenía una distancia
bastante alejada. Paula se quejó internamente, quería estar cerca de él, su
presencia le cambiaba, le gustaba esto. Podía ser ella misma y podía olvidar
los infinitos líos que se acumulaban en su cabeza como un rompecabezas.
Alargó la mano, y Pedro vaciló en tomarla pero al fin lo hizo. Él
aceptaría todo para estar cerca de ella cuando todas las posibilidades
provenían de Paula, la castaña acarició su brazo lleno de tatuajes, poseía
muchos más que la última vez que lo vio, exactamente hace una semana por su
cumpleaños.
—Gracias, Pedro.
Él tragó gordo e hizo una seña con las manos para ver si se podía sentar
con ella al lado. Paula asintió y le hizo un lugar.
— ¿Sabes? No tienes que agradecerme, siempre voy a estar ahí.
Su aliento choca contra la oreja de la muchacha y sintió que su cuerpo
cambiaba de estar adolorido y mejor. Esto era raro.
Pedro besó la frente de la chica y salió de la camilla justo antes de
que su padre con un doctor entraran por la puerta, iban hablando sobre unas
medicinas que debía tomar.
El doctor le comentó que no tenía nada roto y sólo tendría que pasar en
cama unos días hasta que el dolor sanara, no era algo tan grave pero que
tendría que venir a hacer unas revisaciones por si las dudas.
Le tomó la presión, y le hizo unas pruebas de vista. Hace poco había
dejado sus anteojos atrás, no quería usarlos de nuevo y así fue, estaba completamente
bien.
—Bueno, lo mejor de todo es que las heridas se van a curar y estás bien,
sin ningún hueso roto.
Paula asintió. Realmente no estaba bien, sentía un peso en medio del
pecho. Tenía ganas de llorar toda la tarde pero, Pedro sujetó su mano y las
lágrimas volvieron a su lugar.
Este le había cambiado su forma de ser, en parte.
…
Miró hacia sus pies que estaban en el borde de la bañera llena de espuma, su padre tocó a la puerta y ella le permitió pasar. Estaba toda cubierta de burbujas así que, no tenía problema, a pesar de todo era su padre. No le había perdonado pero dejó que hiciera su trabajo de papá y se preocupara… Pidió una licencia de una semana por Paula y ella realmente lo agradeció, tal vez eso era lo que necesitaba: que realmente sintiera preocupación por la salud de su hija.
…
Miró hacia sus pies que estaban en el borde de la bañera llena de espuma, su padre tocó a la puerta y ella le permitió pasar. Estaba toda cubierta de burbujas así que, no tenía problema, a pesar de todo era su padre. No le había perdonado pero dejó que hiciera su trabajo de papá y se preocupara… Pidió una licencia de una semana por Paula y ella realmente lo agradeció, tal vez eso era lo que necesitaba: que realmente sintiera preocupación por la salud de su hija.
— ¿Te sientes mucho mejor?
—Mucho mejor no, tan solo estoy mejor que antes. —Sonrió y se acomodó el
moño que tenía en medio de la cabeza.
— ¿Esto te está relajando? —Su padre le miró, tomó su mano y Paula
extendió más la sonrisa. Sabía que él realmente estaba arrepentido pero,
perdonarlo no se sentía muy bien. No iba a hacerlo así como así por más que
fuera su padre. —Pedro me dejó está carta para ti… —Extendió la mano a su
bolsillo trasero del pantalón y lo sacó. —También está flor. —Sacó la mano
detrás de su espalda y se la mostró.
Era una bella rosa.
—Ow, que lindo de su parte… ¿Sigue aquí? —Intentó mirar por la puerta,
ya que estaba en el baño principal de la casa pero, esta estaba cerrada.
—No, se fue hace unos minutos. —Su padre agachó la cabeza y se acomodó
en el piso de una forma en la que estuviera más cómodo. —Es un gran chico, ¿no?
—Supongo.
— ¿Estás interesada en él?
El pequeño interés en su padre sobre su vida amorosa le alarmó un poco
pero está era lo que siempre había querido. Un padre que le preguntara sobre
los chicos con los que hablaba o cosas por el estilo.
Una sonrisa se volvió a extender por su rostro pero no mostró sus
dientes, sino fue algo más vergonzoso.
—Me hizo daño hace tiempo atrás pero, trato de olvidarlo. Me interesa él
pero creo que nunca podremos llegar a hacer algo. —Explicó la muchacha. No
podía entender como le soltaba todo de una a él, era su padre, sí. Pero nunca
había tenido esa confianza.
—El amor sobrepasa todas las cosas que una persona pudo haber hecho en
una vida, todos los errores cuando uno ama desaparecen… —Su padre agachó la
cabeza. Pau sintió demasiada pena, lo amaba, era su padre y sabía que lo decía
por eso en parte. Ella sacudió su hombro y le sonrió.
—Sé que lo dijiste, en parte, por lo que pasó entre nosotros pero, a
pesar de todo eres mi padre y siempre, por más que cometas muchos errores, voy
a quererte. Me criaste. —Sonrió. —Cuando mamá murió, eras mi único amigo, la
única persona que pudo mantenerme como yo te mantuve… —Obligó a que sus
lágrimas no salieran. —Tal vez, hiciste algo realmente estúpido y doloroso pero
de esas cosas se aprende ¿o no?
En sí, lo estaba perdonando. No porque sentía pena y odiaba verlo de tal
manera. Sino porque sabía que él lo había hecho con buenas intenciones. No lo
perdonó del todo pero, dejó que los problemas fluyeran como si fuera un globo
aunque algún que otro alfiler deseaba pincharlo y hacer que este volviera a
tierra, destrozado.
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Sigue →
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