Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

domingo, 18 de octubre de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 39

Capítulo treinta y nueve. –Let me die.

El lugar estaba mejor que la última vez que lo había visitado y fue hace bastante tiempo, no se acordaba como era todo alrededor tan solo se acordaba del lugar más importante de todos: Donde se encontraba su madre. Era el cumpleaños de Alejandra.

Paula al despertar aquella mañana con un nudo en la garganta deseó volver a dormir pero no podía, estaba completamente despierta, ese día Miguel y Pau solían no hablar mucho, la conversación se bastaba de asentimientos, negaciones y algunos: “también la extraño” “quisiera que siguiera aquí” pero después de eso, no se hablaba más. Era un tema demasiado delicado.

Toda chica adolescente necesita alguien con aspecto femenino en la casa para guiarlo con cosas con las cuales no se puede hablar con un padre como el primer beso, el primer novio o la primera vez que alguien dice te amo.

Claro que con un padre se podía hablar pero, no era lo usual en las chicas. La mayoría de las que conocía en el Instituto vivían con su madre y padre.

Una madre cumplía un diferente rol en la familia que un padre, ambos son geniales, comprensivos y siempre pueden aconsejarte pero, la madre suele apoyar a su hijo y estar siempre ahí para poder aconsejarlo de todas las maneras posibles. Un padre te ayudaba a no rendirte, te aconsejaba para que siguieras adelante. Paula tenía un poco de ambos en su padre, y sabía que él hacía lo mejor que podía pero a veces no era suficiente.

Era un día feo, no solo por la fecha, sino también por el clima: frío, ventoso y el cielo estaba gris y nublado. No era una linda vista por ningún lado.

Iría al Cementerio para ver a su madre, nadie iba con este clima a ese lugar porque, todo conformaba un mal contexto: ver a un pariente o amigo muerto, hablarle, que no te escuche ni tampoco te responda, dejarle flores y hay que sumarle que el día era horrible, era tan horrible que Pau tuvo ganas de llorar al ver por la ventana… Tal vez, todos los pensamientos en su cabeza eran la razón por la cual quería llorar y no el día, pero no lo sabía.

Se puso unos jeans negros que encontró en su armario, una remera negra básica de manga larga arriba de esta se colocó un buzo negro con letras blancas que decía: “Live and dream”, un regalo de la familia hace unos años, se puso sus botas militares negras y tomó la cazadora del mismo color que toda su ropa, iba a un Cementerio supuso que debía vestirse de esa manera además ese día se sentía el color negro más que nunca en toda su corta vida.

Al bajar las escaleras, vio en el reloj de la pared que eran las ocho y media de la mañana, debería de estar en el Instituto, era Martes.

No le importó el Instituto, volvió a subir la escalera, fue a la habitación de su padre… Él solía tomarse este día libre y así fue, estaba dormido en la cama matrimonial del lado que solía ocupar Alejandra todas las noches. Había un cuadro que colgaba en la pared del costado, era la foto familiar, estaban ellos tres con una sonrisa que era muy deslumbrante, pensó en la caja de recuerdos de la familia que estaba en el armario de su padre. Sin hacer ruido fue por esta, tenía que conseguir una de las fotos más hermosas que tenían de ellos como una familia, seguían siendo una familia pero estaba incompleta y no era lo mismo, nunca lo sería.



El lugar no era como se mencionaba en las películas y en los libros, era pintoresco por el pasto, los árboles, las flores y las decoraciones que hacían que el ligar fuera más bello en el pasillo de entrada. Las rejas negras permanecen abiertas desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche aunque nadie va a un Cementerio de noche.

Había muchas lápidas separadas por aquel lugar. La última vez que fue a visitar a su madre, más bien a su cuerpo fue con su padre, quien hablaba con la voz cortada y no lloró solo para ser fuerte enfrente de su hija pero, Paula nunca va a olvidar como Miguel le dijo a Alejandra que la amaba y que siempre lo haría. Su voz estaba rota, quebrada, ronca.

La castaña si rompió en llanto porque la extrañaba.

Tenía unas flores, un sobre y una cadena de oro en una mano, la otra la tenía en el bolsillo de su cazadora, llegó a la lápida de su madre y se la quedó mirando por unos minutos antes de que caer de rodillas en el pasto y mirar hacía bajo sin soltar ni una lágrima. Se había olvidado de ese lugar, había olvidado ir a visitar a su madre y se sintió culpable, sintió que la había olvidado pero era lo contrario. La recordaba cada segundo que podía al igual que los recuerdos, y momentos que quedaron grabados.

Las risas, chistes, cenas, fiestas, navidades, cumpleaños, tardes libres, fin de semanas cuando su padre no trabaja, vacaciones, acción de gracias.

No podía creer como era que de un día para otro cuando creías tener todo y al segundo, perdías una parte de lo que conformaba ese todo, perdías una parte de la vida perfecta que pensaste que tenías, perdías esa parte que era la alegría que sacaba sonrisas. Todo se perdía, cada día era un milagro, y a veces, los milagros podían desaparecer.

Alejandra tuvo esa mala suerte, ella desapareció como el milagro de tener una vida.

—Mamá…

Era un susurro.

No se escuchaba.

—Lamento no haber venido en tanto tiempo es que, sigo sin poder creerlo del todo… Te fuiste para no volver más y me mata saber que obtuve tu última sonrisa para que después te fueras de la manera más fea de todas.

Estaba llorando.

Respiró para controlar la respiración, no tenía asma pero sus pulmones con el frío no eran muy buenos amigos.

—Hay tantas cosas que debo contarte y no sé cómo hacerlo —miró al nombre inscripto en la lápida y dejó las flores sobre esta. Siento un vacío que la comía por dentro del pecho, su corazón palpitaba nervioso y su cabeza dolía y a todo había que sumarle que estaba llorando y su respiración era entrecortada— Una chica me odia en el Instituto y me hace la vida imposible pero, a pesar de eso, tengo una amiga se llama Emma por más que a veces sea una zorra, es una gran persona, me ayudó mucho y tuvimos nuestras peleas —pensó en el trato que hizo con su padre— y papá tuvo mucho que ver en eso pero todo está bien ahora.

Miró hacia el cielo y después a la lápida.

—Tengo novio —Sonrió—, se llama Pedro y él fue una persona que me lastimó tanto como me ayudó, así que puedo recordar el pasado y puedo verlo pero, me gusta mi presente así que, trato de olvidar lo que pasó aunque es difícil… —Su voz se cortó— No me lastimó… No lastimó mi cuerpo desde hace tiempo, me siento orgullosa de eso, ¿sabes? —Las lágrimas cayeron por su rostro— Eso era una debilidad para mí, era una forma de expresar lo feo que sentía mi cuerpo, mi forma de ser, y era la escapada a todo lo que me habían hecho en el Instituto… —Se limpió la nariz con la manga del buzo—
Ahora estoy bien, voy a una Psicóloga que me está ayudando.

Acarició la lápida y deseó que de alguna jodida manera, Alejandra pudiera sentir el tacto. Los diez minutos que había estado sentada en el pasto, sintió a alguien cerca de ella pero sabía que no era una persona y en parte, le daba miedo. Capaz estaba alucinando como cualquier persona normal.

— ¿Sabes cuánto te extraño? —Preguntó— ¿Sabes lo que es no verte todos los días? ¿No escuchar tu voz? ¿No sentirte cerca? ¿Saber que solo existís por una fotografía? No creo en la vida después de la muerte porque llegamos para hacer algo en la vida y luego, nos vamos… Y ahí termina nuestra historia. —Se limpió las lágrimas— Desearía que no fuera tan así y que si pudieras regresar cuando quisieras porque necesito de tus abrazos, consejos para una chica adolescentes, necesito que me ayudes mamá.
Se agachó en la lápida y sollozó. Le costaba respirar.

—Te amo mamá, lamento haberte mantenido alejada.

Dejó la foto de ellos juntos con la cadena de oro que le había dado a Paula cuando nació, llevaba la “M” por su nombre pero quería dársela a su madre, tal vez podría servir de recuerdo o lo que sea.


Se marchó de aquel lugar después de un largo rato de estar hablando con su madre, sabía que no le respondería y también era consciente de que no la escuchaba pero, hablar de esa manera con lo que pensaba que era su madre le sirvió bastante. No se había liberado de esa manera con nadie en su vida y sintió que un peso de desvanecía de su pecho que estaba tan lastimado físicamente.

No supo cuánto tiempo estuvo pero pensó que fue el suficiente.

Se paró y salió caminando sin mirar atrás.


Era un lugar triste, solitario y te hacía sentir escalofríos por tu cuerpo como si el viento traspasara por dentro del mismo pero era la realidad, la realidad chocando contra tu mente diciendo: “Se fueron, no volverán… Lo que queda son los momentos, los recuerdos de oro que una mente guarda para siempre”
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¡Hola! Cuanto tiempo a pasado desde que no publico ningún capitulo de la novela, realmente me siento mal por no haber estado actualizando durante los dos últimos meses. Digamos que entre los examenes, la lesión que tuve hace poco y el colegio, no logre encontrar un día para actulizar, ni siquiera pude entrar a Twitter :'(

¡PAULA ESTA EMBARAZADA! Me entere recién el Viernes, dios no saben que alegría me da, Oli al fin va a tener un hermanito ♥♥

Y Bueno el Viernes 16 de Octubre, esta pagina cumplió 2 años publicando adaptaciones, realmente agradesco mucho a esas personas que se quedaron hasta el final, aquellas que supieron comprender y aguantarme los dias, meses en realidad, que no eh actualizado. Y todos aquellos que hicieron posible que esta pagina sigue en pie porque, sinceramente, durante los días que no actualize tuve planeado eliminar la pagina pero me di cuenta que realmente había gente todavia leyendo las novelas. En fin, los 8 capitulo que acabo de subir se los dedico a todos ustedes ♥.

Espero que les haya gustado, lo siento por el largo testamento :) , Comente aca o en mi tw @LoveClariego

¡Buenas Noches! 

Novela Let Me Die - Capitulo 38

Capítulo treinta y ocho. –Let me die.

Paula se miraba al espejo de cuerpo entero que había en el baño principal, tenía puesto un pijama que consistía en una remera rosa de tirantes y un short negro que mostraba gran parte de la pierna. Se puso de perfil y se revisó. Tocó su estómago, resaltaba un poco sobre la remera (además, está era apretada al cuerpo), se miró en el espejo, tenía un moño torcido en la cabeza con algunos flecos que caían sobre su cara; sonrió, no le gustó; hizo caras raras y no se preocupó por si le gustaba o no, era algo divertido para hacer cuando no te gustaba el reflejo del espejo. Recordó en cómo era Emma toda despeinada, en su cuerpo delgado pero sin ser anoréxica. No sabía si hacía ejercicio, si iba al gimnasio o esas cosas pero, seguro que lo hacía. Nadie tenía un cuerpo como ese si no lo ejercitaba además, comía bastante y no seguía una dieta. Pau no era gorda pero tampoco era muy delgada, era un poco rellenita pero nada más que eso… No se avergonzaba tanto de su cuerpo, sino más bien de lo que sentía por dentro y de lo fea que creía que era.

No le gustaba ninguna parte de ella, no había algo que podría decir: “me gusta como se ve en mi” Sabía que la perfección no existía, tampoco existían las personas perfectas pero, si había gente que parecía serlo, que parecía estar demasiado cerca de la perfección tanto físicamente como personalmente y Paula quería ser una de esas personas.

Una lágrima cayó por su ojo llegando hasta su pera, se estaba derrumbando de nuevo.

Resistió la tentación que permanecía en su pecho, que deseaba salir. Negó con la cabeza, iba a ser fuerte una primera vez en la vida, no quería caer, no iba a caer. Se abrazó a si misma mientras miraba el cuerpo frente al espejo, prefería llorar antes que abrirse las muñecas y los brazos. El llanto relajaba el dolor que tenía en el pecho, relajaba la ansiedad.

Se limpió la cara con las manos pero el llanto siguió por unos minutos hasta que pudo relajarse. Había chicas que sin importar como fueran tenían mucha confianza en sí mismas, en su cuerpo, en su personalidad, eran gentes a las cuales se las podía envidiar porque la confianza en uno era algo muy valioso y muchas personas que podían ser demasiado bellas exterior e interiormente no la tenían.

Agachó la cabeza y sintió una mano en su hombro que la acariciaba.

Conocía esa mano por más que no hubiera visto la persona que estaba parada detrás de ella, se quedó para de la misma manera en la que estaba. No podía dejar que Pedro la viera de esa forma, aunque la había visto en peores circunstancias.

Él besó su hombro y luego el cuello de la chica.

—Paula, estoy aquí.

Dio media vuelta y enredó sus brazos alrededor del cuerpo de Pedro, dejó su cabeza en el pecho del chico, no lloraba, tan solo le costaba respirar por el llanto que había tenido minutos atrás. El castaño le hacía preguntas pero Pau no respondía, su voz estaba cortada, ronca, era el peor momento de todos para que él viniera. No sabía que estaba tan metida en sus pensamientos como para no saber que había entrado por alguna ventana de la casa o si tenía suerte por la puerta como las personas normales lo hacen.

—Cariño, ¿qué sucede?

Pedro la llevó a la habitación, iba abrazado a ella por lo tanto, le costó más de lo que esperaba llegar adentro de la habitación. Se sentó en la cama con ella en su regazo, no habló en ningún momento y le estaba preocupando. Siquiera movió la cabeza para decir sí o no.

El chico le dio un beso en la mejilla y levantó su mentón con el dedo pulgar.

— ¿Vas a hablar conmigo? —Preguntó, más bien era una afirmación. Iba a sacarle toda la información posible para poder ayudarla— Claro que vas a hacerlo, Paula.

La castaña separó su cara del cuello de Pedro y le miró por unos segundos antes de besarlo en los labios. Fue un beso corto pero fue lindo. Se levantó del regazo de Pedro y se acomodó contra la cama hecha una bolita. Pedro le miró por unos segundos, sonrió y soltó una pequeña risa. Tomó sus piernas y tiró de ella, quien cayó acostada a la cama… Soltó una carcajada.

Tenía estados de ánimo que cambiaban continuamente, sabía que no era bipolaridad sino la adolescencia, la jodida adolescencia que era una etapa realmente difícil pero una de las mejores o eso decía la gente… La gente que no era como Paula disfrutaba de su adolescencia, salía a bailar, tomaba, iba de fiesta en fiesta, conocía personas, vivía cada día como si al otro se fuera a acabar el mundo y era así como había que vivir la vida: sin miedo, con riesgo y sin problemas en los cuales puedas quedar atascado, todo tenía su fin, todo se podía superar sólo había que insistir en eso.

Pedro le besó, un beso más largo pero igual de suave que el anterior, esos besos eran los mejores.
Se acostó al lado de ella, quien se sostuvo por su codo y apoyó la mano en la cabeza para verle de arriba, llevó una mano a su cara y empezó a acariciarla, se detuvo en sus labios, eran provocadores, daban ganas de morderlos, además tenían un lindo color, y Pau quería dejarlos más rojos.

— ¿Quieres besarme?

Pau agachó la vista y sonrió.

—Puedes besarme siempre que quieras —Paula la elevó—, pero primero vas a contarme qué es lo que te sucede.



— ¿Por qué me elegiste a mí de tantas chicas que sufren de baja autoestima en el Instituto? —Dijo y dejó el plato de comida sobre el escritorio, Pedro cocinó pasta, estaba deliciosa. —Por cierto, cocinas bien.

Pedro rió e hizo palmadas en la cama para que Paula fuera con él. Se acercó y se acomodó enfrente de él, Pedro acarició sus piernas, sentía cierta incomodidad e inseguridad en eso pero quiso que no se notara pero, se ponía tensa con cada caricia que Pedro hacía. Le dejó cuando lo notó. Le miró y cruzó sus brazos por el pecho.

—No te elegí porque tuvieras bajo autoestima… Tan sólo, un día vi con realidad como eran las cosas y me sentí culpable, quería arreglarlo todo. Después terminé conociéndote y me llamaste la atención, ahora me gustas. —Sus ojos divagaban por la cara de Pau que estaba con su color de piel natural y no roja.

—Hay muchas chicas realmente lindas en el Instituto y yo, no soy parte de esas… No entiendo cómo es que…

—No te menosprecies. —Dijo Pedro— Eres hermosa y no te lo digo sólo por ser tu novio, te lo digo de verdad porque es lo que yo veo… Eres muy ciega, hay chicos, de los cuales no voy a mencionar, que te miraban fijamente cuando caminabas por los pasillos con los libros pegados a tu pecho y con los auriculares puestos, y hablaban sobre ti pero no decían cosas malas, decían cosas buenas. —Sonrió— Pero claro, tú siempre estabas metida en tu mundo y nunca lo notaste.

El color de mejillas de Paula cambió a un color carmesí. En parte, no creía todo lo que estaba diciendo… Sabía que muchos la conocían por ser la hija de Alejandra, era una persona carismática por lo tanto, era conocida por las paredes del Instituto.

— ¿Por qué…? —Se quedó callada, no sabía si debía preguntar aquello. Tenía mucha confianza en Pedro pero no la suficiente, al parecer. —Nada.

—Oh, ¿vas a dejarme con la intriga?

— ¿Por qué sabiendo que tu madre sufrió de abuso, dejabas que me lo hicieran a mí? —Preguntó y al ver la cara de desconcierto de Pedro, aclaró su pregunta. —Me refiero a que, entiendo que no éramos amigos y no tenías ningún derecho a defenderme, siempre que veías que Sandy me maltrataba nunca decías nada y… sé que nunca me pusiste una mano encima pero tampoco hablaste en esos tiempos.

—Conozco a Sandy desde hace tiempo y sé cómo es su vida, por lo tanto no quería ser otra molestia para ella y cómo no éramos amigos, me mantenía al margen de lo que ella hacía. —Dijo y su mirada cayó.

— ¿Sandy tiene una vida difícil? No lo parece. —Recordó el bebé que había visto el fin de semana pasado y un nudo se formó en la garganta, debía preguntarle a Pedro si ese era su hijo aunque lo dudaba muchísimo.

—No la conoces, simplemente es eso.

¿La estaba defendiendo?

Pau clavó su mirada en Pedro, ambos se miraron fijamente por unos minutos, nadie decía nada hasta que Pedro ablandó su mirada y negó con la cabeza. Lo había dicho de mala forma, bruscamente.

—P…

—La vi amamantando a un bebé el fin de semana pasado en el parque, ¿el niño que ella tenía es tu hijo? —La pregunta salió de su boca antes de que pudiera detenerla. Se quejó por aquello, no debía de haberlo preguntado tan directamente, esa pequeña habitación parecía un interrogatorio policial. Era un asco.

— ¡¿La viste con el bebé?!

El miedo de Paula se acumuló en el pecho y en el estómago. Se maldijo en la cabeza por haberle preguntado, tal vez si vivía con la mentira de que no era su hijo; estaría más tranquila, tenía nervios que le estaban comiendo el cerebro, literalmente. Se sonó los dedos y movió las manos: era uno de los tics que tenía cuando el nerviosismo se apoderaba de ella.

—No es mi hijo, Pau… —Soltó— Veo el pánico en tus ojos.



Habían pasado unas horas y ambos dos tenían sueño pero no querían caer rendidos a la cama por lo cual, hicieron una apuesta: El que contenía la respiración más tiempo, ganaba y el que no debía ponerse ropa del otro y había que sacar una foto sobre esto. Paula ganó por una diferencia de 10 segundos, como ella tenía puesto su pijama, le entregó uno de todos los vestidos que tenía en ese armario, ese lugar sería el paraíso de toda chica sumándole los zapatos menos el de ella por más que le gustarán, no era su tipo de vestimenta así que, no era precisamente su paraíso.

El chico fue al baño y al salir, tenía puesto un vestido con corte corazón que caía con una falda de tul negro con brillos, el vestido era adorable pero a él le quedaba totalmente chistoso, Paula entró al baño y se puso la ropa de su novio para que él no se sintiera tan solo, además pensó que sería divertido.

Al salir, tuvo que sostener con una mano el jean, realmente en ese lugar podía entrar Emma, eran muy grandes para ella y hay que sumar que los pantalones que Pedro  usaba eran un talle más de lo normal porque le gustaba bajarse el pantalón y caminar con una parte de los bóxers afuera, tal vez le gustaba el aire chocando contra su trasero.

Pedro soltó una carcajada sonora y Paula le siguió, lo tomó del cuello y le besó, él sostuvo su cintura y entre besos, se reían.

Alguien tosió a sus espaldas.

Ambos dieron media vuelta, Pedro se puso rojo de vergüenza, tenía un vestido negro de chica puesto sobre él, estaba mostrando casi todas sus piernas peludas y Paula tenía puesta la ropa de su novio, la cual se le caía y si no la sostenía, la arrastraría por el piso.

—No hay botellas de cerveza, ni de whisky, es una buena señal supongo. —Dijo Miguel y miró a su hija, le sonrió y ella agachó la cabeza. Después miró a Pedro y negó con la cabeza. —Chico, ese vestido no te sienta bien, tal vez, algo largo te quede mejor. —Le guiñó un ojo a su hija quien tenía la cara color carmesí y cerró la puerta.

Los dejó solos, rojos y callados en medio de la habitación.

Pedro rompió el silencio con un suspiro.

—Yo pensé que me veía bien con el vestido. —Dijo y pasó una mano por su cara haciéndose el frustrado.

Pau soltó una carcajada que pudo haber despertado a los vecinos.


—Oh, Pedro, te queda hermoso.
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Novela Let Me Die - Capitulo 37

Capítulo treinta y siete. –Let me die.

Pau se había pasado la semana yendo a la casa de Pedro, se quedaba a cenar y luego, iba a su casa. Anna era una gran madre, él nunca le había contado sobre ella, tampoco nada de su historia y una de esas noches en las que se quedaban en la cama hablando de cualquier cosa, salió ese tema… Su familia.

Los padres de Pedro se divorciaron cuando él era bebé, no tenía un año cuando su padre se fue de la casa, había muchos problemas económicos, conflictos y peleas entre la pareja que formaban entonces, decidieron separarse pero después de eso, no se llevaban mal. Anna lo tuvo siendo una adolescente con muchos problemas familiares y con ella misma, era una chica que solía tomar alcohol, no le importaba nada solo sus padres. No sabía que la madre de él había tenido una vida fuerte y dura: su padrastro la violó de niña y ese fue el trauma que la llevó a drogarse, tener amigos malos y esas cosas… Pensó en el aborto de su hijo, también en suicidarse, Pedro le explicó como había sido ese momento.

Se había parado en medio de la calle cuando un camión pasaba por esta, por suerte el mismo iba despacio y no la atropelló, días después de aquel incidente se enteró que tenía una vida dentro de su vientre y se sintió agradecida, estaba feliz pero seguía perdida. Era el hijo de Horacio, y ellos en ese momento no esperaban tener un hijo… Tenían dieciocho años.

Anna pensó que Pedro era la bendición de sentirse feliz después de que su padrastro abusó de ella pero, seguía pensando en cómo su vida cambiaría. Dejaría de salir, tendría que quedarse en casa, no podía ir a la Universidad y tener un título.

La madre de ella se separó de lo que era su esposo y quedó soltera, ella amaba tanto a su madre como a su padre, en el tiempo que les contó sobre que iba a tener un hijo con Horacio, sus padres le apoyaron en cada cosa que tuviera que pasar por el embarazo. Era joven y no sabía sobre esas cosas, no pensaba que después de haber tenido relaciones usando preservativos tendría un bebé. Horacio no fue el mejor padre que hubiera deseado, muchas de las veces se olvidaba de ir a buscarlo después de partidos en el Instituto o los fines de semanas no iba a buscarlo a la pequeña casa donde vivía con su madre, pero pasando los años, Horacio se casó y empezó a ser un buen padre. Pedro nunca le tuvo rencor, le quería muchísimo pero tal vez no tanto como su madre, era como una mejor amiga para él.

Paula sabía que Pedro tenía dos hermanastros que eran más hermanos que hermanastros, realmente eran tiernos según él.

Fue a la psicóloga días después por la sesión que tenía con ella, la había cambiado a todos los viernes por la tarde… Al llegar, todo seguía de la misma manera: naranja. Se rió para ella misma, unos colores le habían hecho un completo lío en la cabeza, era algo loco pensar en eso… En como con los colores te identificabas, Emma era un naranja, siempre estaba alegre, era algo que repartía por el mundo. Podía ser una zorra a veces, pero siempre teniendo la misma simpatía con cualquier persona con la que hablara.

—Tu padre me llamó hace unos días —dijo Clara cuando Paula cerró la puerta de la sala—, quería saber qué me habías dicho el primer día que hablamos.

Pau se le quedó mirando fijamente. Sabía que había un contrato en el cual decía que todas las cosas que se hablaban quedaban en ese lugar, en esas cuatro paredes de color que significaba algo. Y entonces, una duda le llegó a la cabeza: el contrato podía ser falso ¿no?

Clara le sonrió y negó con la cabeza.

—Firmé el contrato, tu padre también y tú tienes que firmarlo, no le conté nada.

—Oh, eso es bueno… Pensaba que si le habías contado algo me marcharía lo más rápido posible de aquí.

Soltó una pequeña risa y acomodó la libreta sobre sus piernas con la lapicera de tinta que tenía, nadie usaba lapiceras de tinta ya. Bueno, nunca vio a alguien usar unas en estos años, tal vez era la nueva moda… Agh, pensaba cualquier estupidez.

—Cuéntame, ¿cómo estuviste esta semana?

—Está semana estuvo bien, bastante bien.

— ¿Hay razones por la cual estuvo bastante bien?

La cara de Paula fue tomando color carmesí con el paso de los minutos.

—Un chico… El chico del cual te hablé la otra vez, bueno, salí de la sesión que teníamos, fui a su casa y le hablé sobre que no sabíamos que era y me contestó que era demasiado notorio que éramos novios, así que… lo somos.

Clara frunció el ceño, llevó su tinta a la boca y mordió la tapa de la misma pensando en lo que Paula recién le había contado. Por su mirada, no estaba conforme con eso y ella no supo por qué…

— ¿Sólo así? ¿No te lo preguntó?

—No. —Susurró la castaña… Fue raro. La mayoría de los chicos que querían tener algo con una chica, les preguntan sobre eso, dicen las palabras y se les proponen yendo a una cita, él tan solo fue muy Pedro.

—No deberías conformarte con poco, Paula… No deberías.



Después de salir de la sesión, caminó directamente a su casa, Emma seguro ya estaba dentro con una pizza esperando por ella. Verían películas hasta el amanecer, habían planeado esa noche de chicas desde hace unos días y hoy la llevarían a cabo.

Pasó por dos parques que estaban totalmente hermosos con los faroles iluminando los árboles, los columpios con niños y padres ahí. Estaba oscureciendo pero no hacía mucho frío como suele hacerlo en esa época del año por Londres. Paró en uno de los parques cuando vio a Sandy con una persona adulta, eran muy parecidas; debía de ser la madre. La rubia estaba amamantando a un niño, la cara de Paula fue atónita.

Recordó en el tiempo, nunca había visto a Sandy con una panza de embarazada pero hubo un tiempo, cerca del final de curso, cuando faltaba a clases, no salía a las fiestas, no se sabía nada sobre ella, había estado oculta. No sabía si en el verano salió o qué pero, no hubo noticias por ninguna parte.

Era un niño por el atuendo que estaba usando.

Paula siguió mirando de la misma manera hacia ella, no entendía que sucedía. Dios mío, si era verdad, ese hijo podía ser de Pedro porque ellos fueron novios y habrán tenido relaciones pero si era así, él seguro se había encargado del bebé y también hubiera estado con ella; apoyándola por más que sea una zorra.

Cuando la rubia le vio, frunció el ceño y Paula apartó la vista, salió corriendo lo más rápido posible… Ahora le haría la vida imposible porque había descubierto el secreto más oculto de todos, tenía un hijo. Estaba sacando conclusiones sin sentido capaz pero, estaba pensando sobre lo que había visto y si no era su hijo por qué le estaba amamantando.

Corrió a su casa, Emma debía de saber algo al respecto.



Cuando llegó, todas las luces estaban apagadas pero menos la de la habitación por la cual salía música a todo volumen, no sabía que canción era pero realmente molestaba. Golpeó la puerta contra el umbral y la música se apagó automáticamente, Emma salió de la pieza con su piyama puesto, era muy flaca, Pau sintió envidia cuando le vio. Estaba toda despeinada y sin maquillaje, y seguía siendo igual de hermosa que siempre.

Un pensamiento típico de la cabeza de Paula: Las rubias son perfectas.

Mientras llegaba hasta el salón, se hizo un moño en la cabeza todo desordenado y le quedaba bien, era perfecta esa mujer.

“La confianza es algo bueno en una persona, siempre se refleja el bajo autoestima en la cara. Si no te tienes confianza, entonces no tiene sentido tener una vida” Esa había sido la frase que Clara le había dado después de una charla sobre cómo se sentía con su cuerpo, pero en ese momento no importó tanto. Paula se sintió inferior, una más del montón, una chica que no podía llamar la atención.

— ¿Estás bien?

Sus ojos estaban brillando. Se sentía mal nuevamente.

—Si… —Negó con la cabeza alejando las lágrimas y miró hacia su amiga—Sandy tiene un hijo. —Soltó, la boca de Emma cayó y sus ojos se abrieron… Claramente, no sabía sobre esto.

Justo en ese momento, le llegó un mensaje de una persona desconocida, lo abrió y decía: “Cuentas algo y arderás perra. No te metas conmigo”


Paula tragó gordo. El celular cayó de sus manos chocando contra el piso, no se desarmó, tampoco se rompió. Tenía la mandíbula tensa y un miedo le recorrió el cuerpo.
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Novela Let Me Die - Capitulo 36

Capítulo treinta y seis. –Let me die.

Ambos dos estaban fuera del hospital a los cinco días, el padre de Paula le presionaba para que le contara quién había sido la persona que le hizo tal cosa, en el Instituto sabían que era Sandy pero, nadie nunca habló sobre ella.

Los rumores corrían por los pasillos del mismo demasiado rápido, las risas, las miradas que nunca antes había recibido, aparecían en su camino. Cada vez que Pau caminaba con sus libros en la mano, cada vez que entraba al salón, entraba a la cafetería o al baño, las charlas cesaban y todos le quedaban mirando. Se notó que había sido lastimada por alguien y ese alguien era Sandy entonces eso afirmaba cada rumor que había entre las paredes.

Solía no ir a la cafetería, tampoco en los recesos ir sola al baño.

Pedro uno de esos días no fue al Instituto, ya sea porque no tenía ganas de ir o por el yeso que cubría su brazo… Tardó una semana en poder salir del hospital por las recetas y chequeos que debía hacer, fue en uno de esos días cuando conoció a su mamá. No sabía que sus padres se habían divorciado cuando él era pequeño y entonces, entendió que no sabía mucho sobre Pedro como él de la historia de Pau. Tal vez porque se mantenía cerrado sobre su vida personal pero, él siempre estaba ahí para ella cuando, capaz, Paula nunca lo estuvo por todos los problemas que se interponía, ella misma, en su cabeza.

El médico que había atendido a Paula en las dos últimas veces que visitó el Hospital, le recomendó que fuera a un psicólogo. Su padre, quien siempre intentaba ver lo bueno para su hija por más que tuviera errores, pensó en que también era buena idea, alguien que le ayude a ver su vida de otra manera podía sacarla del juego que su mente jugaba contra ella. Paula no quería saber nada al respecto, no podía confiar en una persona cualquiera y contarle sobre su vida, sus defectos, sus marcas, sus cicatrices, sobre sus sentimientos e inseguridades. No era así de fácil, nunca había sido de esa manera.
Pedro y Emma apoyaron el pensamiento de su padre y en ese momento, la castaña dijo que no tenía apoyo de nadie pero estaba dramatizando todo la escena, tal vez si necesitaba ir a un psicólogo.

Estaba sentada con las manos sobre su regazo mirando hacia las diferentes pinturas que colgaban en la pared de la Señora Alonso, las paredes eran de color naranja y por lo que alguna vez había escuchado por ahí, decían que ese color significaba: alegría. Es un color alegre, que estimula a la gente, y es antidepresivo. No le gustó y entonces, se sintió como el color negro: fría, aislada, sola, oscura. Los sillones donde estaba acomodada eran blancos: luz, bondad, inocencia. Se fijó en todos los detalles que había alrededor de la pequeña sala de estar y reconoció que casi todos los colores estaban en alguna parte del espacio, no sabía si quería significar algo, si realmente significaba algo o si solo estaba alucinando y pensando cualquier cosa por el hecho de que en algunos momentos iba a entrar a una sala con una persona desconocida a hablar de todos sus problemas.

La nena que salió del lugar con la Señora Alonso, tenía tan solo unos siete años. Se me preguntó por qué una niña de tal edad iba a ese lugar… Entonces, recordó que todas las personas tienen problemas; siendo niños, adolescentes, adultos o ancianos. La vida, las personas estaban llenos de problemas, no importa que tan grande o tan joven seas, algo siempre va a perturbar tu mente como si fuera una máquina de aniquilar.

La señora Alonso era muy joven para lo que Paula se había imaginado. Tenía puesto un jean negro con una camisa blanca que era demasiado holgada... O ella capaz demasiado delgada. El punto es que, le dijo que pasara mientras saludaba a la madre de la niña que se había quedado la hora y media mirando hacia todos los rincones esperando que llegara la hora que se tuviera que ir. Paula esperaba que todo esto no tardara tanto.

Se quedó parada al lado de la puerta para cuando ella entrara.

— ¡Paula Chaves! ¿Cierto? —Le dijo mientras se sentaba en el escritorio y tomaba un bolígrafo con un cuaderno. Abrió una hoja en blanco. La anterior estaba escrita, tenía dibujos, fotografías y unas cosas con brillantina. —Siéntate, mujer.

Le sonrió y se acomodó en el sillón. Se deshizo de su cazadora y se la colocó en el regazo por más que hubiera un perchero al lado de la puerta, donde estuvo hace unos cinco minutos.

—Así que, Paula… Cuéntame, ¿qué edad tienes?

Era irónico que le preguntara todo esto, supuestamente tenía todos los datos antes de que ella aceptara ir a su estudio de psicología. Cruzó los brazos por el pecho y se recostó en el sofá mirando fijamente a la chica. Era mucho más joven de lo que había pensado, unos veintisiete o veintiocho años.

— ¿Usted no tiene todos mis datos? —Preguntó Paula y la chica rió.

—Trataba de ser sociable contigo, cariño.

Oh… Se rascó el cuello y se acomodó el pelo hacia su costado derecho. Lo tenía suelto, lo que realmente le estaba molestando en ese momento, quería hacerse uno de esos moños deformes que siempre se hacía en su casa. Alguna que otra vez, Pedro la había visto de esa manera porque el muy imbécil se metía por la ventana en vez de tocar la puerta que para algo esta.

—Lo siento, no suelo ser sociable con la gente. —Dijo la castaña mientras se acomodaba. — ¿Cómo es su nombre?

—Clara.

Era un nombre lindo, no mucha gente lo tenía por lo que, de algún modo, lo hacía más original y único.

—Vale, dejemos los datos para después… —Dejó el cuaderno de un lado y le miró directamente mientras cruzaba sus piernas. — ¿por qué estás aquí?



Clara le hizo preguntas sobre su vida, su familia, qué había pasado después de la muerte de Alejandra, cómo era que sobrepasó con todo eso, si contaba con alguien, le preguntó sobre las amistades que ahora llevaba. Paula, por su parte, le había contado algunos pequeños detalles del plan que su padre había planeado con Emma y Diego.

Pensó en que se estaba sacando un peso de encima al contarle esto a una persona que vería tan solo una vez cada semana. Volvió a fijarse en las paredes que eran del mismo color que las de la sala de estar, naranja pero está era mucho más fuerte. Pensó seriamente en qué quería transmitir algo y cuando Clara notó que no le prestaba atención, giró la cabeza hacia atrás observando lo mismo que Pau; las paredes.

—El color, ¿Quiere transmitir algo o sólo es un color?

—Nada solo es una cosa… —Dijo y volvió a mirarla. —Eres la primera persona que se fija en eso y la verdad era que si quería transmitir algo.

Paula asintió con la cabeza esperando a qué le dijera que era lo que quería transmitir un color, un jodido color.

—El naranja es alegría. —Dijo Clara. —Lo que yo quiero, después de que la gente termine de venir es que se sientan alegres con lo que su mente es ahora, con la persona que son al salir por esa puerta y no verlos nunca más. No quiero que mi trabajo sea solo un trabajo, quiero darle significado a todo esto, quiero ayudar a la gente para que después al verse en el espejo, al estar en el Instituto o en el primario, al estar en el trabajo se vean como son, y que les guste esa nueva personalidad. Nada es solo nada, y mi trabajo no es solo un trabajo. —Lo dijo como si le hubiera salido del corazón, como si realmente una inspiración hubiera llegado en ese corto minuto, y Paula al verla como amaba su trabajo, le sonrió.

—Yo soy negro al salir de aquí tendría que ser naranja. —Pau acomodó su bolso, faltaba poco para irse, realmente le había caído bien esta mujer. No era una loca o una mala persona como solía decir la gente que iba al psicólogo.

—Exactamente. —Su sonrisa se expandió y juntó sus manos por sobre su regazo. — ¿Tienes novio?

La pregunta le tomó por sorpresa, Paula deshizo su sonrisa y miró hacia el piso, ¿tenía novio? Era una pregunta que debía hacerse, no sabía que era lo que sucedía con Pedro, eran amigos pero los amigos no se besan, no se toman de la mano, no ven películas juntos hasta quedarse dormidos acurrucados unos contra otros, no hacen las cosas que ellos hacen… Era una relación pero sin serlo.

Agh, que confusión.

—No, si… Bueno, no somos novios pero hacemos lo que los novios hacen.

— ¿Nunca hablaste con el chico sobre eso?

Pau negó con la cabeza.

— ¿Por qué?

Simplemente no tenía una respuesta para aquello.



Había llegado a la casa de Pedro después de pensarlo por más de dos horas en un parque cerca de por ahí. Quería visitarle porque él no podía salir de su casa (solo al Colegio) además, hoy no había aparecido en el Instituto. Vio la puerta del garaje abierta y salía agua de esta, de lejos vio a un chico limpiando una camioneta.

Cruzó la calle y caminó hacia el mismo.

—Hola. —Tocó la camioneta y Pedro se dio media vuelta. Tenía el cabello despeinado, y una esponja en la mano, el techo del carro tenía espuma y esta caía por los vidrios.

—Hola.

Pedro tenía el yeso alrededor de todo su brazo derecho por lo que, una mano sola tenía desocupada, la otra no podía moverla. Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Él se quejó y Paula se separó de él.

— ¿Qué?

Pedro estiró sus labios como dando un beso y Paula rió. Sin importarle que tuviera en la mano, él chico la agarró de la cintura con su mano libre y le acercó sus labios a los de ella. Paula a mantuvo sus dedos contra el pecho del chico, moviendo los mismos un centímetro arriba y otro abajo.

—Eso era lo que esperaba, Pau. —Dijo separándose de ella.

—Me gusta cuando tú me besas.

Una sonrisa se asomó por la comisura del labio de Pedro, a Paula le causó ternura. Fue donde él y le abrazó por la espalda dándole un beso en el hombro, tenía al descubierto todos sus tatuajes, y sí que tenía muchos, se preguntó si tenían algún significado porque un tatuaje no es solo un tatuaje… Realmente estaba loca, esa psicóloga la dejó completamente loca.

Le gustaba, por lo menos no se sentía triste.

— ¿Estás cariñosa hoy?

— ¿Te gusta cuando estoy así o prefieres estar cariñoso tú?

Paula se colocó enfrente de él y le plantó un beso en los labios mientras tiraba de su camisa.

—Quédate así, me gusta.

Luego de un rato de estar compartiendo besos, abrazos y caricias, Paula le ayudó a limpiar el auto. No hacía frío en Londres, había Sol pero no estaba caluroso, nunca hacía calor en Londres. Era un lugar muy “congelado” para ir si lo que querías era calor. Lo que sí era un lugar muy turístico por todas las cosas que puedes conocer, una semana no te alcanza para conocer tal lugar por más que sea así de pequeño. Tenía tanta cultura y belleza por todos lados que nunca querías irte…

Anna, la madre de Pedro, no estaba en la casa, tenía un trabajo parecido al padre de Pau pero el de ella era de menos horas por lo cual, llegaría a su casa pronto. En cambio, su padre estaría en la casa a medianoche.

Habían terminado de lavar la camioneta para cuando su madre llegó a la casa, los descubrió besándose en el garaje contra el carro, soltaban risas y en unos de esos momentos graciosos, Anna apareció con unas toallas para ambos. Paula se separó de Pedro para cuando ella entró al mismo, le dio timidez que la madre de su… de Pedro los viera de tal modo porque, o sea, no eran novios, no eran nada, solo amigos, ¿cómo describes eso? Amigos besándose entre sí, que aman juntarse juntos, que les encanta sentir el tacto de los labios de cada uno.

Entraron a la casa, minutos después con las toallas sobre sus hombros. Pedro no podía maniobrar mucho con la misma porque uno de sus brazos estaba con yeso. Paula volvió a sentirse culpable, se disculpó nuevamente por aquello y no le dio importancia a la típica respuesta de Pedro: “Lo haría una y otra, y otra vez.” Adoraba a ese chico.

Anna dejó que ambos fueran a la habitación de Pedro pero siempre y cuando dejaran la puerta un poco abierta. A Paula le causó ternura que su madre fuera sobreprotectora con él de esa manera.

—Lamento eso. —Dijo Pedro sentándose en la cama.

—No importa, fue tierno.

Pedro bufó y le dio una palmadita a la cama para que Paula se sentara a su lado, ella sonrió y le dio la vuelta a la cama para sentarse a su lado. Se acostó de la misma manera que Pedro, solo que puso su cabeza en el pecho del chico. Todo era tan raro.

—Fui con la psicóloga por primera vez y…

— ¿Cómo estuvo? ¿Fue raro?

El chico estaba acariciando su cabello, a Paula le dieron ganas de dormir.

—Me preguntó si tenía novio.

Pedro soltó una risa y acomodó su mano en el hombro de la chica, empezó a hacer caricias en esa parte. ¡Paula estaba muriendo lentamente! Movió sus dedos en círculos por sobre el pecho del chico.

—A que le dijiste que sí.

—Te equivocas, le dije que no.

Las caricias cesaron y Pedro se tensó. Pau no esperaba esa reacción porque, claramente, no eran novios. Él nunca lo había catalogado como tal, tal vez pensaba que era muy obvio y no había que hacerlo más oficial de lo que por sí ya era. La castaña cerró los ojos intentando olvidar ese pequeño corto minuto y Pedro suspiró.

— ¿Por qué le dijiste que no?

Pau rió y besó el pecho de Pedro.

— ¿Somos novios?

— ¿No es obvio? —Respondió Pedro mirando hacia abajo donde se encontraba ella, besó su cabellera y volvió a acariciarle el brazo de forma tierna. La respiración de Paula se calmó y sintió un revoloteo de sentimientos en su estómago.

¿Eran novios? ¿En serio?

—Nunca lo había tomado como tal… —Dijo ella. Se giró y quedó boca abajo en la cama, solo que se sostenía con los codos y así podía hablar con él. —Sabes cómo somos las mujeres, queremos saber si es oficial o no. Nunca lo habías planteado, yo tampoco por lo que pensé que…


Pedro no la dejó terminar. Tomó su cara con una de las manos y le plantó un beso en los labios. Paula se dejó llevar. Amaba cuando este chico unía ambas bocas formando un beso, lo mejor de todo era que siempre deseaba que la besara, si había una forma de morir de buena manera era por los besos de aquel castaño de ojos marrones.
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