Capítulo diecinueve.
–Let me die.
Cuando salió del Instituto, empezó a caminar hacia el centro comercial. Tenía una cita con Diego, y realmente estaba emocionada por eso. La última vez que él la había visto, se fue porque no soporto verla de tal modo, y ese mismo día casi se besa con Pedro pero, estaba segura que solo fue un error, no quería algo con él. Tampoco relacionarse con él de forma amistosa, eso traería problemas. Acomodó la cinta de su morral porque le molestaba en el pecho. Le dolía la muñeca, y le costaba respirar un poco así que, caminaba despacio… Total, el centro quedaba cerca, y no tardaría tanto.
Cuando salió del Instituto, empezó a caminar hacia el centro comercial. Tenía una cita con Diego, y realmente estaba emocionada por eso. La última vez que él la había visto, se fue porque no soporto verla de tal modo, y ese mismo día casi se besa con Pedro pero, estaba segura que solo fue un error, no quería algo con él. Tampoco relacionarse con él de forma amistosa, eso traería problemas. Acomodó la cinta de su morral porque le molestaba en el pecho. Le dolía la muñeca, y le costaba respirar un poco así que, caminaba despacio… Total, el centro quedaba cerca, y no tardaría tanto.
Escuchó unos pasos detrás que se acercaban con rapidez, y pensó en qué
podría ser una de las tantas personas que salen a correr por el mediodía o un
ladrón. Para no ser tan negativa, eligió la primera opción. Aunque cuando giró
y se encontró con el chico de ojos verdes y pelo negro oscuro, supo que no
había acertado en ninguna de sus opciones.
Pensó en que estaba llegando tarde a algún lugar pero cuando se
posicionó al lado de Paula, supo que no era así. Ella sonrió, y miró hacia el
frente.
« ¿Qué estás haciendo conmigo, Alfonso? »
Pedro metió sus manos en sus bolsillos después de acomodar su mochila
que colgaba de un hombro. Parecía vacía, no estaba llena como pensó que lo
estaría… O dejó todos los libros en el locker o nunca los llevó a clase porque,
mañana habría examen de química, una asignatura que tuvieron hoy. Paula abrió
los ojos, y siguió caminando pero, ahora tenía un acompañante.
—Oh, entiendo… ¿Te haces el bueno conmigo para que mañana te ayude en
química? —Paula arqueó una ceja, y su comisura izquierda se elevó.
Pedro negó con la cabeza mientras que sus cejas se fruncían. En su
frente se formaban pequeñas arrugas que le hacían parecer tierno.
—Solo quería hablar contigo.
Paula asintió con la cabeza. Lamió su labio inferior y miró hacia el
frente. Volvía con las suposiciones en la cabeza: alguna amenaza de Sandy y sus
clones o una pregunta de por qué ella hacía lo que hacía, o cosas así como
solía preguntarle. No le gustaba que se metieran en su vida a menos, que ella
permitiera eso. Y Pedro, hacía todo lo que Paula nunca permitió… Y en parte,
eso le agradaba. Le gustaba esa personalidad de rebeldía que tenía.
«Paula, cállate. Sólo míralo, es demasiado bonito como para fijarse en
ti. »
Los pensamientos negativos de su ser volvieron a parecer, hace un mes
que estos se habían ido, y ahora cuando su mente había estado en paz, tuvieron
que regresar. Pedro movía la boca, pero ella no escuchaba. Tenía un mundo
metido en la cabeza.
Escuchó el final de la oración pero, no logró entenderla. Pedro tenía un
color carmesí en sus pómulos, Paula controló su mano para que esta no fuera a
parar a su mejilla y la apretara como hacen las tías cuando no te ven por mucho
tiempo.
— ¿Podrías repetirlo, por favor? Estoy distraída.
Pedro suspiró, y después de unos infinitos segundos… habló.
—Me costó decírtelo la primera vez, ahora va a costarme el doble.
Paula se tensó. ¿Qué era tan secreto que le costó decírselo la primera
vez? Ella acarició su brazo, tranquilizándolo pero, se arrepintió. Lo alejó
minutos después. No quería tener contacto con él pero lo primero que hacía era
aprovechar la oportunidad de tocarlo, observó sus ojos mientras se perdía en el
tiempo. Pedro acortó un paso la distancia, y Paula se quedó tan plantada como
una planta que Pedro dio otro paso para adelante. Paula bajó la cabeza,
sintiendo su calor corporal contra el de ella. Subió su cabeza por su mentón, y
acarició con su dedo pulgar su labio.
—No sé qué sucede conmigo, Paula. —Susurró Pedro, tensó su cuerpo. A Paula
no le gustaba la manera en lo que lo dijo. Él no era su tipo, y nunca podrían
estar juntos. —No sé por qué me preocupo por ti como lo hago, mi mente pasa las
veinticuatro horas del día imaginando que algo te está pasando… Y no lo
soporto.
Paula tragó gordo. No podía ver sus ojos, así que los cerró. La
respiración de Pedro chocaba contra su cara como el viento contra los árboles
en la noche.
No podía seguir con esto. Tenía que alejarse de esa cercanía… Ahora.
Pero, no fue posible. Estaba tan encadenada al momento que lo único que
quería era seguir escuchando su voz en un murmuro, y sentir como su pulgar iba
de arriba para abajo y viceversa por su mejilla hasta el labio.
—Quiero… Quiero disculparme por todo lo que alguna vez te hice, ahora…
yo, de alguna forma, no te deseo lejos de mí. —Pedro sonrió de lado, y Paula
nunca en su vida había rechazado a nadie, y ahora era la primera vez que lo iba
a hacer.
No soportaría caminar con Pedro de la mano mientras Sandy la mira, y
después tener que vivir con miedo porque ella podría lastimarla hasta el punto
de la muerte.
No quería que le prestaran atención por salir con una persona como él.
Además, la persona que ahora le interesaba era ese rubio con hombros
grandes, hermano de Emma, llamado Diego.
—Pedro —Se alejó de él, terminando cualquier contacto físico. —, no
puedo.
Él frunció sus cejas, intentando captar lo que le decía.
— ¿Qué no puedes?
Paula se alejó más de él. Caminó mirándole unos pasos para después,
alzar las manos al aire y dejarlas caer en sus piernas, chocando. Mordió su
labio. ¿Cómo se hace esto? No entendía, nunca se le había presentado una
ocasión así, pero siempre hay una primera vez para todo.
Lo peor de todo esto era que, en una parte de su ser, en algún lugar de
todo su cuerpo… deseaba decir que sí.
—Hay muchas personas en el mundo, y nosotros no nacimos para estar
juntos. —Acomodó su morral. Estaba temblando. —Sé que puedes encontrar a
alguien mejor.
Se vieron a los ojos, y Paula se obligó a dar media vuelta y seguir
caminando como si nada de eso hubiese pasado, como si fuera un recuerdo
imaginario. Se presionó para borrarla de su cabeza en todo el camino al centro
comercial pero, eso nunca es bueno.
Cuando llegó a las puertas del cine, aún con su mente en cualquier parte
del mundo, unas manos cubrieron sus ojos, y un olor a rosas invadieron sus
poros. Sonrió.
—Soy alérgica a las flores. —Dijo, hizo una mueca con la boca, y empezó
a mover la nariz como si le molestara. Diego no sabía qué hacer… Y entonces, Paula
dejó de hacer movimientos con las parte de su cara, y rió. Soltó una carcajada,
y Diego supo que había caído en su broma, la abrazó por el cuello, le dio un
beso en la cabellera, y salieron para las salas donde iban a mirar una
película.
Antes que nada, fueron a comprar las palomitas, y gaseosa. Diego tomó
una palomita de maíz, y se la arrojó a la cara de Paula, le pegó en la nariz,
una pequeña parte se le quedó pegada. Diego sonrió.
{…}
Diego tenía la cabeza recostada en las piernas de Paula mientras ambos miraban el cielo irse por el horizonte en aquella tarde, pasaron todo el día juntos caminando, hablando, y disfrutando.
Alguna que otra vez, ella se desconcentraba pensando en qué estaría
haciendo Pedro en este momento. Empezó a pensar en por qué un chico como él se
fijaría en alguien como ella. No era especial. Una chica con el mismo físico,
color de piel, y ojos se encuentran por cualquier lado.
« Les das pena, cielo. »
Paula apretó los dientes con fuerza. No se soportaba así misma en la
cabeza, quiso romper algo pero, no había nada. Estaba al lado de un chico, así
que intentó tranquilizarse.
« Eres como la ropa nueva, se usa una o dos veces, luego se queda con la
vieja, siendo nada, solo algo más de la colección. »
Paula miró a Diego un segundo, y le dio un apretón en la mano para que
este lo mirara, capaz si observaba sus ojos, su mente se quedaría callada hasta
que termine la cita. Era como si fuera una persona más que le susurraba al
oído, y ella caía en todas sus pequeñas y malditas trampas.
« No soy una persona, soy tu mente. »
« Estas loca. »
—Paula, quiero preguntarte algo.
Se levantó de su regazo, y ella se sentó como indio. Diego junto ambas
manos, y acarició la de ella con el pulgar.
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Sigue →
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