Capítulo dieciséis.
–Let me die.
Paula estaba parada contra el probador esperando por Emma. Tenía una fiesta de cumpleaños de dieciocho de una de sus primas, y debía ir bien vestida, además quería conquistar algún que otro chico. Era el décimo vestido que se probaba, y no le gustaba. Decía que ninguno le remarcaba la figura que tenía… Amaba la manera en la que ella aceptaba su cuerpo, y su personalidad… Toda ella, le caía bien.
Paula estaba parada contra el probador esperando por Emma. Tenía una fiesta de cumpleaños de dieciocho de una de sus primas, y debía ir bien vestida, además quería conquistar algún que otro chico. Era el décimo vestido que se probaba, y no le gustaba. Decía que ninguno le remarcaba la figura que tenía… Amaba la manera en la que ella aceptaba su cuerpo, y su personalidad… Toda ella, le caía bien.
— ¡Paula! Elije un vestido, y tráemelo. —Pidió Emma desde adentro del
probador.
Paula no sabía sobre modas, y tampoco sabía combinar vestidos con
zapatos más maquillaje. No sabía qué color quedaría con el tono de piel de
Emma, ella era blanca pero no era pálida…
—No creo… No creo que sea buena idea, ya sabes…. No soy buena en esto.
—Dijo golpeando, la puerta que las dividía, con los nudillos.
Emma bufó molesta del otro lado. Y la castaña le dijo que iría
rápidamente a buscar algún vestido.
Salió de los probadores, y caminó hacia la sección de la vestimenta para
fiestas, encontró un vestido azul que llegaba al cuello, y en la espalda estaba
todo abierto. Era corto pero no lo demasiado, no tenía mangas, y realmente era
muy delicado… Tomó uno de la talla M, y fue donde Emma, se lo dio por arriba de
la puerta.
Soltó un pequeño grito cuando lo vio, dijo que le encantaba y que Paula
si sabía sobre moda, solo que nunca había hablado de esta con alguien… Emma se
enamoró cuando lo vio puesto sobre ella, salió del pequeño lugar y dio una
vuelta, terminando con la mano sobre su cadera.
Un chico que estaba apoyado en la entrada de todos los probadores, le
silbó, y esta, al darse cuenta, tomó un color carmesí en sus mejillas. El
chico, le sonrió, y Emma le devolvió la sonrisa.
—Bueno, ya tienes a un chico. —Paula alzó las cejas, bromeando.
—Shh… Sigue mirando, estoy nerviosa.
Paula la empujó dentro del probador, y le dijo que se quitase el
vestido, ella lo iría a pagar mientras que Paula hablaba con el morocho de
aquella esquina. Tenía ojos cafés, y unos dientes blancos brillantes como reflectores,
si… así de lindo.
Llegó a la caja, y alguien tosió a su espalda, se dio media vuelta y se
encontró con un chico de pelo alborotado y ojos verdes a sus espaldas. Rodó los
ojos, y miró lo que llevaba en las manos…
Estaba comprando ropa de mujer, y era bastante lindo lo que llevaba.
—A que eso te lo pidió Sandy… ¿Te obliga a que le compres ropa? Dios
mío. —Preguntó, señalando a la remera que tenía en las manos.
—En realidad, es para mi madre. Mañana es su cumpleaños, y quiero
hacerle un regalo. —Se rascó la parte trasera de la nuca.
Paula se sintió estúpida. Abrió la boca en forma de ‘o’ mostrando
sorpresa, y asintió con la cabeza, luego dio media vuelta para esconder la
vergüenza, que se había apoderado de sus mejillas, de ese momento.
— ¿Irás a una fiesta? —Susurró en su oído por la aproximada. Paula pudo
sentir el aroma de su chicle. Menta fresca. —Digo, ese vestido no será para ir
a tomar un café.
Paula sonrió de lado, y volvió a girar. La fila no avanzaba así que,
podía desconcentrarse y hablar con Pedro. Negó con la cabeza e hizo una mueca
con la voz. Ella no iba a fiestas, y menos con vestidos tan delicados, y lindos
como el que poseía en sus manos.
—No, Emma va a una fiesta.
Pedro se lo arrebató de las manos, y lo examinó.
—Me hubiera gustado verte con esto.
Paula soltó una risa ahogada, y volvió a mirarlo. Ella nunca se imaginó
sobre este, no era su tipo de vestuario… A ella le gustaban los jeans, las
zapatillas, y las remeras holgadas en las cuales podes sentirte cómoda. No era
que detestara todo aquello que se usaban en las fiestas, es solo que no se
sentía bien con ello sobre ella. Al ser insegura, todas las cosas eran feas, y
desagradables en su cuerpo.
—Claro, si alguna vez me visto con esto es porque, estoy borracha o
porque tengo un problema más grave de lo normal en la cabeza. —Acomodó su
cabello, y estiró su cuello. A lo lejos vio a Emma coqueteando con el chico que
le había silbado. Sonrió, y la fila empezó a avanzar.
— ¿Cómo te sientes? —Preguntó Pedro refiriéndose a lo que había pasado
hace una semana, Paula sintió escalofríos. El tema no era lo suficientemente
bueno para hablar con él aunque, si quiera podía responderle esa pregunta ya
que, gracias a Pedro, Paula se había salvado.
—Mejor, creo que me acostumbré y no fue muy fuerte el dolor al día
siguiente. —Sin ni siquiera mirarlo, contestó. Sus ojos se cristalizaban cuando
hablaba sobre aquel tema. Era muy… íntimo.
—Paula…
Emma llegó por detrás gritando que había conseguido el número del chico,
y que saldrían en unos días por la tarde a un café de por Londres, y luego,
pasearían por la Ciudad. Luego, la rubia miró a Pedro, y le sonrió
abiertamente. Todavía no le había contado nada a Paula, y tal vez, era lo
mejor.
Guardar todo eso, no quería que Paula fuera a enamorarse de Pedro, era
el imbécil más grande de todo el mundo, y Emma, al querer lo mejor para su
amiga, deseaba que ella fuera feliz con otra persona.
—Pedro. —Emma cruzó sus brazos.
—Hola rubia.
Paula sacó su celular porque había recibido un mensaje, y de Diego. Al
verlo, sonrió tan grande que Pedro sintió curiosidad. La rubia le pisó el pie
con delicadeza, para que no fuera a espiar pero, él no le haría caso.
Estiró su cabeza, disimulando, y en ese momento, la castaña bajó el
teléfono.
—Diego acaba de invitarme a salir, ¿debo ir?
— ¡Claro que sí! —Exclamó Emma. —Ya veo que se formará una nueva pareja.
—Golpeó el hombro de Pedro en forma de juego, pero él tenía el ceño fruncido, y
al parecer no estaba contento.
{…}
Diego, estaba indeciso sobre qué hacer en ese momento. Su mano rozaba con la de Paula, y quería entrelazar sus dedos, ella soltó un suspiro y miró al chico a su lado. Mordió su labio, y agachó la cabeza.
{…}
Diego, estaba indeciso sobre qué hacer en ese momento. Su mano rozaba con la de Paula, y quería entrelazar sus dedos, ella soltó un suspiro y miró al chico a su lado. Mordió su labio, y agachó la cabeza.
Estaban sentados sobre una banca del parque, la mirada de Paula estaba
sobre una pareja de personas grandes, y Diego posaba sus ojos en la castaña.
El silencio no era incómodo, era tan refrescante que podían quedarse
todo el día así. Los ojos azules de Diego resplandecían más por la noche, y eso
lo hacía más irresistible.
« Quiero besarlo. »
« Quiero besarla. »
Ambos tenían el mismo pensamiento pero, nadie se animaba a dar el primer
paso. Paula tomó aire, debía hacerlo. Necesitaba besarlo, y no le importase que
fuera la segunda cita. Sus labios ya, antes, se habían tocado, y fue la mejor
sensación del mundo.
Cuando sus labios se tocaron era como sentir una corriente de
electricidad por tu cuerpo que te sube el ánimo. Sus labios encajaban bien
juntos, y eso… hacía que Paula saltara de felicidad por dentro. Diego, iba a
hacerlo, cuando giró su cabeza mirando a la castaña, ella le tomó de las
mejillas plantándole un beso en medio de la boca, Diego sonrió y aceptó el tacto
de estos. La tomó de la cintura, acercándola a su cuerpo.
Se separaron, y se volvieron a besar, y lo hicieron como unas cinco
veces más, terminaron entre risas. Él la abrazó, y ella descansó en su pecho.
—Me encantan cuando tus labios están sobre los míos, Paula.
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Sigue →
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