Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

sábado, 13 de junio de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 20

Capítulo veinte. –Let me die.

''Sé que nada cambiara, si mañana no me vez, tengo que asimilar, que por este corazón, no tienes interés''

Pedro estaba sentado sobre uno de los pupitres mirando como sus amigos hacían bromas, y besaban a sus novias. Sandy le guiñó un ojo, y se levantó de la silla moviendo sus caderas, acarició su mejilla antes de besarle los labios. A lo lejos, sintió los ojos de Paula sobre él, lo que le provocó a tomar a Sandy por su cintura, y le tocó el trasero. Ella sonrió. Qué fácil que era esta chica.

Estaban en una hora libre, el profesor había faltado, y nadie estaba para reemplazarlo, siquiera un preceptor estaba ahí, no gritaban, tampoco hacían ruido pero, siempre alguien se les quedaba cuidando. No eran el mejor curso de todo ese pasillo.

Paula alejó la vista de esa escena, y Emma miró donde ella. Abrió los ojos de golpe al ver como sus lenguas se notaban, y la forma que Pedro tenía de tocarle.

—Zorra.

Sandy se separó de Pedro, y aun tomándolo por los hombros, giró la cabeza para ver el pelo de Emma dándole la espalda. Agarró una bolita de papel, y la tomó para tirársela en la cabeza. Cuando esta chocó contra su cabellera rubia, dio media vuelta. Levantó una ceja, y Sandy le saludó con la mano para que le prestara atención.

—Te escuché.

—No te mencioné, si te quisiste sentir identificada es tu problema. —Guiñó un ojo, y volvió a Pau quien le sonreía.

—Dicen que si críticas a una persona es porque estás viendo tus propios defectos… zorrita.

Emma bufó, no supo por qué le dijo eso. No se sentía mal porque ella ya sabía exactamente que no lo era, pero lo que faltaba era que esa hueca le molestara a ella. No iba a dejar que le pasara por encima, era directa, y lo era más cuando estaba presente Sandy, esta siguió besando a Pedro quien, ahora había dejado de manosearla.

—La zorra, la puta, la perra y sus derivados son sinónimos de Sandy. —Emma llevó una mano a su cintura, descargando el peso en esta.

Se escuchó un grito de aprobación, y algunos otros gritos de risa. Los clones de Sandy –Marie y Jennifer– le miraron de arriba abajo para después acomodar su cabello. Se separó de Pedro, y pasó por entre los escritorios para llegar a su lado, él le siguió deteniéndola cuando intentó tirar de su pelo. Luego, la agarró por la cintura con las dos manos, levantándola en el aire.

Emma se dio media vuelta, y le miró peleando con Pedro para que este la soltara. Cuando empezó a calmarse, le dejó en el piso aunque Emma tuvo la impresión de que ella le pegaría en cualquier momento, hay gente que dice que cuándo te enoja lo que te dicen es porque es verdad.

Entonces, realmente Sandy era una zorra.

Muchos lo han comentado, y entre ellos, chicos. La mayoría eran hombres, y con todos esos Sandy se acostó estando con Pedro o no estando. No le importaba una relación, y si seguía con el aquel chico lindo de ojos verdes lo hacía porque era uno de los mejores en la cama.

— ¿Eres tan cobarde como ella? —Le dijo Sandy a Emma señalando a Paula detrás de ella. — ¿Eres tan débil y frágil como Paula? ¡¿Eh?! —Le gritó, y todo el curso estaba callado. Sandy tenía el apoyo de la mayoría por más que no le cayeran bien, estaban de su lado porque le tenían miedo.

Emma le negó con la cabeza, no era como Paula, era todo lo contrario pero no por eso iba a dejar de tal manera a su amiga. Pedro frunció el ceño, aún seguía en una mezcla de sentimientos, no había dejado de pensar en Paula pero, ahora se había hecho un desafío con sí mismo, no hablaría sobre ella cuando este solo, no pensaría sobre su hermosa sonrisa cuando él le dice algo, tampoco de cómo sus mejillas se ruborizan cuando habla o cuando se da cuenta de que la observan. No iba a pensar en el color de sus ojos, y como la luz del día los hace brillar, no quería olvidar cuando la encontró con todo su pelo mojado después de salir de bañarse, y no tenía maquillaje, estaba realmente bella así… tan natural. Cada vez que intentaba presionar su maldita mente en que alejara sus pensamientos, salía mal. Siempre le recordaba hasta el más mínimo detalle en su cabeza, y rebotaba como si fuera una pelota, le quería, de alguna forma, sentía mucho aprecio.

Siempre había sido una muy mala persona con ella inclusive cuando su madre murió, estaba sola, y en vez de ayudarla como hubiera hecho cualquier persona, le lastimaba con su grupo de amigos. Le decían cosas sobre su madre, y de qué es fue la mejor elección de todas, entonces, empezó a recordar…

« Paula se quedaba en el salón de clases en los recesos desde el día que su madre murió. Iba al colegio porque no deseaba ver la pena de su padre en sus ojos, tampoco las lágrimas que caían por estos. Tardaron mucho tiempo en entender que debían unirse para poder superarlo, y mientras tanto, en el transcurso, le decían cosas: “¿Por qué no moriste por ella?” “Te hubieras ido lejos… como tu madre.” “Vete al maldito infierno a acompañar a la persona que te dio la vida.” Y este fue lo peor que le han dicho: “Si tu madre, no hubiera muerto estarías feliz, y nunca deseé eso para ti.”

En ese momento, Sandy no tuvo compasión… Esa chica nunca había tenido sentimientos, y la mayoría suponía que era porque tenía problemas familiares pero nunca los demostró. Pedro, observaba la manera en la que se escondía detrás de su cabello haciendo una cortina para que esta le tapase. Nunca pensó en qué podía ayudarla, siempre seguía al resto… Y así nunca haría nada bueno con su vida. Un día, Sandy con sus dos amigas, Marie y Jennifer, se quedaron dentro con Paula para intimidarla, y también molestarla.

Le dijeron cosas que, tocaron el corazón de la chica, no sabía qué hacer. Se había quedado muda, le habían insultado a ella, su padre, y su madre, quien se había muerto hace no mucho tiempo.

—Por favor, cállense. —Pidió con la voz cortada.

Pedro estaba en la puerta con unos amigos hablando cuando sintieron un sollozo dentro de la sala, y por más que hubieran querido abrir la puerta, no hubieran podido, estaba trabada con una silla para que nadie le detuviera. »


El timbre del receso sonó, y apenas Pedro se liberó del recuerdo, salió siendo el primero en irse. Emma también se fue, y Paula recién empezaba a guardar algunas cosas que había sacado.

En segundo, todo quedó casi vacío. Había cuatro personas en el aula, y una de ella era Sandy… Trabaron la puerta, tal como hace tiempo, y Paula sintió como su corazón latía más rápido, y su respiración empezaba a cortarse.

«Emma, te necesito. »

—Estas sola nena, ¿qué harás ahora, perrito? —Dijo, y remarcó la ‘r’ al hablar. Tomó su morral, y lo empujó lejos para que no pudiera llamar a alguien.

Sandy cruzó sus brazos, y empezó a caminar contra ella quien, al chocar con la pared detuvo su reversa para poder escapar. No tenía salida, a su lado estaban los bancos, y en la puerta, los clones. Las ventanas estaban cerradas por el frío… Mierda.

Alguien tocó en la puerta, pero ellas no contestaron, tampoco movieron nada para que no las descubrieran, Paula en un momento de desesperación, movió un banco, y Sandy la agarró del pelo, y la tiró al piso, antes de caer, su cabeza chocó contra uno de los pupitres. El golpe fue leve, pero igual, dolió. Por poco no cayó desmayada.

Escucharon un grito desde afuera diciendo que abran, y la voz era totalmente conocida por aquellas tres… chicas. Sandy le miró un segundo a Paula para luego, sonreírle. Hizo una seña con la mano para que Marie y Jennifer se corrieran, y al abrir la puerta se encontró con Pedro.

Él le ignoró, y al ver a Paula en el piso con la mano en su cabeza, intentando no desmayarse, su calma se fue como el viento, muy rápido.

No encontraba, aún, la razón por la cual la gente molestaba de tal manera. Tampoco descifraba porqué él molestó a Paula hace tiempo atrás… Seguía lo que los demás hacían pero, ¿por qué?

Caminó hacia ella para ayudarle a pararse, y Sandy enarcó una ceja.

— ¿Te importa esta chica? —Le dijo, y Pedro solo le ignoró, le tomó la cara entre las manos a Paula, y le preguntó cómo se sentía. — ¡Pedro!

— ¡Cállate, Sandy! Sí, está chica me importa. —Dijo, y Sandy bufó. Lo haría pedazos a él también.

—Te recuerdo que hace poco tiempo, tú le insultabas, y le molestabas… al igual que yo. Somos idénticos, no trates de ser bueno.

Se dio media vuelta, y se fue con sus amigas… Paula quería irse a su casa, aún faltaban algunas horas pero, no soportaría estar allí. Le dolía la cabeza, y estaba mareada. Lo mejor sería irse, siempre eso era lo mejor.

Cuando se levantó de la mesa del pupitre, tambaleó, y Pedro la tomó del brazo. Este chico siempre estaba en todos lados, era como un ángel guardián pero este si podía verse.

Paula lo abrazó por el cuello, y Pedro escondió su cabeza en el de ella, inspiró su perfume que olía a rosas, y besó su hombro. Se ofreció para llevarla a su casa en susurros, pero se negó. Iría caminando…

A regañadientes, Pedro la acompañó todo el camino a su casa, le hacía bromas para que su ánimo se levantara, y ella reía pero algunas veces, el mareo volvía, y tambaleaba pero, nunca se cayó.

Pedro estaba ahí para Paula.


A pesar de todo, algo en Paula surgió cuando él besó su mejilla al despedirse… De alguna manera, Pedro le gustaba.
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¿ Y que tal? Parece que a Paula les esta empezando a gustar Pedro, nos vemos mañana con el siguiente capitulo 

Espero que les haya gustado, comente aca o en mi tw @LoveClariego

¡Buenas Noches! 

Novela Let Me Die - Capitulo 19

Capítulo diecinueve. –Let me die.

Cuando salió del Instituto, empezó a caminar hacia el centro comercial. Tenía una cita con Diego, y realmente estaba emocionada por eso. La última vez que él la había visto, se fue porque no soporto verla de tal modo, y ese mismo día casi se besa con Pedro pero, estaba segura que solo fue un error, no quería algo con él. Tampoco relacionarse con él de forma amistosa, eso traería problemas. Acomodó la cinta de su morral porque le molestaba en el pecho. Le dolía la muñeca, y le costaba respirar un poco así que, caminaba despacio… Total, el centro quedaba cerca, y no tardaría tanto.

Escuchó unos pasos detrás que se acercaban con rapidez, y pensó en qué podría ser una de las tantas personas que salen a correr por el mediodía o un ladrón. Para no ser tan negativa, eligió la primera opción. Aunque cuando giró y se encontró con el chico de ojos verdes y pelo negro oscuro, supo que no había acertado en ninguna de sus opciones.

Pensó en que estaba llegando tarde a algún lugar pero cuando se posicionó al lado de Paula, supo que no era así. Ella sonrió, y miró hacia el frente.

« ¿Qué estás haciendo conmigo, Alfonso? »

Pedro metió sus manos en sus bolsillos después de acomodar su mochila que colgaba de un hombro. Parecía vacía, no estaba llena como pensó que lo estaría… O dejó todos los libros en el locker o nunca los llevó a clase porque, mañana habría examen de química, una asignatura que tuvieron hoy. Paula abrió los ojos, y siguió caminando pero, ahora tenía un acompañante.

—Oh, entiendo… ¿Te haces el bueno conmigo para que mañana te ayude en química? —Paula arqueó una ceja, y su comisura izquierda se elevó.

Pedro negó con la cabeza mientras que sus cejas se fruncían. En su frente se formaban pequeñas arrugas que le hacían parecer tierno.

—Solo quería hablar contigo.

Paula asintió con la cabeza. Lamió su labio inferior y miró hacia el frente. Volvía con las suposiciones en la cabeza: alguna amenaza de Sandy y sus clones o una pregunta de por qué ella hacía lo que hacía, o cosas así como solía preguntarle. No le gustaba que se metieran en su vida a menos, que ella permitiera eso. Y Pedro, hacía todo lo que Paula nunca permitió… Y en parte, eso le agradaba. Le gustaba esa personalidad de rebeldía que tenía.

«Paula, cállate. Sólo míralo, es demasiado bonito como para fijarse en ti. »

Los pensamientos negativos de su ser volvieron a parecer, hace un mes que estos se habían ido, y ahora cuando su mente había estado en paz, tuvieron que regresar. Pedro movía la boca, pero ella no escuchaba. Tenía un mundo metido en la cabeza.

Escuchó el final de la oración pero, no logró entenderla. Pedro tenía un color carmesí en sus pómulos, Paula controló su mano para que esta no fuera a parar a su mejilla y la apretara como hacen las tías cuando no te ven por mucho tiempo.

— ¿Podrías repetirlo, por favor? Estoy distraída.

Pedro suspiró, y después de unos infinitos segundos… habló.

—Me costó decírtelo la primera vez, ahora va a costarme el doble.

Paula se tensó. ¿Qué era tan secreto que le costó decírselo la primera vez? Ella acarició su brazo, tranquilizándolo pero, se arrepintió. Lo alejó minutos después. No quería tener contacto con él pero lo primero que hacía era aprovechar la oportunidad de tocarlo, observó sus ojos mientras se perdía en el tiempo. Pedro acortó un paso la distancia, y Paula se quedó tan plantada como una planta que Pedro dio otro paso para adelante. Paula bajó la cabeza, sintiendo su calor corporal contra el de ella. Subió su cabeza por su mentón, y acarició con su dedo pulgar su labio.

—No sé qué sucede conmigo, Paula. —Susurró Pedro, tensó su cuerpo. A Paula no le gustaba la manera en lo que lo dijo. Él no era su tipo, y nunca podrían estar juntos. —No sé por qué me preocupo por ti como lo hago, mi mente pasa las veinticuatro horas del día imaginando que algo te está pasando… Y no lo soporto.

Paula tragó gordo. No podía ver sus ojos, así que los cerró. La respiración de Pedro chocaba contra su cara como el viento contra los árboles en la noche.

No podía seguir con esto. Tenía que alejarse de esa cercanía… Ahora.

Pero, no fue posible. Estaba tan encadenada al momento que lo único que quería era seguir escuchando su voz en un murmuro, y sentir como su pulgar iba de arriba para abajo y viceversa por su mejilla hasta el labio.

—Quiero… Quiero disculparme por todo lo que alguna vez te hice, ahora… yo, de alguna forma, no te deseo lejos de mí. —Pedro sonrió de lado, y Paula nunca en su vida había rechazado a nadie, y ahora era la primera vez que lo iba a hacer.

No soportaría caminar con Pedro de la mano mientras Sandy la mira, y después tener que vivir con miedo porque ella podría lastimarla hasta el punto de la muerte.

No quería que le prestaran atención por salir con una persona como él.

Además, la persona que ahora le interesaba era ese rubio con hombros grandes, hermano de Emma, llamado Diego.

—Pedro —Se alejó de él, terminando cualquier contacto físico. —, no puedo.

Él frunció sus cejas, intentando captar lo que le decía.

— ¿Qué no puedes?

Paula se alejó más de él. Caminó mirándole unos pasos para después, alzar las manos al aire y dejarlas caer en sus piernas, chocando. Mordió su labio. ¿Cómo se hace esto? No entendía, nunca se le había presentado una ocasión así, pero siempre hay una primera vez para todo.

Lo peor de todo esto era que, en una parte de su ser, en algún lugar de todo su cuerpo… deseaba decir que sí.

—Hay muchas personas en el mundo, y nosotros no nacimos para estar juntos. —Acomodó su morral. Estaba temblando. —Sé que puedes encontrar a alguien mejor.

Se vieron a los ojos, y Paula se obligó a dar media vuelta y seguir caminando como si nada de eso hubiese pasado, como si fuera un recuerdo imaginario. Se presionó para borrarla de su cabeza en todo el camino al centro comercial pero, eso nunca es bueno.

Cuando llegó a las puertas del cine, aún con su mente en cualquier parte del mundo, unas manos cubrieron sus ojos, y un olor a rosas invadieron sus poros. Sonrió.

—Soy alérgica a las flores. —Dijo, hizo una mueca con la boca, y empezó a mover la nariz como si le molestara. Diego no sabía qué hacer… Y entonces, Paula dejó de hacer movimientos con las parte de su cara, y rió. Soltó una carcajada, y Diego supo que había caído en su broma, la abrazó por el cuello, le dio un beso en la cabellera, y salieron para las salas donde iban a mirar una película.

Antes que nada, fueron a comprar las palomitas, y gaseosa. Diego tomó una palomita de maíz, y se la arrojó a la cara de Paula, le pegó en la nariz, una pequeña parte se le quedó pegada. Diego sonrió.

{…}

Diego tenía la cabeza recostada en las piernas de Paula mientras ambos miraban el cielo irse por el horizonte en aquella tarde, pasaron todo el día juntos caminando, hablando, y disfrutando.
Alguna que otra vez, ella se desconcentraba pensando en qué estaría haciendo Pedro en este momento. Empezó a pensar en por qué un chico como él se fijaría en alguien como ella. No era especial. Una chica con el mismo físico, color de piel, y ojos se encuentran por cualquier lado.

« Les das pena, cielo. »

Paula apretó los dientes con fuerza. No se soportaba así misma en la cabeza, quiso romper algo pero, no había nada. Estaba al lado de un chico, así que intentó tranquilizarse.

« Eres como la ropa nueva, se usa una o dos veces, luego se queda con la vieja, siendo nada, solo algo más de la colección. »

Paula miró a Diego un segundo, y le dio un apretón en la mano para que este lo mirara, capaz si observaba sus ojos, su mente se quedaría callada hasta que termine la cita. Era como si fuera una persona más que le susurraba al oído, y ella caía en todas sus pequeñas y malditas trampas.

« No soy una persona, soy tu mente. »

« Estas loca. »

—Paula, quiero preguntarte algo.


Se levantó de su regazo, y ella se sentó como indio. Diego junto ambas manos, y acarició la de ella con el pulgar.
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viernes, 12 de junio de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 18 - Maratón 5/5

Capítulo dieciocho. –Let me die.

''Nunca fui tu prioridad, ni tu centro de atención, más bien fue por burlas, que notaste mi existencia'' 

Paula estaba estirada en su cama, dejando caer su cabeza por unos lados de la cama. Sentía una punzada en su muñeca, una punzada de dolor. Levantó su pierna y vio sus moretones en este, eran morados, y grandes. Estaba oscureciendo, se fijó en la hora en su reloj de mesa.


Las seis y media.

Cerró los ojos, y pequeños recuerdos como en luces le llegaban a la mente.

Aparecía Sandy, escritorios, sillas, láminas de química y física que eran difíciles de entender. A los clones. A ella tirada en el suelo intentando buscar oxígeno entre las paredes. Todo estaba cerrado, y ella sufría cada golpe, lo sentía el doble de lo que jamás lo había sentido… Y eso debe ser porque le lastimaron en las mismas heridas.

Abrió los ojos, y vio nublado, estaba llorando, las lágrimas caían por sus ojos, y sentía un peso en mitad de su pecho. Se levantó de la cama, al sentir unos golpes en la puerta principal de la casa. Se paró, y sosteniéndose de las cosas, llegó a las escaleras.

Esperaba a Emma, y cuando intentó llamarla ella no contestó, así que le abriría, ella ya la había visto de esta manera muchas otras veces. No pudo conseguir mantenerse de pie sobre las escaleras, y cayó rodando por las mismas. Vio borroso, y cerró los ojos, los entreabrió, y se encontró con Pedro entrando por la puerta corriendo hacia ella. 

— ¡Paula! ¡Paula! ¡Paula!—Y dejó de escucharlo, cerró los ojos, quedándose inconsciente en el piso. Abrió los ojos, y observó la sala, sus cuadros, la televisión, el centro de la mesa pequeña entre medio de los sillones, la alfombra, el olor a flores que salía cada dos horas de un pequeño aromatizante automático, y el clima templado que había sobre esa casa.

Pasaba los dieciocho grados, y el lugar era acogedor. No se acordaba lo pasado hace unas horas, o minutos… Solo sabía que llegó a la mitad de las escaleras, lo otro no se veía, el recuerdo quedaba en blanco. Volvió a tirar la cabeza para atrás, y apretó los ojos. Intentó moverse, pero su cuerpo le dolía, sus muñecas seguían punzantes.

Escuchó un grito agudo, y abrió los ojos de golpe encontrándose con la rubia de su amiga parada mirándola con los ojos tan brillantes que parecían estrellas, si, así brillaban. Tapó su boca con la mano, y dio unos saltos, gritó el nombre de Pedro en alto. Él apareció por la cocina con una taza de chocolate caliente, y cuando vio a Paula levantada, se lo llevó. 

— ¿Qué me pasó? —Pedro se sentó enfrente de ella con los codos apoyados sobre sus rodillas y entrelazó sus manos.

 —Caíste por las escaleras, yo toqué a tu puerta y cuando escuché un ruido dentro de la casa, entré, y te observé en el piso… No supe qué hacer más que llamar a tu novio y a Emma. 

Paula se preguntó dónde era que él estaba, no lo vi salir de ningún lado por los siguientes cinco minutos, Emma tomó su mano y la acarició despacio. Pedro miraba atentamente a esa escena, nunca pensó estar de tal manera en la casa de ella. Solía burlarse de ella, y empujarla si la encontraba en los pasillos. Ahora permanecía preocupado por lo que le pasa, hay veces que su mente solo pensaba en ella, y en lo que Sandy podría hacerle.

Emma se fue, le había explicado que cuando Diego la vio de tal manera en el sofá, salió del lugar. No la podía ver de tal manera, se había enamorado de Paula y por lo tanto, cuando observó tal escena sintió enojo, pena e infelicidad. Salió tan rápido como había entrado, y se fue de esa casa sin antes mirar a Pedro desde lejos… Cuando ellos llegaron, él estaba en la casa, y eso no le había preocupado hasta que empezó a pensarlo y reflexionarlo lentamente.

Entonces, Pedro y Paula estaban solos en la casa. Ella estaba sentada sobre la escalera mirándolo cuando cerró la puerta. Se dio media vuelta, y caminó donde ella, se sentó a su lado, y le giró para verla a los ojos pero, Paula le ignoraba.

—Era la primera vez que tocaba la puerta para entrar a tu casa. —Dijo, y Paula giró la cabeza, le sonrió. 

—Aprecio mucho que lo hagas. —Llevó un mechón de su cabello detrás de su oreja. Pedro bajó su cabeza, y una comisura de su labio se expandió por su rostro, y un brillo iluminó sus ojos color verde. Paula se enamoró de ellos, lamió sus labios, y la cercanía empezó a ser escasa, cuando Pedro tenía una mano en su cuello acariciándolo, Paula volvió a la tierra.

Miró esa belleza que tenía enfrente de ella, que era como un par de gemas, sus ojos eran tan perfectas que parecían dos pequeños diamantes. Miró todas las fracciones de su rostro, cuando tensaba la quijada, cuando sonreía, y cuando su nariz se arrugaba un poquito. La puerta se abrió, y ambos escucharon la toz de una persona, y sabían que era el padre de Paula. Ella se separó de inmediato de Pedro, y no miró a Miguel. Este le vería todos los moretones, y era lo últimos que esperaba, con la campera tapó las heridas de su muñeca, que por más que estuvieran cubiertas por vendas, se veían por la sangre. 

—Deberías irte. —Le susurró Paula a Pedro sin que su padre escuchara.

—Vale.

Se pasó las manos por las piernas, estaba sudando. Se acercó para darle un beso en la mejilla, pero luego se alejó, levantó una mano para acariciarle la cara pero, la bajó.

—Adiós. 

Su padre le vio salir por esa puerta, y cuando la cerró con llave, Paula ya estaba en la plata de arriba. Estaba toda lastimada, necesitaba tomar una ducha, maquillarse, y ahí recién podría hablar con Miguel. La llamó y ella se detuvo en seco. 

— ¿Qué hacía un chico en casa? — Paula rodó los ojos, si tan solo supiera cuantas veces estuvo en la casa ese chico, ese chico de lindos ojos verdes.

Sonrió pero, luego borró su sonrisa. No se iba a permitir volver a pensar bien de él, no quería pensar de Pedro de tal manera que pudiera enamorarse. Ella estaba a gusto con Diego por más que no haya pasado nada más, no eran novios pero, capaz estaban cerca. 

—Es un compañero de clase, papá. 

— ¿Compañero? No parecía eso, estaban a punto de besarse. ¿Es Diego?—Preguntó, y se deshizo de su corbata. 

—No, se llama Pedro. 

—No quiero que entren chicos a la casa si no estoy yo presente. —Exigió.

Paula apretó los dientes. No se dio media vuelta aunque quisiera, formó sus manos en puños, y habló. 

— ¡Nunca estás en esta maldita casa! ¡Tienes derecho a poner reglas así! Siempre trabajas, nunca tienes tiempo para mí. —Exclamó, estaba enojada, demasiado y nunca se ponía así con su padre, le respetaba y quería mucho.


Entró a su habitación, y con fuerza cerró la puerta de la misma, esta chocó y casi se rompe la cerradura. Se apoyó contra la puerta, y empezó a llorar. Ya nunca tenía tiempo con su padre, si alguna vez alguno de ellos muere, no tendrías recuerdos… no tendrían muchos.
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Siento mucho no haber subido durante ¿Tres semanas? sinceramente no lo sé, durante esas tres semanas no tengo la menor idea de lo que me paso, no tenia conciencia del tiempo ni de lo que sucedía al mi alrededor, estaba en un estado deprimente... pero bueno. Lamento el tiempo que tuvieron que esperar. Nos vemos mañana :) 

Espero que les haya gustado, Comente aca o en mi tw @LoveClariego

¡Buenas Noches!

PD: ¡Son los primeros cinco capítulos del mes de junio! Wii ah

Novela Let Me Die - Capitulo 17 - Maratón 4/5

Capítulo diecisiete. –Let me die.

''El corazón late rápido, colores y promesas, ¿cómo ser valiente? ¿Cómo puedo querer cuando temo caer?''

Cuando Paula llegó a casa, su padre le esperaba en la mesa del comedor. Se había olvidado que, por una vez en la noche, su padre llegaría temprano del trabajo. Bajó de la silla, y caminó a encuentro de su hija quien, cerró la puerta y se deshizo de su cazadora.


Miguel, vio su reloj, y luego asintió con su cabeza. Eran las diez y media de la noche.

—Gracias por avisar que saldrías esta noche.

Paula pasó por su lado, y fue directamente hacia la cocina, ignorando a su padre en medio de la sala.

— ¿Y ahora vas a ignorarme? Te recuerdo, soy tu padre.

—Lo siento, no te reconocí, hace mucho que no te veía por acá. —Paula cerró la nevera, y seguía dándole la espalda a su padre.

Por una vez en la vida, salía con un chico que le importaba, y su padre tenía que estar en la casa para cuando llegara. Nunca le había gustado esa soledad hasta ese día, pero, con la mala suerte que tiene, Miguel saldría antes del trabajo.

Paula dejó el vaso de vidrio sobre el fregadero, y al darse media vuelta, su padre estaba parado con los brazos cruzados, mirándole.

— ¿A dónde estabas? ¿Con quién? ¿Y por qué a estas horas?

Paula bufó.

—En un parque. Con Diego. Porque la noche es linda, y quería admirar las estrellas. —Nunca le había dado la espalda a su padre, pero, le enfadaba que él se enojara con ella cuando casi nunca estaba en la casa por su maldito trabajo. — ¿Otra duda?

Su padre se quedó atónito cuando escuchó el nombre de un chico, Paula le restó la importancia que tenía todo este tema… Miguel no sabía sobre Emma, tampoco de su hermano. La última vez que le preguntó sobre qué pasaba sobre su vida, ella contestó que todo siempre seguía de la misma manera.
Sabía que siempre podría confiar en su padre, en la única familia que tenía pero, no sentía que debía contarle sobre Emma, apenas la conocía, y como todas sus amigas, podía irse lejos, y olvidar todo. Pero… Paula entendió que ella nunca lo iba a hacer, era una gran amiga.

— ¿Estas saliendo con alguien? —Alzó las cejas.

—Fue mi segunda cita, papá. No es la gran cosa. —Levantó los hombros sacándole la importancia, aunque realmente sabía que era la gran cosa.

— ¿Ibas a contarme?

—Nunca estás en casa como para que te cuente.

Miguel caminó donde su hija, y le dio un abrazo. Paula lo aceptó, y se lo devolvió, hace tiempo que no mantenía una conversación con él, salvo la de hace unas semanas. Había dejado de aparecer en casa para los almuerzos, debido a que le habían sacado esa hora que tenía para almorzar en casa, y tiene que hacerlo en treinta minutos en su estudio.

—Lamento no estar en casa como necesitas que lo este, pero desde que murió mamá no sé cómo controlar todo. Es difícil, lo sabes ¿o no? —Se separó de su hija, y le acarició la cara. Los ojos de Pau se cristalizaron.

Todo se volvió más difícil cuando su madre falleció. Nada era como antes, hubo un tiempo en el que ambos estuvieron separados, y luego, entendieron que juntos podrían superar la muerte de Alejandra más rápido, y así fue… No la superaron al cien por ciento, pero si salieron adelante.

—Lo sé, perdón por no comprenderlo pero, la casa prácticamente siempre está sola. Hay veces que siento que, ambos se fueron. —Volvió a abrazarlo, y reprimió las lágrimas.

—Lamento que pienses de esa manera, y lamento no estar aquí contigo, ayudándote.

{…}

Paula salió del baño lista para acostarse en la cama, cuando dio un salto, y ahogó un grito. Vio a Pedro sentado en la cama mirando una foto de ella de pequeña. No supo por donde entró, pero no le interesaba en ese momento, solo quería que se fuera. Estaba de buen humor, no quería que él se lo bajara. Le tocó el hombro con el dedo índice dos veces seguida, llamándole. Se dio media vuelta, y le sonrió.

— ¿Qué mierda haces acá?

Pedro se paró, y caminó hacia el escritorio. Dejó el portarretrato ahí, y le miró.

—Nada, solo quise venir aquí. Creo que se volvió una costumbre.

—Ni me lo digas… ¿Tienes algo que decirme? Porque si no es así, te puedes ir por donde hayas entrado.

Se elevó la comisura del labio de Pedro, y se tiró a la cama donde cerró los ojos, tranquilo.

— ¿Quieres que me tire por la ventana? Por ahí entré.

Paula asintió con la cabeza alegremente.

—Sí, no me importaría si te rompes una pierna.

Pedro soltó una carcajada, y volvió a salir de la cama. Se paró enfrente de Paula, y sonrió más grande que antes. Ella solo le miró con una ceja fruncida, no sabía que le causaba tanta gracia, ni tampoco por qué se le había vuelto ir a visitarla una costumbre.

—Me gusta el color de tus ojos, no deberías usar lentes de contacto marrones. —Dijo Pedro.

—Si…No gracias, me gustan mis ojos marrones, son menos llamativos.

Pedro agachó la cabeza, y después la volvió a subir. Acomodó un mechón que caía de la cabellera de Paula.

—Llamarías la atención de muchos chicos.

Paula chasqueó la lengua, y le señaló con el dedo índice. Esa era la razón por la cual siempre, usaba lentes, e iba con el pelo que le cubriera la cara, no le gustaba tener la atención de nada, menos de un chico. Le parecía raro.

—No me gusta tener la atención de las personas…

— ¿Por qué no? —Pedro preguntó haciendo una mueca.

—No me hace sentir cómoda, además… Es bueno ser ignorada. —Rió.

Pedro le dio un beso en la frente, y Paula se quedó atónita, fue algo muy rápido, raro… y tierno.


—Que mal, eres hermosa, los chicos morirían por ti.
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Sigue →

Novela Let Me Die - Capitulo 16 - Maratón 3/5

Capítulo dieciséis. –Let me die.

Paula estaba parada contra el probador esperando por Emma. Tenía una fiesta de cumpleaños de dieciocho de una de sus primas, y debía ir bien vestida, además quería conquistar algún que otro chico. Era el décimo vestido que se probaba, y no le gustaba. Decía que ninguno le remarcaba la figura que tenía… Amaba la manera en la que ella aceptaba su cuerpo, y su personalidad… Toda ella, le caía bien.

— ¡Paula! Elije un vestido, y tráemelo. —Pidió Emma desde adentro del probador.

Paula no sabía sobre modas, y tampoco sabía combinar vestidos con zapatos más maquillaje. No sabía qué color quedaría con el tono de piel de Emma, ella era blanca pero no era pálida…

—No creo… No creo que sea buena idea, ya sabes…. No soy buena en esto. —Dijo golpeando, la puerta que las dividía, con los nudillos.

Emma bufó molesta del otro lado. Y la castaña le dijo que iría rápidamente a buscar algún vestido.

Salió de los probadores, y caminó hacia la sección de la vestimenta para fiestas, encontró un vestido azul que llegaba al cuello, y en la espalda estaba todo abierto. Era corto pero no lo demasiado, no tenía mangas, y realmente era muy delicado… Tomó uno de la talla M, y fue donde Emma, se lo dio por arriba de la puerta.

Soltó un pequeño grito cuando lo vio, dijo que le encantaba y que Paula si sabía sobre moda, solo que nunca había hablado de esta con alguien… Emma se enamoró cuando lo vio puesto sobre ella, salió del pequeño lugar y dio una vuelta, terminando con la mano sobre su cadera.

Un chico que estaba apoyado en la entrada de todos los probadores, le silbó, y esta, al darse cuenta, tomó un color carmesí en sus mejillas. El chico, le sonrió, y Emma le devolvió la sonrisa.

—Bueno, ya tienes a un chico. —Paula alzó las cejas, bromeando.

—Shh… Sigue mirando, estoy nerviosa.

Paula la empujó dentro del probador, y le dijo que se quitase el vestido, ella lo iría a pagar mientras que Paula hablaba con el morocho de aquella esquina. Tenía ojos cafés, y unos dientes blancos brillantes como reflectores, si… así de lindo.

Llegó a la caja, y alguien tosió a su espalda, se dio media vuelta y se encontró con un chico de pelo alborotado y ojos verdes a sus espaldas. Rodó los ojos, y miró lo que llevaba en las manos…

Estaba comprando ropa de mujer, y era bastante lindo lo que llevaba.

—A que eso te lo pidió Sandy… ¿Te obliga a que le compres ropa? Dios mío. —Preguntó, señalando a la remera que tenía en las manos.

—En realidad, es para mi madre. Mañana es su cumpleaños, y quiero hacerle un regalo. —Se rascó la parte trasera de la nuca.

Paula se sintió estúpida. Abrió la boca en forma de ‘o’ mostrando sorpresa, y asintió con la cabeza, luego dio media vuelta para esconder la vergüenza, que se había apoderado de sus mejillas, de ese momento.

— ¿Irás a una fiesta? —Susurró en su oído por la aproximada. Paula pudo sentir el aroma de su chicle. Menta fresca. —Digo, ese vestido no será para ir a tomar un café.

Paula sonrió de lado, y volvió a girar. La fila no avanzaba así que, podía desconcentrarse y hablar con Pedro. Negó con la cabeza e hizo una mueca con la voz. Ella no iba a fiestas, y menos con vestidos tan delicados, y lindos como el que poseía en sus manos.

—No, Emma va a una fiesta.

Pedro se lo arrebató de las manos, y lo examinó.

—Me hubiera gustado verte con esto.

Paula soltó una risa ahogada, y volvió a mirarlo. Ella nunca se imaginó sobre este, no era su tipo de vestuario… A ella le gustaban los jeans, las zapatillas, y las remeras holgadas en las cuales podes sentirte cómoda. No era que detestara todo aquello que se usaban en las fiestas, es solo que no se sentía bien con ello sobre ella. Al ser insegura, todas las cosas eran feas, y desagradables en su cuerpo.

—Claro, si alguna vez me visto con esto es porque, estoy borracha o porque tengo un problema más grave de lo normal en la cabeza. —Acomodó su cabello, y estiró su cuello. A lo lejos vio a Emma coqueteando con el chico que le había silbado. Sonrió, y la fila empezó a avanzar.

— ¿Cómo te sientes? —Preguntó Pedro refiriéndose a lo que había pasado hace una semana, Paula sintió escalofríos. El tema no era lo suficientemente bueno para hablar con él aunque, si quiera podía responderle esa pregunta ya que, gracias a Pedro, Paula se había salvado.

—Mejor, creo que me acostumbré y no fue muy fuerte el dolor al día siguiente. —Sin ni siquiera mirarlo, contestó. Sus ojos se cristalizaban cuando hablaba sobre aquel tema. Era muy… íntimo.

—Paula…

Emma llegó por detrás gritando que había conseguido el número del chico, y que saldrían en unos días por la tarde a un café de por Londres, y luego, pasearían por la Ciudad. Luego, la rubia miró a Pedro, y le sonrió abiertamente. Todavía no le había contado nada a Paula, y tal vez, era lo mejor.
Guardar todo eso, no quería que Paula fuera a enamorarse de Pedro, era el imbécil más grande de todo el mundo, y Emma, al querer lo mejor para su amiga, deseaba que ella fuera feliz con otra persona.

—Pedro. —Emma cruzó sus brazos.

—Hola rubia.

Paula sacó su celular porque había recibido un mensaje, y de Diego. Al verlo, sonrió tan grande que Pedro sintió curiosidad. La rubia le pisó el pie con delicadeza, para que no fuera a espiar pero, él no le haría caso.

Estiró su cabeza, disimulando, y en ese momento, la castaña bajó el teléfono.

—Diego acaba de invitarme a salir, ¿debo ir?

— ¡Claro que sí! —Exclamó Emma. —Ya veo que se formará una nueva pareja. —Golpeó el hombro de Pedro en forma de juego, pero él tenía el ceño fruncido, y al parecer no estaba contento.

{…}

Diego, estaba indeciso sobre qué hacer en ese momento. Su mano rozaba con la de Paula, y quería entrelazar sus dedos, ella soltó un suspiro y miró al chico a su lado. Mordió su labio, y agachó la cabeza.

Estaban sentados sobre una banca del parque, la mirada de Paula estaba sobre una pareja de personas grandes, y Diego posaba sus ojos en la castaña.

El silencio no era incómodo, era tan refrescante que podían quedarse todo el día así. Los ojos azules de Diego resplandecían más por la noche, y eso lo hacía más irresistible.

« Quiero besarlo. »

« Quiero besarla. »

Ambos tenían el mismo pensamiento pero, nadie se animaba a dar el primer paso. Paula tomó aire, debía hacerlo. Necesitaba besarlo, y no le importase que fuera la segunda cita. Sus labios ya, antes, se habían tocado, y fue la mejor sensación del mundo.

Cuando sus labios se tocaron era como sentir una corriente de electricidad por tu cuerpo que te sube el ánimo. Sus labios encajaban bien juntos, y eso… hacía que Paula saltara de felicidad por dentro. Diego, iba a hacerlo, cuando giró su cabeza mirando a la castaña, ella le tomó de las mejillas plantándole un beso en medio de la boca, Diego sonrió y aceptó el tacto de estos. La tomó de la cintura, acercándola a su cuerpo.

Se separaron, y se volvieron a besar, y lo hicieron como unas cinco veces más, terminaron entre risas. Él la abrazó, y ella descansó en su pecho.


—Me encantan cuando tus labios están sobre los míos, Paula.
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