Capítulo veintidós.— Let me die
''Y todo el tiempo
creí que te encontraría, el tiempo ha traído tu corazón hasta mí. ‘‘
Era jueves, habían pasado dos días de que volvió a su casa, pero todavía seguía sin recordar nada de las veinticuatro horas del lunes. Había estado observando la caja roja que Pedro había dejado con ansias por saber que había dentro, no la tocó, trataba de evadirla pero siempre le llamaba la atención. No sabía qué era, y tenía unas inmensas ganas de averiguar que contenía.
Caminó hacia su escritorio de madera, y agarró la cajita, examinó toda
la parte exterior de la misma, era pequeña, tenía detalles en dorado, parecía
que era de alguna joyería.
La abrió, y una palabra resaltó en la misma, se quedó maravillada. Era
un colgante que poseía la palabra “Ángel” sobre ella. Al minuto que lo sostuvo
sobre su mano, la volvió a meter a donde pertenecía.
« ¿Por qué me dio esto? »
«Paula, no caigas en su juego. Te está usando. Nunca lo olvides. »
« No le importas, él te ve como un niño a un juguete nuevo. »
«Paula, no caigas en su juego. Te está usando. Nunca lo olvides. »
« No le importas, él te ve como un niño a un juguete nuevo. »
Era de noche, por lo tanto, volvió a la cama. A la mañana del día
siguiente le entregaría la caja a Pedro para que se la dé a su novia, o alguna
de todas las chicas que estaban locas por él. Paula no quería tener nada que
tuviera que ver con Pedro, pero cada vez que intentaba alejarlo de su mente, el
color de sus ojos se quedaba marcado en su cabeza como una imagen intacta.
…
Ninguna clase le coincidió con Pedro hasta que llegó Química. Él estaba rodeado de sus amigos, y su novia quien tenía a sus clones haciéndole la tarea a último minutos. No se atrevió a caminar hacia donde él, y por lo tanto, siguió su camino a su lugar de siempre con Emma a su lado.
…
Ninguna clase le coincidió con Pedro hasta que llegó Química. Él estaba rodeado de sus amigos, y su novia quien tenía a sus clones haciéndole la tarea a último minutos. No se atrevió a caminar hacia donde él, y por lo tanto, siguió su camino a su lugar de siempre con Emma a su lado.
La hora pasó muy rápido y cuando, no se lo imaginó, todos salían del
aula con la única tarea: Salir del Instituto y no verlo hasta la semana que
viene. Sandy besó a su novio, quien le manoseó el trasero, y salió.
Paula le pidió a Emma que le esperara en la puerta por si Sandy volvía,
y le hacía algo. Siquiera, la tendría a ella para que le ayudara.
Dejó la cajita en el pupitre de Pedro, y se dio media vuelta sin decirle
ninguna palabra como lo tenía planeado, el miedo –que no supo de donde vino– se
apoderó de Paula en el momento en que en vez de salir por la puerta, dobló en
los primeros asientos para ir donde Pedro.
Él la detuvo tomándola del brazo, y sus cuerpos se chocaron. Paula se
separó de él al instante.
—Creo que te confundiste de casa, eso no debía ser para mí. —Dijo Paula
tirando su brazo del agarre de Pedro.
—No, te lo llevé a ti porque quería que lo tuvieras.
—No me vas a comprar… Puedes dárselo a Sandy o a todas las chicas que
tienes atrás pero, a mí no me das cosas como esas porque no estoy loca por ti.
—Acomodó su libro que llevaba en mano, y vio como Pedro agachaba la cabeza para
mirarle a los ojos.
—Quiero que lo tengas tú, ¿vale?
Paula negó con la cabeza, y se separó de él un paso.
—No quiero tenerlo entre mis manos, ¿lo entiendes?
Pedro rió, y se acercó un paso, terminando en la misma distancia que
antes. Acomodó un mechón de la cabellera castaña de Paula, y ella corrió su
rostro para que no le tocara.
—Sí, lo entiendo. —Sonrió. —Pero, esto va en tu cuello.
Paula levantó la vista para observarle, se perdió en sus ojos. Eran muy
lindos, pero no, ella no iba a caer como muchas lo hicieron. Cada cosa que él
decía era mentira, él siempre iba a ser la razón por la que se cortó la primera
vez. Por la que su mente empezó a hacerle la contra, nunca nada iba a cambiar
eso…
—Quédatelo, no lo quiero. —Dijo, y se dio media vuelta alejándose de él,
antes de salir por la puerta se detuvo. Pedro estaba con la boca boquiabierta.
—Tampoco deseo tenerlo sobre mi cuello, créeme.
Al decir esto último, salió del salón y se encontró con Emma, quien miró
hacia dentro. Ambas sabían que Pedro sentía “algo” por Paula, pero ella estaba
con Diego y le quería… Subieron al auto de Diego cuando escucharon que alguien
gritó el nombre de Paula, sacó la cara por la ventanilla y se encontró que
Pedro se había quedado parado en la calle mirando como el auto se iba.
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Sigue →
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