Capítulo veintiuno. –Let me die.
''He muerto todos los
días esperándote, no tengas miedo de que te haya querido, durante mil años. Te
querré por otros mil más. ‘‘
Las paredes eran blancas, y lo único que resaltaba de ese lugar eran las maquinas alrededor de la habitación. La única luz que había era la que colgaba del techo. Era muy de noche, intentó buscar algún reloj pero no había ninguno a su alrededor. Miró hacia la ventana, y sacó una conclusión de que eran las como las tres de la mañana.
Volvió a posar su vista en las paredes, y se dio cuenta de que esa no
era su habitación. A lo lejos, había una puerta blanca con un pequeño vidrio
por el cual podías ver cómo la gente pasaba por detrás de esta. Paula estaba
tranquila observando las pocas cosas en su alrededor. No entendía nada. Un
doctor entró en su sala, y le sonrió al ver que había despertado.
Le hizo algunas preguntas, y revisó cada uno de los aparatos.
Paula se sentía totalmente neutra, no entendía que estaba pasando pero
eso no la inquieto, tampoco la puso ansiosa.
— ¿Recuerdas por qué estas acá? —Le preguntó el médico mientras iba al
dispensador de agua, y en un vaso sirvió para ella.
—No, ¿Qué pasó?
—Te desmayaste, te habrás dado un golpe en la cabeza, ¿de eso te
acuerdas?
Paula volvió a negar con la cabeza, las últimas veinticuatro horas se le
habían borrado de la cabeza. El doctor asintió con la cabeza, le dio una
sonrisa y se fue. Unos minutos después, su padre entró a la sala. Estaba con
las cejas fruncidas, y con una cara de preocupación inexplicable. Al ver a su
hija bien, una sonrisa se extendió por su cara. Le besó la frente, y dejó el
saco en la camilla.
— ¿Hace cuánto tiempo estoy aquí?
—Desde la una de la tarde de ayer —Suspiró y pasó una mano por su cara,
intentado relajarse. —, ¿No te acuerdas de lo qué pasó?
Paula susurró un “No”, una pérdida de memoria de todo lo sucedido en
veinticuatro horas ¿Era posible? A pesar de que estaba tranquila, no le
gustaban los hospitales, estos traían recuerdos e imágenes borrosas a su mente.
Algunos momentos pasaron por su cabeza a mucha velocidad, tomó la mano de su
padre, y le sonrió. No sabía por qué iba a preguntarle tal cosa sabiendo que a
él le lastimaría pero, necesitaba hacerlo.
— ¿Te acuerdas de la sala en la que mamá murió?
A su padre, la pregunta lo tomó por sorpresa. Tosió repetidas veces
antes de estar estable para poder responder. Sin que él pudiera hacerlo, el
doctor entró a la habitación con unos papeles en la mano, se los entregó a
Miguel y empezaron a hablar sobre los cuidados que tendría que tener ya que, el
golpe en la cabeza fue fuerte aunque ella no lo hubiera notado. Escuchó que el
Doctor le dijo a su padre que este no era su primer golpe por las radiografías
que le habían sacado, y esa, en parte, era una razón por la cual ahora estaba
en una camilla encerrada por cuatro paredes blancas.
…
A la tarde de ese mismo día, Paula pudo salir del Hospital. Emma y Diego habían estado esperando por ella desde que él la encontró en el piso de la casa de esa forma. Al llegar a casa, Emma se quedó con ella, y Diego se fue. Paula se tiró a la cama, y al golpear la cabeza con el colchón, sintió una punzada en medio de esta, cerró los ojos con fuerza esperando que el dolor pasara… Y así fue.
…
A la tarde de ese mismo día, Paula pudo salir del Hospital. Emma y Diego habían estado esperando por ella desde que él la encontró en el piso de la casa de esa forma. Al llegar a casa, Emma se quedó con ella, y Diego se fue. Paula se tiró a la cama, y al golpear la cabeza con el colchón, sintió una punzada en medio de esta, cerró los ojos con fuerza esperando que el dolor pasara… Y así fue.
— ¿Sabes qué me pasó?
—Solo sé una parte, espero que puedas recordar cómo te golpeaste la
cabeza…
—Cuéntame que pasó así, capaz recuerde. —Sonrió, y se sentó en la cama
cruzando sus piernas, una arriba de otra.
—Tenías una cita con Diego, y tú le habías mandado un mensaje diciendo
que irías primero a tu casa para buscar algo, y entonces… Diego esperó por
media hora, y no aparecías, siguió esperando por otros diez minutos, no le
respondías los mensajes, y se preocupó. Fue para tu casa, y empezó a tocar la
puerta, nadie respondía, y al abrir la puerta algo la trabó. —Caminó hacia su
lado, y se acostó en la cama. —Y era tu cuerpo, estabas tirada al lado de la
puerta, bloqueándola. —Emma acarició el brazo de Paula y ella solo miró hacia
el frente divagando en su mente, pero nada, todo estaba blanco, y vacío.
— ¿Y qué hizo?
—Me llamó, él no es bueno cuando se trata sobre qué hacer cuando alguien
se desmaya o se lastima de una manera muy fea, como esa vez que te vio después
de caerte por las escaleras. —Dijo, y lamió sus labios.
— ¿Por qué?
Emma hizo una mueca con la boca, y con tal solo el recuerdo, sintió como
sus ojos ardían porque quería llorar. Sorbió los mocos ya que, estaba enferma y
se sentó en la cama mordiendo su labio.
—Papá murió al lado de él, Diego presenció su muerte, y desde entonces,
tiene miedo a todo cuando se trata de hospitales, muertes o enfermedades.
Paula no sabía eso. Fue un detalle que ocultaron, sabía que Emma no
tenía papá, se lo había comentado una vez que ella fue a la casa de su madre.
Diego tenía diecinueve años, y su padre murió cuando él tenía la edad de siete,
y la rubia de cuatro.
Emma odió el silencio, y se paró de la cama de su amiga. Respiró hondo,
y se abanicó con sus manos los ojos para que estos se relajaran.
—Veamos alguna película, o hagamos algo. No quiero hablar de esto, ¿te
parece?
Paula le sonrió, y le entendió. A ella tampoco le gustaba hablar de la
muerte de su madre.
…
Se hizo de noche, y por lo tanto, Emma se marchó de la casa dejando a Paula sola con su padre en la parte de abajo. Él hablaba por teléfono sobre negocios. Ni un día, siquiera ese, podría estar disponible para hablar. Se imaginó que en su boda, si es que alguna vez se casara, Miguel estaría fuera del salón para cuando ella dijera si porque estaría ocupado por el maldito trabajo.
…
Se hizo de noche, y por lo tanto, Emma se marchó de la casa dejando a Paula sola con su padre en la parte de abajo. Él hablaba por teléfono sobre negocios. Ni un día, siquiera ese, podría estar disponible para hablar. Se imaginó que en su boda, si es que alguna vez se casara, Miguel estaría fuera del salón para cuando ella dijera si porque estaría ocupado por el maldito trabajo.
Cortó la llamada, y sacó su bolígrafo para anotar algunas cosas en su
carpeta, su hija estaba parada con los brazos sobre su pecho.
—Cuando me case, y este por dar el sí, ¿vas a estar ahí o vas a estar
hablando sobre cerrar un trato fuera de la iglesia? —Dijo, y sonrió
cínicamente. Su padre negó con la cabeza, y frunció las cejas.
— ¿Por qué lo dices?
— ¡Es que vives ocupado! —Exclamó, y se dio media vuelta para irse, su
padre le llamó y ella solo le ignoró hasta que después de tantos llamados, se
detuvo.
— ¿Qué sucede contigo, Paula?
—Siempre estas ocupado, y hoy que salí del Hospital, esperaba que
pudiéramos siquiera ver una película mientras tomamos chocolate caliente pero
no es posible… —Sus brazos cayeron a sus piernas. — ¿Y sabes por qué? ¡Porque
no puedes soltar el puto teléfono nunca! —Le gritó desde el piso de arriba.
— ¿De nuevo con lo mismo, Paula?
— ¡Sí! De nuevo con el jodido tema. —Escupió sin vacilar.
Su padre subió las escaleras sin ganas, su hija le esperaba con el ceño
fruncido. Le señaló con el dedo índice.
—Soy un padre soltero, que perdió a su mujer y tiene que cuidar de su
hija solo, también tiene un trabajo para poder pagar todas las cuentas… No
puedo con todo esto.
—Si no puedes hacerlo, ¿por qué no me diste en adopción cuando mamá
murió?
Sonrió, y corrió a su habitación. Cuando cerró la puerta de la misma, se
arrepintió de lo que había dicho, no estaba siendo justa. Le trataba mal y eso
era lo último que quería hacer. No deseaba estar peleada con su padre. Él sin
duda, a pesar de todo, siempre sería el mejor papá de todo el planeta.
Pedro salió por la puerta del baño, y Paula dio un salto, no lo
esperaba.
— ¿Siempre te peleas así con tu padre? —Preguntó peinando su cabello.
— ¿Te importa? —Respondió en un susurro esperando que su padre no le
escuchara.
— ¿Por qué no fuiste al Instituto? ¿Te sentías mal?
— ¿Por qué vienes aquí, y me preguntas como si te importara? Vete con
Sandy y tus amigos, por favor. —Le señaló la ventana, y Pedro soltó una sonrisa
pequeña, y entendió que hablaba en serio.
—Me importas, Paula.
Ella negó con la cabeza, y caminó hacia él para empujarlo hasta la
ventana y que se fuera por donde vino.
—No te importo, no te hagas el bueno, Alfonso.
—Ayer te dije… —Frunció el ceño. — ¿Qué pasó contigo?
Ahí fue cuando Paula cayó en cuenta de que él tuvo que ver con lo que le
pasó ayer por la mañana para que se desmayara. Sabía que él había estado
involucrado. Lo quería fuera de su habitación ahora mismo, y si él no se iba,
Paula se encargaría de sacarlo de cualquier manera.
—No te quiero ver nunca más acá, ¿entiendes?
—Paula…
—Tú me odias, y te encanta molestarme… Así que, hazlo en el Instituto,
pero en mi casa, déjame sola, no quiero que estés aquí, ¿Ok?
Pedro se dio media vuelta, y dejó algo sobre el escritorio. Bajó de la
misma manera que subió, y Paula le vio alejarse sobre la calle.
Él era un idiota, pero por alguna razón, al verlo irse con las manos
sobre sus bolsillos, se sintió mal, y una mezcla de sentimientos apareció en su
pecho.
______________________________
Sigue →
______________________________
Sigue →
No hay comentarios:
Publicar un comentario