Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

sábado, 25 de julio de 2015

Novela Let Me Die - Capitulo 23

Capítulo veintitrés.— Let me die

“Es lo que está debajo de tu piel, la belleza que brilla en el interior, tu eres la única que mueve mi mundo, mi chica de portada”

Habían pasado dos semanas desde aquel último día, y Pedro no había aparecido nunca más en su casa, ni en su vida. Sandy seguía de la misma manera, y ahora que a él ya no le importaba más Paula, la novia de este le maltrataba del mismo modo que solía hacerlo.

Un día, llegó a su casa, con la ayuda de Emma, con la cara morada. La rubia de su amiga no fue ese día a clases, y Sandy aprovechó la oportunidad que se le apareció.

Paula recuerda que le había dicho que la dejase, que no podía respirar, y Sandy le respondió: “—Soy como el diablo, siempre voy a seguirte…” Desde hace días que esa frase merodea por su cabeza como un recuerdo de hace muchos años.

Era sábado, y Emma llegó de improviso a la casa de Paula con una bolsa llena de maquillaje, la planchita para el pelo, y una rizadora. La castaña se quedó atónita cuando vio a su amiga, además de que tenía una pequeña valija con cosas… Paula pensó en que se iba de viaje y pasaba a despedirla pero no fue así. Subió a su habitación, dejando algunas cosas en la cama, y otras en el escritorio de madera.

Paula tenía muchos, muchos, muchos vestidos que nunca había tocado. Su madre se los compró para que saliera de fiesta pero, era algo que a ella no le fascinaba. Leer un libro, estar en la computadora o ir al parque eran ideas más adecuadas a Paula, era algo tranquilo como su personalidad.

Sacó unos zapatos de fiesta, que eran muy altos, el taco debía de tener quince centímetros, eran totalmente preciosos pero, la castaña de ojos cafés nunca se los había probado, aún seguían en la caja. La cara de Emma cayó cuando vio semejante belleza frente a sus ojos sin usar. Quiso pegarle a su amiga, pero se resistió… Ese armario era el mundo perfecto para Emma.

Oh, lo era realmente.

—No entiendo qué diablos haces sacando todo esto, Emma.

—Hay una fiesta en de las casas de un chico que conocí hace tiempo, teníamos algo, y al parecer… ¡Se acordó de mí! Me invitó a una fiesta de último minuto, y por eso estoy aquí. —Suspiró, y tomó un vestido negro del ropero de Paula.

— ¡Claro! Toma el vestido que querías… Papá tuvo un problema con el auto en medio de la ruta, así que se quedará en un hotel hasta mañana, puedes venir a casa después de la fiesta. —Sonrió, y se tiró a la cama a leer un libro que había encontrado en la pequeña biblioteca de la casa.

—Nop, quiero que vengas conmigo… A la fiesta.

—No, gracias. —Respondió y siguió leyendo el fascinante libro.

Emma se lo sacó de las manos, y sin mirar hacia algún lugar, lo tiró, y cuando escuchó el sonido del libro chocar contra algo, supo que lo había lanzado fuera de la habitación ya que, la ventana estaba abierta.

— ¡Emma! —Le recriminó Paula, ella solo rió… Agarró un vestido, y se lo tiró en la cara a Paula.

—Te cambias, Paula. —Le señaló con el dedo.

Iba a quejarse pero, Emma le calló. Estaba completamente decidida en llevar a su amiga a una fiesta, emborracharse y después quejarse por las cosas que hicieron… Le costaría sacarla de la casa, pero no iba a dejar que en su adolescencia se quedara leyendo libros mientras tenía la libertad que tenía en esa casa.

El vestido consistía en ser totalmente negro con una sola manga hasta la muñeca donde había algunos retoques, brillos plateados. El otro hombro era totalmente descubierto. La fiesta ya había empezado pero, siempre era mejor llegar tarde a ser la primera persona que entra en la casa del desorden. Emma sentó a Paula en una silla de la habitación, le vendó los ojos, y le empezó a peinar el cabello. Se lo planchó, y después le hizo un rodete con algunos mechones cayendo por su cara en forma enrulada debido al rizador.

—No puedo creer que me obligas a hacer esto… Tú puedes ir sola, Emma.

—Lo sé, lo sé… Pero no quiero que pases toda tu vida diciendo: “Debí de aprovechar la adolescencia.” La vida se vive solo una vez, y tú desaprovechas la oportunidad que Dios te dio. —Sonrió, aunque Paula no pudiera ver su sonrisa.

—Odio cuando te haces la inteligente, ¿sabías eso?


Paula se quedó mirándose al espejo mientras que Emma le esperaba abajo con las llaves del auto de Diego… Por primera vez, no se sentía fea. Le gustaba como el vestido resaltaba su cuerpo, aunque no tuviera la mejor figura, el maquillaje hacia que las fracciones de la cara fueran mucho más bonitas, sus ojos parecían totalmente enormes y llamativos, le encantaba. Sonrió al espejo, tomó una cazadora de la silla, y bajó las escaleras con los zapatos en mano… No se los pondría hasta llegar a la fiesta, eran altos y dolorosos pero como dicen: “La belleza cuesta.”


Al aparcar el auto a unas cuadras de la casa, se notó que el lugar era para que gente con mucha adquisición económica, autos últimos modelos, casas totalmente edificadas a la perfección, y hoteles de lujos a los alrededores… Bueno, era un barrio totalmente privado, había rejas alrededor de todo esto. La música se escuchaba a las cuatro cuadras de diferencias. Paula, se colocó los zapatos altos, y salió del coche. Emma le había enseñado, en dos horas, como caminar con los mismos sin caerte, y aunque no fue mucho tiempo, lo entendió bastante bien. La gente entraba para ir a buscar otro trago, y salía para tomar un poco de aire… El clima estaba lo bastante cálido como para ser una noche en Londres.

Había una entrada de un pasillo totalmente descubierto antes de pasar por la puerta de la casa, a los alrededores había muchas parejas, muchos chicos, y chicas tomando de su vaso de plástico, pero una persona llamó la atención de Paula, un chico de ojos verdes con una camisa blanca remangada hasta los codos, y unos pantalones informales negros estaba parado con un vaso en su mano riendo con una chica que no era Sandy.


—No empezó bien la fiesta.
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Realmente me siento culpable por no haber subido durante todo este largo tiempo, creo que ni siquiera bastaría con subir 10 capítulos, espero que puedan disfrutar los tres capítulos que acabo de subir y hoy por la tarde estaré subiendo otros 3 capítulos. Mil disculpas

Espero que les haya gustado, comente aca o en mi Tw @LoveClariego

¡Buenas Noches!

Novela Let Me Die - Capitulo 22

Capítulo veintidós.— Let me die

''Y todo el tiempo creí que te encontraría, el tiempo ha traído tu corazón hasta mí. ‘‘

Era jueves, habían pasado dos días de que volvió a su casa, pero todavía seguía sin recordar nada de las veinticuatro horas del lunes. Había estado observando la caja roja que Pedro había dejado con ansias por saber que había dentro, no la tocó, trataba de evadirla pero siempre le llamaba la atención. No sabía qué era, y tenía unas inmensas ganas de averiguar que contenía.


Caminó hacia su escritorio de madera, y agarró la cajita, examinó toda la parte exterior de la misma, era pequeña, tenía detalles en dorado, parecía que era de alguna joyería.

La abrió, y una palabra resaltó en la misma, se quedó maravillada. Era un colgante que poseía la palabra “Ángel” sobre ella. Al minuto que lo sostuvo sobre su mano, la volvió a meter a donde pertenecía.

« ¿Por qué me dio esto? »

«Paula, no caigas en su juego. Te está usando. Nunca lo olvides. »

« No le importas, él te ve como un niño a un juguete nuevo. »

Era de noche, por lo tanto, volvió a la cama. A la mañana del día siguiente le entregaría la caja a Pedro para que se la dé a su novia, o alguna de todas las chicas que estaban locas por él. Paula no quería tener nada que tuviera que ver con Pedro, pero cada vez que intentaba alejarlo de su mente, el color de sus ojos se quedaba marcado en su cabeza como una imagen intacta.



Ninguna clase le coincidió con Pedro hasta que llegó Química. Él estaba rodeado de sus amigos, y su novia quien tenía a sus clones haciéndole la tarea a último minutos. No se atrevió a caminar hacia donde él, y por lo tanto, siguió su camino a su lugar de siempre con Emma a su lado.

La hora pasó muy rápido y cuando, no se lo imaginó, todos salían del aula con la única tarea: Salir del Instituto y no verlo hasta la semana que viene. Sandy besó a su novio, quien le manoseó el trasero, y salió.

Paula le pidió a Emma que le esperara en la puerta por si Sandy volvía, y le hacía algo. Siquiera, la tendría a ella para que le ayudara.

Dejó la cajita en el pupitre de Pedro, y se dio media vuelta sin decirle ninguna palabra como lo tenía planeado, el miedo –que no supo de donde vino– se apoderó de Paula en el momento en que en vez de salir por la puerta, dobló en los primeros asientos para ir donde Pedro.

Él la detuvo tomándola del brazo, y sus cuerpos se chocaron. Paula se separó de él al instante.

—Creo que te confundiste de casa, eso no debía ser para mí. —Dijo Paula tirando su brazo del agarre de Pedro.

—No, te lo llevé a ti porque quería que lo tuvieras.

—No me vas a comprar… Puedes dárselo a Sandy o a todas las chicas que tienes atrás pero, a mí no me das cosas como esas porque no estoy loca por ti. —Acomodó su libro que llevaba en mano, y vio como Pedro agachaba la cabeza para mirarle a los ojos.

—Quiero que lo tengas tú, ¿vale?

Paula negó con la cabeza, y se separó de él un paso.

—No quiero tenerlo entre mis manos, ¿lo entiendes?

Pedro rió, y se acercó un paso, terminando en la misma distancia que antes. Acomodó un mechón de la cabellera castaña de Paula, y ella corrió su rostro para que no le tocara.

—Sí, lo entiendo. —Sonrió. —Pero, esto va en tu cuello.

Paula levantó la vista para observarle, se perdió en sus ojos. Eran muy lindos, pero no, ella no iba a caer como muchas lo hicieron. Cada cosa que él decía era mentira, él siempre iba a ser la razón por la que se cortó la primera vez. Por la que su mente empezó a hacerle la contra, nunca nada iba a cambiar eso…

—Quédatelo, no lo quiero. —Dijo, y se dio media vuelta alejándose de él, antes de salir por la puerta se detuvo. Pedro estaba con la boca boquiabierta. —Tampoco deseo tenerlo sobre mi cuello, créeme.


Al decir esto último, salió del salón y se encontró con Emma, quien miró hacia dentro. Ambas sabían que Pedro sentía “algo” por Paula, pero ella estaba con Diego y le quería… Subieron al auto de Diego cuando escucharon que alguien gritó el nombre de Paula, sacó la cara por la ventanilla y se encontró que Pedro se había quedado parado en la calle mirando como el auto se iba.
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Novela Let Me Die - Capitulo 21

Capítulo veintiuno.–Let me die.


''He muerto todos los días esperándote, no tengas miedo de que te haya querido, durante mil años. Te querré por otros mil más. ‘‘

Las paredes eran blancas, y lo único que resaltaba de ese lugar eran las maquinas alrededor de la habitación. La única luz que había era la que colgaba del techo. Era muy de noche, intentó buscar algún reloj pero no había ninguno a su alrededor. Miró hacia la ventana, y sacó una conclusión de que eran las como las tres de la mañana.

Volvió a posar su vista en las paredes, y se dio cuenta de que esa no era su habitación. A lo lejos, había una puerta blanca con un pequeño vidrio por el cual podías ver cómo la gente pasaba por detrás de esta. Paula estaba tranquila observando las pocas cosas en su alrededor. No entendía nada. Un doctor entró en su sala, y le sonrió al ver que había despertado.

Le hizo algunas preguntas, y revisó cada uno de los aparatos.

Paula se sentía totalmente neutra, no entendía que estaba pasando pero eso no la inquieto, tampoco la puso ansiosa.

— ¿Recuerdas por qué estas acá? —Le preguntó el médico mientras iba al dispensador de agua, y en un vaso sirvió para ella.

—No, ¿Qué pasó?

—Te desmayaste, te habrás dado un golpe en la cabeza, ¿de eso te acuerdas?

Paula volvió a negar con la cabeza, las últimas veinticuatro horas se le habían borrado de la cabeza. El doctor asintió con la cabeza, le dio una sonrisa y se fue. Unos minutos después, su padre entró a la sala. Estaba con las cejas fruncidas, y con una cara de preocupación inexplicable. Al ver a su hija bien, una sonrisa se extendió por su cara. Le besó la frente, y dejó el saco en la camilla.

— ¿Hace cuánto tiempo estoy aquí?

—Desde la una de la tarde de ayer —Suspiró y pasó una mano por su cara, intentado relajarse. —, ¿No te acuerdas de lo qué pasó?

Paula susurró un “No”, una pérdida de memoria de todo lo sucedido en veinticuatro horas ¿Era posible? A pesar de que estaba tranquila, no le gustaban los hospitales, estos traían recuerdos e imágenes borrosas a su mente. Algunos momentos pasaron por su cabeza a mucha velocidad, tomó la mano de su padre, y le sonrió. No sabía por qué iba a preguntarle tal cosa sabiendo que a él le lastimaría pero, necesitaba hacerlo.

— ¿Te acuerdas de la sala en la que mamá murió?

A su padre, la pregunta lo tomó por sorpresa. Tosió repetidas veces antes de estar estable para poder responder. Sin que él pudiera hacerlo, el doctor entró a la habitación con unos papeles en la mano, se los entregó a Miguel y empezaron a hablar sobre los cuidados que tendría que tener ya que, el golpe en la cabeza fue fuerte aunque ella no lo hubiera notado. Escuchó que el Doctor le dijo a su padre que este no era su primer golpe por las radiografías que le habían sacado, y esa, en parte, era una razón por la cual ahora estaba en una camilla encerrada por cuatro paredes blancas.



A la tarde de ese mismo día, Paula pudo salir del Hospital. Emma y Diego habían estado esperando por ella desde que él la encontró en el piso de la casa de esa forma. Al llegar a casa, Emma se quedó con ella, y Diego se fue. Paula se tiró a la cama, y al golpear la cabeza con el colchón, sintió una punzada en medio de esta, cerró los ojos con fuerza esperando que el dolor pasara… Y así fue.

— ¿Sabes qué me pasó?

—Solo sé una parte, espero que puedas recordar cómo te golpeaste la cabeza…

—Cuéntame que pasó así, capaz recuerde. —Sonrió, y se sentó en la cama cruzando sus piernas, una arriba de otra.

—Tenías una cita con Diego, y tú le habías mandado un mensaje diciendo que irías primero a tu casa para buscar algo, y entonces… Diego esperó por media hora, y no aparecías, siguió esperando por otros diez minutos, no le respondías los mensajes, y se preocupó. Fue para tu casa, y empezó a tocar la puerta, nadie respondía, y al abrir la puerta algo la trabó. —Caminó hacia su lado, y se acostó en la cama. —Y era tu cuerpo, estabas tirada al lado de la puerta, bloqueándola. —Emma acarició el brazo de Paula y ella solo miró hacia el frente divagando en su mente, pero nada, todo estaba blanco, y vacío.

— ¿Y qué hizo?

—Me llamó, él no es bueno cuando se trata sobre qué hacer cuando alguien se desmaya o se lastima de una manera muy fea, como esa vez que te vio después de caerte por las escaleras. —Dijo, y lamió sus labios.

— ¿Por qué?

Emma hizo una mueca con la boca, y con tal solo el recuerdo, sintió como sus ojos ardían porque quería llorar. Sorbió los mocos ya que, estaba enferma y se sentó en la cama mordiendo su labio.

—Papá murió al lado de él, Diego presenció su muerte, y desde entonces, tiene miedo a todo cuando se trata de hospitales, muertes o enfermedades.

Paula no sabía eso. Fue un detalle que ocultaron, sabía que Emma no tenía papá, se lo había comentado una vez que ella fue a la casa de su madre. Diego tenía diecinueve años, y su padre murió cuando él tenía la edad de siete, y la rubia de cuatro.

Emma odió el silencio, y se paró de la cama de su amiga. Respiró hondo, y se abanicó con sus manos los ojos para que estos se relajaran.

—Veamos alguna película, o hagamos algo. No quiero hablar de esto, ¿te parece?

Paula le sonrió, y le entendió. A ella tampoco le gustaba hablar de la muerte de su madre.



Se hizo de noche, y por lo tanto, Emma se marchó de la casa dejando a Paula sola con su padre en la parte de abajo. Él hablaba por teléfono sobre negocios. Ni un día, siquiera ese, podría estar disponible para hablar. Se imaginó que en su boda, si es que alguna vez se casara, Miguel estaría fuera del salón para cuando ella dijera si porque estaría ocupado por el maldito trabajo.

Cortó la llamada, y sacó su bolígrafo para anotar algunas cosas en su carpeta, su hija estaba parada con los brazos sobre su pecho.

—Cuando me case, y este por dar el sí, ¿vas a estar ahí o vas a estar hablando sobre cerrar un trato fuera de la iglesia? —Dijo, y sonrió cínicamente. Su padre negó con la cabeza, y frunció las cejas.

— ¿Por qué lo dices?

— ¡Es que vives ocupado! —Exclamó, y se dio media vuelta para irse, su padre le llamó y ella solo le ignoró hasta que después de tantos llamados, se detuvo.

— ¿Qué sucede contigo, Paula?

—Siempre estas ocupado, y hoy que salí del Hospital, esperaba que pudiéramos siquiera ver una película mientras tomamos chocolate caliente pero no es posible… —Sus brazos cayeron a sus piernas. — ¿Y sabes por qué? ¡Porque no puedes soltar el puto teléfono nunca! —Le gritó desde el piso de arriba.

— ¿De nuevo con lo mismo, Paula?

— ¡Sí! De nuevo con el jodido tema. —Escupió sin vacilar.

Su padre subió las escaleras sin ganas, su hija le esperaba con el ceño fruncido. Le señaló con el dedo índice.

—Soy un padre soltero, que perdió a su mujer y tiene que cuidar de su hija solo, también tiene un trabajo para poder pagar todas las cuentas… No puedo con todo esto.

—Si no puedes hacerlo, ¿por qué no me diste en adopción cuando mamá murió?

Sonrió, y corrió a su habitación. Cuando cerró la puerta de la misma, se arrepintió de lo que había dicho, no estaba siendo justa. Le trataba mal y eso era lo último que quería hacer. No deseaba estar peleada con su padre. Él sin duda, a pesar de todo, siempre sería el mejor papá de todo el planeta.

Pedro salió por la puerta del baño, y Paula dio un salto, no lo esperaba.

— ¿Siempre te peleas así con tu padre? —Preguntó peinando su cabello.

— ¿Te importa? —Respondió en un susurro esperando que su padre no le escuchara.

— ¿Por qué no fuiste al Instituto? ¿Te sentías mal?

— ¿Por qué vienes aquí, y me preguntas como si te importara? Vete con Sandy y tus amigos, por favor. —Le señaló la ventana, y Pedro soltó una sonrisa pequeña, y entendió que hablaba en serio.

—Me importas, Paula.

Ella negó con la cabeza, y caminó hacia él para empujarlo hasta la ventana y que se fuera por donde vino.

—No te importo, no te hagas el bueno, Alfonso.

—Ayer te dije… —Frunció el ceño. — ¿Qué pasó contigo?

Ahí fue cuando Paula cayó en cuenta de que él tuvo que ver con lo que le pasó ayer por la mañana para que se desmayara. Sabía que él había estado involucrado. Lo quería fuera de su habitación ahora mismo, y si él no se iba, Paula se encargaría de sacarlo de cualquier manera.

—No te quiero ver nunca más acá, ¿entiendes?

—Paula…

—Tú me odias, y te encanta molestarme… Así que, hazlo en el Instituto, pero en mi casa, déjame sola, no quiero que estés aquí, ¿Ok?

Pedro se dio media vuelta, y dejó algo sobre el escritorio. Bajó de la misma manera que subió, y Paula le vio alejarse sobre la calle.


Él era un idiota, pero por alguna razón, al verlo irse con las manos sobre sus bolsillos, se sintió mal, y una mezcla de sentimientos apareció en su pecho.
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