Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

jueves, 16 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 19 - {MARATÓN 5/7}


“Despedida de soltero”- 17 Años

Nunca me había pasado esto. Bueno, en realidad sí, pero no a este nivel.

Sin embargo, fue sólo ese gesto, levantar la mirada de su libro de historia para dejarme hipnotizada.

—Paula… ¿estás escuchando? —la voz de Pedro me sacó del limbo en que me hundieron sus ojos Marrones. Asentí repetidas veces para que me dejara en paz y yo pudiera seguir mirándolo. Hasta el día de hoy no me daba cuenta de lo hermoso que se veía con el ceño fruncido escarbando página tras página para hacer su tarea.

—Deberías estar haciendo tu tarea en vez de distraerte con mis ojos—dijo sin apartar la vista del libro. Él ya se había dado cuenta que sus “ojos Marrones” eran mi total y completa perdición, lo fueron desde niña y estoy segura que lo seguirán siendo por el resto de mi vida.

—Y tú leyendo en vez de estar pendiente de lo que haga y lo que no —le respondí, volviendo al tono arrogante y terco que utilizaba cuando estaba junto a él para que no se diera cuenta de lo estúpida que me dejaba con solo estar a mi lado.

—Paula… nos casaremos este fin de semana, podrías dejar de pelear al menos, ¿no lo crees? —replicó. Bufé sonoramente, por supuesto que sabía que nuestra boda sería este fin de semana, por eso estaba así: tan cambiante. Podía ser dulce y de repente enojona. Los nervios me comían viva.

—De acuerdo —no tenía caso resistirme, además, con la mirada de cachorro que tenía Pedro sería muy imposible negarme.

Estos últimos días él también lucía nervioso: cometía errores, tropezaba con sus propios pies e incluso reprobó en una prueba. El perfecto Pedro que hacía todo con una excelencia innata había desaprobado un examen, aunque eso no pareció importarle, algo lo tenía muy preocupado y estaba muy segura de que no era por la boda.

Iba a averiguarlo.

Llamé a Fatima para que fuera a la casa, ella llamó a Zai, y Zai a Abi. Después de media hora, estábamos las tres en mi habitación pensando qué podría tener tan afligido a Pedro.

— ¿Y si ya no se quiere casar? —postuló Fatima.

Una parte de mí se alarmó muchísimo, era la parte que ansiaba estar con Pedro.

— ¿En serio lo crees? —le preguntó Zaira.

Fatima lo pensó unos segundos y refunfuñó.

—Claro que no, pero era sólo una idea.

—Pues se aleja mucho de la realidad —agregó Abi.

Estuvimos mucho tiempo pensando y cuando oscureció, las chicas terminaron por ver Titanic en la televisión. Yo las observé mientras ellas le gritaban al capitán para que no chocara contra el iceberg, extrañaría formar parte de este grupo. No quería decir que dejaría de ser amiga de ellas, jamás me separaría de las mejores amigas que alguien podría desear, pero desde la próxima semana las cosas no sería lo mismo: ellas podrán tener novios y salir sin preocupaciones, mientras que yo estaré casada. Sin mencionar que cuando acabe el año sólo quedaremos Facundo y yo en la escuela. Crecer apestaba.

Eso me recordó el libro de Peter Pan que Pedro me regaló. Me levanté para buscarlo en mi estantería, pero no estaba. Pasé por al lado de las chicas, que ni siquiera notaron mi presencia ya que estaban ocupadas viendo como Jack besaba a Rose, y salí de la habitación.

Seguro se me había quedado en el cuarto de Pedro y había olvidado traerlo cuando me cambié.

Toqué la puerta un par de veces, pero nadie respondió. Entré de todas formas, las luces estaban apagadas, pero del baño se traslucía un débil resplandor. Y también se oía el sonido de la ducha.

Encendí la luz y comencé a buscar mi libro, tenía que estar por alguna parte. Revisé debajo de la cama, en los muebles, en el closet, en el velador e incluso en la mochila de Pedro. Y ésta última fue la que llamó mi atención.

Estaba llena de papeles arrugados y garabateados. Los estiré y una rabia enorme me invadió.

“Ella no te ama”

“Estarías mejor con otra”

“Es una idiota”

Los volví a arrugar y los tiré al suelo. Reconocía esa caligrafía: Katherine.

De pronto, el agua se cortó y escuché como Pedro cantaba una canción dentro del baño. Recogí los papeles y los guardé otra vez dentro de la mochila, el pomo de la puerta giró… corrí a toda prisa y me escondí dentro del closet, apretujada entre la ropa desordenada de Pedro.

Así que eso era lo que tenía tan nervioso a Pedro, que Katherine lo molestara. Pero sabía que había algo más, Katherine no causaba mucho daño, seguro había dicho o hecho algo peor.

Pedro salió envuelto en una toalla de la cintura para abajo y se sentó en la cama. Estuvo así por unos minutos, sin mover ningún músculo hasta que se levantó de golpe y comenzó a secarse. Lo veía a través de la puerta del closet que había quedado entreabierta. No podía creer que existiera algo tan esplendido en este mundo, pero dejé de espiarlo cuando se quitó la toalla.

Ya lo había visto desnudo, pero bajo los efectos de las hormonas. Ahora estaba completamente consciente.

—Sal de ahí, arrugarás mi ropa —dijo de repente. Era tan pésima escondiéndome como él.

Salí de mi escondite y para mi suerte al menos ya se había puesto sus boxes. Me tendió la mano para que me acercara a él y cuando se la di, tiró de mí y me abrazó con fuerza en su pecho.

— Pedro, ¿estás bien?

—Paula, te amo —lo soltó así, sin verlo venir. Esas palabras siempre me confundían, complicaban mis ideas y hacían que mi estómago burbujeara en mariposas.

Todas esas cosas enredadas, más las cartas que leía hicieron que las temibles palabras que nunca creí pronunciar salieran de mi boca sin pensarlo.

—Yo también Te Amo, Pedro.

Lo dije, inconscientemente, pero lo dije.

Me separé un poco de él para ver su expresión, tenía su mirada fija en mí, sin parpadear. Pero tenía una sonrisa, una ancha y hermosa sonrisa.

— ¿Lo dices en serio? —no me quedó de otra que asentir y aceptar su beso, tampoco podía negarlo, eso sería horrible.

Aunque no me alejaba de la verdad. De verdad las cosas que sentía por Pedro habían cambiado bastante, ¿por qué otro motivo sentiría celos cuando él se acercaba a otras chicas? ¿O por qué me preocupaba cuando él estaba mal y lucía decaído? Si eso no era amor, no sabía lo que era.

— Pedro, mejor vístete o te enfermarás otra vez.

—Te pongo nerviosa, a que es eso.

—No —le contesté casi en un murmuro.

—Entonces, ¿por qué estás sonrojada? —me tomó la mano y comenzó a acariciar mis dedos, como siempre lo hacía cuando se sentía culpable.

—Porque te dije que fe gabama —oculté las últimas palabras detrás de un juego de letras. Pedro besó mi mejilla y me volvió a abrazar.

—Yo también fe gamo, creo que eso ya lo sabes.

—Genial, entonces dime qué son esos papeles que tienes en la mochila.


(…)


Al otro día intenté calmarme, pero no pude. En el recreo salí rápido de la sala antes de que Facu me detuviera y fui a encarar a Katherine.

Ella estaba sentada en el jardín de la escuela con sus amigas. Caminé con seguridad hasta Katherine la golpeé en el ojo. Sus amigas comenzaron a gritar y alguien me agarró del brazo para alejarme.

— ¿Qué estás haciendo, Paula?

Era Xabiani. Me apartó de Katherine que lloriqueaba en el suelo.

—Golpearla, ¿acaso no me ves? ¡Es una maldita!

Xabiani entrecerró los ojos, confundido. Claro, él no sabía nada de lo que me había contado Pedro.

Katherine le envió esos papeles a Jorge, pero no se quedó tranquila con eso, como yo supuse. Conversó con él y le dijo que la única razón por la que se quería casar conmigo era por el dinero de mis padres.

Pedro repitió innumerables veces que él me amaba y que no lo hacía por conveniencia. Eso no era necesario decirlo, ya lo sabía desde hace mucho tiempo. Pero tampoco dejaría las cosas así, Zaira tenía que pagar por ser tan estúpida.

—Cálmate o crearás un alboroto —me dijo Xabiani. Le hice caso y me tranquilicé, Katherine no dejaba de llorar y podía notar como su ojos iba poniéndose morada.

Sonreí ante mi victoria. Que nunca más se le ocurriera volver a molestar a Pedro o para la otra le quebraría los dientes.

Entonces sentí eso de nuevo. Aquel sentimiento de posesión y calidez en mi pecho que tuve cuando miré a Jorge ayer leyendo su libro.

Definitivamente era amor. Y llegaba justo a tiempo para la boda de mañana.


(…)



Por la tarde Nicolás me llamó, estaba con Ruggero y Pablo al teléfono. Avisaron que irían a ver a Pedro esa noche y que se lo llevarían por unas cuantas horas, pero que lo regresarían listos y presentable para la boda.

No supe lo que se tramaban, así que llamé a las chicas para idear un plan.

—Es una despedida de soltero, ¿Qué más podría ser? —señaló Zaira. Fue como una iluminación, los chicos se lo llevarían de fiesta seguro a un club donde mujeres en poca ropa le bailarían por dinero.

No podía permitirlo.

—Entonces nosotras también tendremos una —les dije.

— ¿En serio? Deja que llame a los bailarines y consiga algo de cerveza —Abi se puso de pie y comenzó a marcar un número en su celular.

— ¡No, Abi! Iremos a espiarlos

—Ah, que aburrido

Reí ante su entusiasmo y las animé a que me acompañaran, pero ninguna quiso.

Al final terminé conduciendo sola por la autopista, de noche y perdida. Se habían llevado a Pedro hace una hora, pero no me rendiría, lo encontraría y me lo llevaría de vuelta a casa aunque sea tirando de su oreja. Ahora que por fin me daba cuenta de que su plan para enamorarme había funcionado, no lo dejaría vagar por la ciudad con bailarinas desnudistas, mucho menos con Nicolás a su lado.

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