Toda novela que es publicada en este blog son adaptaciones, nada me pertenece.
María

viernes, 31 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 28


“Acuerdo mutuo”-23 años

Los calcetines de Pedro eran un desastre, por más que le dijera que lavara él mismo su ropa, la dejaba desparramada en cualquier lugar de la casa y esta mañana había encontrado un par de sus calcetines dentro de la alacena.

—¡Pedro, llegarás tarde! —le grité. Era su primer día de trabajo y ya iba tarde. Le había contagiado el germen de la impuntualidad y eso no era bueno, porque Pedro era muy estricto consigo mismo cuando las cosas le salían mal.

—¡Pedro, despierta ahora o te llevaré a Nana! —en menos de un minuto se encontraba de camino a la cocina, aún medio dormido, en bóxer negros y descalzó. Ya no quedaba rastro del Pedro delgado de hace unos años, en cuanto entró a la Universidad se había obsesionado con el ejercicio, y a pesar de que lo dejó al mes, ahora comía saludablemente y salía a trotar todas las mañanas. 

Muchas veces me había invitado, pero no pudo convencerme de abandonar la comodidad de las sábanas hasta que un día mencionó a una tal “Melanie”, una chica de 19 años que corría junto a él por las mañanas y que estudiaba en la misma Universidad. Eso fue más que suficiente para que comprara un equipo deportivo y a las 6 de la mañana estuviera despierta y preparada para correr kilómetros con tal de alejar a esa arpía.

Sin embargo, mi plan no había funcionado muy bien. A los cinco minutos estaba exhausta y me faltaba el aire, Pedro cargó conmigo hasta la casa 

–Sólo habíamos corrido tres cuadras- y me dijo que si no quería, no corriera.

Supuse que después se dio cuenta del por qué lo había hecho y dejó de correr en las mañanas, para hacerlo en la tarde. A veces lo acompañaba, aunque yo iba e bicicleta a su lado.

Sabía que Pedro necesitaba levantarse temprano todas las mañanas porque al final nunca había aprendido a conducir bien un auto, el primer año de casados chocó dos autos y mi padre se aburrió de comprar un auto tras otro. Así que le ofreció una moto y con eso Pedro estuvo muy bien. Hasta que les dijo que estaba estudiando.

A mi padre casi le dio un ataque, consideraba que Pedro tenía mucho potencial y que no podía desperdiciarlo de esa manera. Él quería que Pedro se hiciera cargo del negocio de mi familia, aunque papá ya tenía a Lily que era más que suficiente para que el negocio prosperara.

Mamá no se lo había tomado tan mal, aunque podía notar que al igual que el resto, esperaba mucho más de Pedro. Anna, su madre, estaba feliz, si su hijo cumplía sus metas, eso era más que suficiente. Y yo, no podía estar más orgullosa de él, sabía que sería un excelente profesor.

Entró a la cocina y besó mi mejilla, me abrazó por la espalda y pegó su cuerpo al mío. Besó mi cuello como todas las mañanas y escondió su rostro en mi cabello, que ya lo tenía tan largo que me llegaba hasta la cintura.

—No me convencerás con eso, debes aprender a guardar tu ropa en un lugar decente —le regañé.

—Nadie los verá, además, yo no los dejé allí, fuiste tú.

—¿Cómo que fui yo…? —pero dejé la pregunta en el aire al recordarlo. La noche anterior habíamos tenido un arrebato y terminamos en el sofá, medio desnudos, y desde allí recorrí toda la casa en brazos de Pedro hasta llegar a nuestro cuarto.

Enrojecí como siempre, los años no compensaban lo abrumador que era el pensamiento de saber que me había acostado con Pedro, no importaba cuántas veces lo hubiéramos hecho o cuánta confianza tuviéramos, seguía siendo vergonzoso que lo dijera de esa manera tan natural.

—De acuerdo, esta vez lo dejaré pasar —dije finalmente. Él rio contra mi oído y mis rodillas temblaron. Era extraño, pero sentía que en vez de desencantarme con los años y el matrimonio, me enamoraba cada vez más de Pedro. Como el proceso inverso que sufrían las parejas. Y eso que llevábamos seis años juntos como esposos.

—¿Qué me harás de desayuno, amada mía, sol de mis días, sonrisas de…

—Jugo de naranja con tostadas —le interrumpí. Quedó en neutro, su rostro no tenía expresión. Sabía que esperaba algo más, pero él se había acabado todo el día anterior y sólo había dejado eso, y era muy temprano para ir de compras—. Tómalo o déjalo, esa es la cuestión.

—No me sermonees con Shakespeare —me dijo, estrechándome más contra sus brazos.

Fue a ducharse para el trabajo, aún no podía creer que Pedro al fin había terminado de estudiar y que por fin podría hacer lo que quisiera.

Le preparé el pobre desayuno, no era lo más digno para un día como ese, pero no había mucho porque habíamos olvidado hacer las compras.

Pedro salió y volvió a la cocina con una toalla amarrada a la cintura, con gotas de agua escurriéndola aún por el cuerpo. Lo miré de reojo, pero él se dio cuenta de todas formas, parecía haber desarrollado un súper ojo en estos años.

—Mira todo lo que quieras, Paula, todo lo que quieras… —no pude evitar reírme de él, el tono de voz seductor y a la vez cómico eran el detonante perfecto para creer que tendría un excelente día. Bueno, mientras estuviera con él, siempre sería excelente.

—No gracias, deja un poco para la noche o te gastarás muy fácil.

—¿Me acabas de decir fácil? —definitivamente estaba de buen humor.

Fue a vestirse en medio de risas y reclamos falsos, sin dejar de gritar que no podía creer que su esposa le hubiera dicho “fácil”. Cuando volvió, ya vestido y con el traje que había elegido para su primer día, desayunó rápido. Se notaba que estaba nervioso, aunque no quería demostrarlo.

—Listo, me voy, se hace tarde… —dijo apresurado, colocándose de pie y tomando unos cuantos libros que había ordenado la noche anterior—. Paula, podrías pasarte por la escuela en la tarde, quiero mostrarte algo.

—Seguro —le contesté con una sonrisa. 

Pedro había conseguido trabajo en una escuela pública, no era que no tuviera más ofertas, pero él lo prefirió así debido que había odiado todos los años en mi escuela, donde sentía que no encajaba, aunque para mí había sido lo contrario, yo lo veía perfecto para ese tipo de escuela y personas. 

Pero lo más tierno fue cuando le pregunté el por qué había vuelto a la escuela, después de que se marchó cuando se enfado conmigo, y me dijo que era porque no podía tener la consciencia limpia sabiendo que no estaba a mi lado.

A veces Pedro era muy romántico.

Y otras un completo idiota.

Aunque la mayoría de todas esas veces, después de que nos casamos y conocí su verdadero ser oculto, Pedro era un pervertido que malinterpretaba todo. Tenía suerte de que sólo bromeaba conmigo y con los chicos, no coqueteaba con nadie más que no fuera Nicolás.

Me besó en los labios, deteniéndose para abrazarme por la cintura y hacerme chocar contra su pecho. Nunca me cansaría de eso.

—Que tengas buen día, Pedro —lo besé por última vez y lo dejé ir para que no llegara tarde.

Salió y a los pocos minutos escuché cómo encendía su moto. Me dispuse a ordenar la casa antes de irme a trabajar. Ordené el sofá –el cual era un desastre después de lo de anoche-, lo sacudí y lo limpié a fondo, para que nadie sospechara nada. Barrí el piso y sacudí los muebles, hice la cama y guardé los platos en la alacena. No había mucho que hacer, sólo éramos nosotros dos. Sólo se ensuciaba más cuando Nicolás venía a cenar con Cande, o cuando Fatima y Xabiani –que habían terminado siendo novios y que ya llevaban un año juntos- nos visitaban. 

Miré la hora en un reloj blanco que colgaba en la pared, sobre el televisor, y me fui a vestir. 

Antes de salir de la casa, recordé sacar las llaves. Una vez se me olvidó y me quedé afuera todo el día, no pude entrar hasta que Pedro llegó de la Universidad.

Bajé los escalones de la entrada, el patio seguía tal cual como el primer día en que llegamos de nuestra luna de miel, con la pequeña diferencia que ahora había un árbol en un costado y rosas en la entrada. Abrí el bajo portón y lo cerré con llave también.

Caminé unos cinco pasos y llegué al trabajo. Era camarera en la pizzería que había al lado de la casa. Al chef, Don Donatello, un hombre gordo y de bigote negro italiano, le agradaba y no había dudado en darme un empleo en cuanto le pregunté. A Pedro no le gustaba mucho que trabajara como camarera, el lugar era cálido, cerca –muy cerca- de casa y Don Donatello era un jefe increíble, pero Pedro me decía que el único motivo para ponerme de camarera era porque Don Donatello creía que atraería clientela. Y en parte, no estaba muy segura, parecía que tenía razón, porque mi jefe me obligaba a quitarme el anillo de casada cuando trabajara.

Por eso Pedro odiaba mi trabajo.

Aunque para mí era completamente cómodo.

—¡Buenos días, Paula! —exclamó cuando entré a la pizzería—. ¿Cómo está Pedro?

—Hoy es su primer día de trabajo —le dije.

—Entonces les prepararé la mejor pizza del menú para esta noche —asentí con agradecimiento, no podía rechazarla y decirle que planeaba ir a otro lugar con Pedro. Además, las pizzas de Don Donatello eran las mejores que había probado en mi vida.

—Muchas gracias —pasé del mostrador y fui detrás de la cocina, donde guardaba el uniforme. 
En sí no era mucho, un delantal verde hasta la cintura y una blusa blanca que me hacía parecer la verdadera chef de la pizzería. Amarré mi cabello en una coleta alta y guardé una libreta y un lápiz en mi delantal, abriríamos a las ocho y sólo faltaban cinco minutos para otro día de trabajo.

(…)

—¡Iré a buscar a Pedro, Don Donatello, después regresaré por la pizza! —le grité a mi jefe y no esperé una respuesta por su parte, iba atrasada por diez minutos.

Mientras conducía a la escuela, me coloqué el anillo de casada para que a Pedro no le diera una rabieta, como siempre le sucedía que me veía sin el anillo.

No tardé ni 15 minutos en llegar, debían ser alrededor de las 6 de la tarde y el sol recién se ocultaba, era una agradable tarde de verano.

Vi la moto de Pedro estacionada en los sitios apartados para los maestros, no aparqué muy lejos y corrí a la entrada de la escuela. Había olvidado que era una primaria.

Ya no había niños en el patio ni en el pasillo, pero se sentía que ellos iban allí todos los días. Las paredes estaban plagadas de dibujos infantiles, las ventanas de las salas de clases tenía letras de colores y un gran diario mural se encontraba en la entrada de la escuela y tenía un mensaje de buena suerte para los niños en su año escolar.

Revisé sala por sala y por la mitad del pasillo encontré a Pedro sentado frente a un escritorio, ordenando unos papeles y unos libros.

—Maestro Alfonso, se le solicita para una cena con su esposa —le dije en tono profesional. Se volteó y sonrió al verme, me hizo una seña con la mano para que me acercara.

—Paula, te quería mostrar algo —me dijo, y recordé que en la mañana me había dicho lo mismo.

Caminé y observé el salón, era amarillo y damasco, en tonos pastel y ya tenía los típicos dibujos de niños de seis años en las paredes. 

Pedro me agarró del brazo y me hizo chocar contra él otra vez, pero no me besó, sino que me miró con intensidad y colocó su barbilla sobre mi cabeza, son una sonrisa.

—Mira este dibujo —dijo. Me entregó una hoja de papel y en él distinguí algo de color verde y naranja. Reconocí de inmediato a Peter Pan.

—Estás influenciando a los niños, Pedro —le regañé, pero se dio cuenta que sólo bromeaba.

—¿No te gustaría tener la casa llena de estos dibujos? —me preguntó, y de un momento a otro su voz había cambiado.

Iba a decirle que yo no dibujaba así, que no se burlara de mí. Pero caí en la cuenta de lo que en realidad me estaba preguntando. 

—Pedro… —balbuceé.

—No te digo que ahora, pero si nos proyectamos para unos años más…

—¡Por supuesto que sí! —le interrumpí. No reaccionó de inmediato, pero cuando comprendió que yo estaba de acuerdo, que sí quería y que ya me sentía preparada para tener un hijo, me abrazó efusivamente y enterró su rostro en mi cuello.

—¿En serio? —me preguntaba una y otra vez, sin creerlo, y yo le decía sin cansarme que sí y que tendría mil hijos con él.

—No puedo… en serio seremos una familia —dijo cuando se separó unos escasos centímetros de mí.

Lo besé sin darle tiempo de protestar. No me importaba limpiar las temperas y el desorden de los niños si cubrían la casa de dibujos. Estaba segura de que amaría contarles las aventuras de Peter Pan cada noche junto a Pedro.

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Disfruten Este Cap, Porque Los Proximos 2.. NO ADELANTO NADA, Solo una caja de Pañuelos En Sus Manos Mañana, DSAADSAS Me Retrase Lo Se Pero Esta Ocupada, Nose Que Comentar xD , Buenoooooooooo Ennnnnnnnn Fiiiiiiiinn

Espero que les Haya Gustado, Comenten Aca o En Mi Tw @LoveClariego 

Y Buenas Tardes/Noches!!

jueves, 30 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 27 -ESPECIAL



“Nicolás se casa”

Nicolás se colocó el esmoquin perfectamente confeccionado para él. La tela era suave, negra y de calidad. Era su día, era el momento de demostrarles a los demás que no era un impulsivo y que su matrimonio con Cande podía funcionar tan bien como lo estaba haciendo el de sus amigos.

Todavía estaba sentido con ellos, había pasado un mes y no se habían hablado. Sabía gracias a los chicos que Paula al fin había aprendido a cocinar y a tender una cama, y que Pedro preparaba todos los papeles para su admisión a la universidad, pero no les había dirigido si quiera una mirada hasta que se disculparan por desconfiar de él.

Subió al auto negro que lo esperaba fuera del apartamento en el que se encontraba. Se mudaría a Canterbury una vez casado, sus padres vivían en Londres y también se habían opuesto a esa boda. Incluso más que “Los Alfonso”.

Todo el trayecto se hizo insoportable. No era una fiesta tan grande como la de Pedro, ni siquiera le habían hecho despedida de solteros. Ni siquiera tenía más invitados que sus amigos, los cuales harían de testigos. En realidad, era una boda triste, una boda que nadie quería. Y eso le dolía a Nicolás, porque más que para demostrarle a los demás que podía ser responsable y dejar de ser el bufón del grupo, quería que ellos tuvieran en claro que se había enamorado de Cande.

Estaba molesto porque había pensado que Pedro lo entendería. Él le había contado que cuando tenía ocho años, la primera vez que vio a Paula con su cabello castaño y un vestido lila, se enamoró de ella y supo que su destino era estar con ella. No entendía por qué Pedro no quería aceptar que a él le había ocurrido lo mismo con Candelaria.

Se bajó del auto con las manos sudorosas, con la voz en un hilo y con la cabeza en otro sitio. Los nervios lo comían vivo, pero era valiente y el cariño que sentía por la chica pelirroja lo impulsaba a entrar al registro civil.

Habían acordado no casarse por la Iglesia, necesitaban invitados y eso era lo que menos tenían.

Entró al edificio y se encontró con Xabiani, Fatima, Ruggero, Abi, Pablo y Zaira esperándolo. Candelaria aún no llegaba y Nicolás sonrió que al menos mantenía la tradición.

La chica llegó luego de diez minutos, iba con un vestido blanco floreado hasta las rodillas, perfecto para un día de verano. Nicolás le tendió la mano y ella la sostuvo, estaban listos, se casarían aunque el mundo entero se viniera abajo.

Procedieron a leer los documentos y presentar a los novios y a los testigos. Era una ceremonia bastante más vulgar y corriente que en una Iglesia o en algún sitio arreglado para una boda, pero a pesar de que Nicolás tenía la condición social para haber optado a más, no lo hizo porque Candelaria se lo pidió.

El juez los casó después del papeleo, los hizo firmar y legalmente Cande había pasado a ser una Garnier. Los chicos se acercaron a felicitarlos con abrazos, algo incómodos por la ausencia de sus otros dos amigos y por la precipitada decisión de su amigo.

Ruggero pensaba que sólo era un capricho más de Nicolás, a veces hacía cosas estúpidas sin pensar en las consecuencias, así que no se asustó demasiado con su compromiso. Facu no lo conocía tan bien como Ruggero, así que se decía que Nico sabía lo que hacia. Pero Xabiani estaba horrorizado, temblando del miedo de que Louis se divorciara al día siguiente y se decepcionara y frustrara. 

Sin embargo, Nicolas parecía estar en una nube de cristal, volaba con una sonrisa sujeto de la delicada mano de Cande, pero parecía que en cualquier momento el encanto se podía quebrar.

Cuando salieron del registro civil en silencio, se detuvieron de golpe. Frente a la acera, una pareja los esperaba e iban vestidos para la ocasión.

—Creí que no aceptaban todo esto —les gruñó Nicolás, con cierto dolor en la voz.

—Es verdad, pero eres mi mejor amigo y amante, ¿en serio creíste que faltaría a tu gran día? —Nicolás sonrió de inmediato al escuchar las palabras de Pedro y Cande lo dejó correr a abrazar a Pedro.

Cuando se separaron, Nicolás le dio un efusivo abrazo a Paula también, ella se disculpó por lo que le había dicho cuando le anunció que se casaría y le dijo que ella lo apoyaría en todo, por más alocado y absurdo que fuera.

Después, Paula fue a felicitar a Cande y le advirtió que a la que hiciera sufrir a su amigo, la tiraría por la escalera.

Cada pareja se fue en un auto a un restaurant donde habían hecho una reservación para la celebración. Tuvieron que agregar tres puestos más, ya que a la media hora llegó Facundo con una guitarra y se puso a cantar una serenata para la feliz pareja.

Mientras comían, Pedro no pudo evitar preguntar:

—Nicolás, en serio ¿Por qué esta boda tan precipitada?

—Tú te casaste en tres meses, y yo en uno, no veo la diferencia, ambas bodas fueron precipitadas.

—Ya, pero yo tuve que esperar diez años para declararme —Nicolás guardó silencio, era un buen argumento que no podía discutir.

—La verdadera razón… —los interrumpió Cande—… es que Nicolás será padre.

Pedro escupió su jugo, Ruggero se atoró con la comida, Paula abrió la boca, Xabiani gritó un gran ¡¿Qué?!, Zaira los miró sorprendida, Abi no podía creerlo, Lodo casi muere ahogada con un trozo de carne y Facundo exclamó con felicidad:

—¡Lo sabía!

Todos pasaron de Cande, a su estómago y luego al rostro de Nicolás, quien había empalidecido como una cala.

—Espera… ¡¿QUÉ, YO PADRE?!

Parecía que en cualquier momento se iba a desmayar, hasta que Paula estalló en carcajadas y luego Cande.

—Te acabas de casar Nicolás, ¿en serio un hijo te parece “imposible”?

—¡No estoy listo! ¡Pido el divorcio! —comenzó a chillar. Pero Cande seguía riendo y todos fijaron su atención en ella.

—No puedo creer que cayeran… —decía entre una carcajada y otra—. Nicolás no serás padre, deja de hacer escándalo, y ustedes… —les dijo al resto, apuntándolos con el dedo—… No sean tan ingenuos, ¿sí?

—Bueno… —le dijo Pedro  a Paula mientras los demás comprendían la broma y Nicolás salía del susto bajo la risa de Cande, que no podía soportar las carcajadas—. Al menos sabemos que son tal para cual, un par de niños sin niñera.

Y Paula , no pudo estar más de acuerdo.

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JAJJAJA Dioss Son Dos niños Nico y Cande, Se Creyeron Que Iban A Ser Padres Ellos 2 ? Adsas Subi Tarde porque no se que le pasa al internet, que se me va cada 2 minutos, Pero Buenoo Aca LeS Dejo El Cap, Ennnnnnnnnnn Fiiiiiiiiiiinn

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Y Buenas Tarde c:

miércoles, 29 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 26


- "¡¿Ustedes qué?!"

Al bajarnos del avión, sostuve con fuerza la mano de Paula. Estábamos de vuelta en Inglaterra, desde ese momento comenzaría nuestra vida juntos.

Cuando salimos, un grupo de personas con carteles coloridos nos esperaban, allí vimos a Nicolás, Ruggero, “Pablo”, Xabiani, Facundo, las chicas, mi madre, mis suegros y Holly. Corrimos juntos a abrazarlos, sin soltarnos de las manos. 

—¡Ya están aquí! —nos gritó Holly—. ¡Van amar la sorpresa!

—¡Holly! —gritaron todos al mismo tiempo.

Paula y yo nos miramos y reímos, estábamos de vuelta en casa.

Tuvimos que irnos en dos autos separados porque eran demasiadas personas. Sin embargo, cuando entrábamos a los límites de Canterbury, Holly comenzó a desesperarse y a verse muy ansiosa. Ruggero la regañaba y le decía que no servía para guardar secretos.

Estaban todos muy raros, ocultando algo. Y recordé que Nico había mencionado en la luna de miel que nos tenían algo preparado.

—Esperen, la casa queda por la otra calle —dijo Paula de pronto. Miré por la ventana y le di la razón, habíamos tomado la otra calle en la intersección, que nos dirigía al centro de la ciudad. 

Nos detuvimos frente a un edificio, al frente había un parque y los edificios vecinos eran una tienda y una pizzería. Aunque este parecía sin habitantes, pero con un jardín muy bien cuidado.

—¿Qué es esto? —les pregunté.

—¡Sorpresa! —exclamaron todos a coro. Paula me apretó el brazo y me miró profundamente, estaba pensando lo mismo que yo.

—¿Nos… regalan una casa? —pregunté aturdido.

—Sólo para ustedes, para que hagan todas sus perversiones con intimidad…

—¡Nicolás, no quería saber eso! ¡Podía vivir sin esa imagen en mi mente! —le reprendió Holly.

Le dediqué una mirada amenazadora a Nicolás, para que se callara y no metiera la pata. Pero terminamos riéndonos.

Entramos y tenían todo preparado. Había muebles, las paredes pintadas, decoración, de todo. Incluso ya habían mudado a Nana y a Asesino, que se miraban celosamente cada uno desde un ángulo de la casa.

—Gracias, está… no sé cómo describirlo… —suspiró Paula. Seguíamos sin soltarnos de las manos.

De a poco se fueron despidiendo, para que nos adaptáramos a nuestro nuevo hogar. Ruggero prometió venir a visitarnos mañana, Xabiani vendría en la noche a dejarnos unas cosas que nos compró y Pablo tenía una cita con Zaira.

Todos se marcharon, menos Nicolás y Cande.

—¿Qué sucede? —le preguntó Paula a Nicolás, lo conocía mejor que yo, a pesar de que bromeáramos todo el tiempo. Se veía distraído y pensador, al igual que en las islas. Algo bueno no podía ser, se veía muy asustado.

—Les quiero anunciar algo —nos dijo.

—¡Oh, mira qué hora es! Hora de irnos —le espetó Cande. Paula los miró con detenimiento, analizando cada movimiento y gesto de sus amigos.

Al final, Candelaria arrastró a Nicolás y se lo llevó. Paula me miró y negó con la cabeza, en señal de que no quería hablar del tema.

Revisamos la casa de arriba abajo, era de dos pisos y muy espaciosa, tenía cinco cuartos cuando nosotros sólo utilizaríamos uno.

—Tal vez para las visitas —le dije a mi esposa.

—Tal vez para nuestros hijos, idiota. Mamá quiere nietos de inmediato —bufó. Me reí de ella y le contagié la risa, era absurdo. Yo amaba a Paula, pero no estábamos preparados todavía—. Por favor, dime que nos reímos de lo mismo, porque no quiero tener hijos aún.

—No te preocupes, estamos en la misma sintonía —me besó y acarició mi cabello, últimamente le gustaba mucho hacer eso.

La cama era cómoda, pero no hicimos “nada”. El viaje nos tenía agotados y además, tenía ganas de dormir abrazado a Paula como antes de casarnos, sólo por el simple hecho de sentirla a mi lado, de saber que era mía durante esa noche y que nadie más en el mundo la podía tener de esa manera. 

Al día siguiente, no teníamos nada que hacer. Nuestros padres se habían encargado de mudar todas nuestras cosas a la casa nueva, todo estaba ordenado y lo único en que gastamos tiempo fue en desempacar. Paula estaba de vacaciones y a mí ya me habían aceptado en la Universidad. 

Hasta que llegó Nicolás de nuevo. Debían ser las once de la mañana, Paula no sabía cocinar, pero trataba de hacer algo decente para el desayuno mientras yo colocaba la mesa cuando el timbre sonó.

Otra vez lo acompañaba Cande, y tenía las mejillas enrojecidas y el ceño fruncido. Nicolás la obligó a entrar.

—¡¿Quién es, Pedro?! —gritó Paula desde la cocina. Salió de allí no se sorprendió de ver a Nicolás y a Cande

—Paula, Pedro, les queremos decir algo… —comenzó a decir Nicolás.

—Por favor, dime que tus impulsos no te dominaron —Paula parecía saber lo que iba a decir Nicolás, pero en cambio yo, no tenía la más mínima idea.

—Demasiado tarde para advertirnos —nos dijo Cande, mostrando su mano y un anillo.

Un anillo.

¡Era un anillo de compromiso!

—¡Nicolás, ¿qué hiciste?! —le grité, estaba pasmado, de todas las locuras que Nicolás había hecho, esta era la peor.

—Lo mismo que ustedes —me respondió de mala gana. Paula no decía nada, pero parecía pensar mucho la situación.

—¿Cuándo ocurrió? —preguntó al fin.

—Antes de que se fueran de luna de miel —le contestó Cande.

—¡Tres semanas, Nico, no puedes casarte con alguien que conoces desde hace tres semanas! —volví a exclamar. No podía creerlo, era absurdo, él no podía casarse.

—Tiempo suficiente para enamorarse, ¿no? Acaso Paula no se enamoró de ti en tres meses —me recriminó. Iba a decirle algo, un millón de insultos, pero Paula me detuvo a tiempo.

—Primero, conozco a Pedro desde los ocho años, segundo, me gusta desde los 14 —eso no lo sabía, ¿Le gustaba a Paula desde los 14? —. Y tercero, ¿No será que alguien sólo se sentía abandonado o celoso?

Nicolás se mordió el labio y bajó la mirada.

—No me importa lo que digan, me casaré en un mes con Cande, les guste o no. Sólo se los quise decir primero porque son mis mejores amigos, y tú mi amante —me apuntó con el dedo—, y también para pedirles si Paula quería ser la dama de honor, pero si están así, mejor se lo pediré a Abi.

Se fue dando un portazo, pero se devolvió y tomó de la mano a Cande, a quién había olvidado en su momento de rabia.

Ya solos, Paula y yo nos quedamos en silencio, sin saber qué decir.

Paula conocía a Nicolás, y sabía que cuando una idea se le metía en la cabeza, no había persona en este mundo que lo convenciera de lo contrario, así que nos gustara o no, asistiríamos a una boda muy pronto.

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saad SE NOS CASA NICOLASSS!!, Que Loco Noo? hahaha, Bueno Cada Vez Menos Para La Final :'c, Pero como todos saben Yo Antes Habia Echo Una Votacion Entre Los Prologos, Este fue el que tuvo mas Votos, y Los Demas Tambien, Osea el Que MAS Votos Tuve - Sacando esta Novela- Sera La Siguiente Novela.. Dentro de Poco La Publicare Aca Mismo c:, Ennnnnnn Fiiiiiiiiinn

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y Buenas Tardes c:

martes, 28 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 25


“Luna de fresas”-18 años.


Nicolás se marchó después de tres días, dijo que, más que nada, había ido allí porque tenía muchas cosas que pensar y que la ciudad ni sus padres le dejaban en paz, además quería pasar tiempo con nosotros antes de que nos encontráramos con una sorpresa que nos habían preparado para cuando volviéramos a Argentina y que todo quedara patas para arriba. La verdad es que lo había visto muy distraído el poco tiempo que estuvo aquí, parecía en otro planeta y a veces lo veía muy concentrado pensando. Algo se tramaba, y por lo que vi, era algo que no les agradaría a sus padres.

Las dos semanas de luna de miel pasaron rápido, en un abrir y cerrar de ojos ya nos quedaban dos días para volver y en realidad no quería, ya que eso significaría regresar al trabajo, dar el examen de admisión para la universidad y comunicarle a mi madre lo que quería estudiar finalmente. Sabía que mamá y Paula me apoyarían, pero mis suegros… tenían muchas expectativas de mí y eran como mis segundos padres.

Le aparté un mechón de cabello a Paula del rostro, siempre tenía el cabello cubriéndole los ojos y eso a veces me molestaba, no me dejaba verla en todo su esplendor. Aunque también era una buena excusa para acercarme a ella.

—Paula, despierta, hay examen de matemática —le susurré al oído.

Se despertó de golpe y miró a todos lados, seguramente buscando a la maestra.

—¡Dios, no estudié, qué hago, voy a reprobar! —exclamó al borde de perder los nervios. Luego enfocó mejor la vista y se dio cuenta que seguíamos en el Caribe, de luna de miel y que aparte eran vacaciones. Me dedicó una mirada asesina y salí corriendo de allí, estábamos en una hamaca colgada entre dos palmeras, en plena playa tropical.

La arena era blanca y el mar tan celeste como el cielo, corrí a través de ese fantástico paisaje sin mirar atrás, sabía de antemano que Paula buscaría venganza por haberla asustado así. 

No había muchos turistas por allí, hoy había un recorrido en canoas por las orillas del mar y la mayoría había ido allí. Así que aprovechamos el día para disfrutar de la playa sólo para nosotros, aunque Paula se había quedado dormida nada más recostarse en la hamaca. 

De pronto, Paula se lanzó sobre mí y ambos caímos. Rodamos por la arena hasta llegar a la orilla del mar, nos mojamos un poco y en cuanto reaccioné, Paula me tenía acorralado entre sus brazos.

—De aquí no te escapas, Pepe —sonreí al escuchar el apodo que me había puesto.

La miré con intensidad, esperando ponerla nerviosa, pero había olvidado algo: desde nuestra primera vez parecía que ya nada le avergonzaba, y eso era una desventaja para mí, que no podría molestarla por más tiempo.

—Bueno, ya que no puedo escaparme, qué tal si hacemos algo —levantó una ceja y me observó sugerente, esperando mis palabras—. Sabes… siempre me pregunté cómo sería hacerlo en la playa…

—¡No, Pedro, ni siquiera lo imagines! —se levantó de un salto y comenzó a caminar en cualquier dirección con tal de alejarse de mí, sabía que aún le molestaba que me refiriera a tener relaciones en público como si nada, era el único punto a mi favor que tenía.

Me coloqué de pie y fui tras ella, cuando la alcancé la sujete del brazo y la atraje hacia mí.

—Estaba bromeando, aunque admito que me encanta verte así —le dije mientras la abrazaba y me reía se su rostro. Tenía las mejillas infladas y enrojecidas, como cuando era niña y hacia escándalos por comer galletas.

—Alguien te podría oír, Pedro —me dijo, acercándose a mí.

—Sí, claro. Las toallas y las palmeras son tan chismosas —me golpeó el brazo y me abrazó en seguida. Paula se había puesto muy cariñosa y tierna, nunca en mi vida la había imaginado así. 
A pesar de continuar con nuestras peleas habituales, era extraño tenerla sólo para mí. Aún no cabía en la felicidad de saber que no sufriría más pensando que ella llegaría a casa de la mano de cualquier chico para presentarlo como su novio, o pelearme con ella y estar meses sin hablarnos. Ahora tenía la certeza que cuando me fuera a acostar por las noches, no me torturaría pensando qué se sentiría besarla o haberle confesado que la amaba, porque ya era mi esposa y nada podía hacerme más feliz que eso.

—Pedro, tengo hambre. Vamos al hotel a almorzar —me sugirió.

—No, yo quería ir contigo detrás de esas palmeras que hay por allí, ya sabes, para hacer… —me fulminó con la mirada y me callé, al parecer seguía un poco molesta con lo de la broma y lo de mencionar cosas relacionadas con hacerlo.

—Eres un pervertido, un pervertido que es mi esposo —me agarró del cuello y me besó con una sonrisa. Nos fundimos el uno en el otro por unos minutos, al separarnos, ella chocó su nariz con la mía y me miró directo a los ojos—. Y así como el pervertido que eres, me gustas.

—Ya lo sabía —me jacté, pero ella fingió molestarse y salió corriendo mientras gritaba:

—¡Si me alcanzas antes de que llegue al hotel, te prepararé una sorpresa! —tardé un poco en asimilar sus palabras, pero le ordené a mi piernas a correr a toda velocidad en cuanto me di cuenta de que esa sorpresa podría ser lo que estuve sugiriendo todo ese rato.

(…)

—No me has alcanzado, creo que gané —se burló Paula. Su cabello castaño se alborotó cuando una corriente de aire cálido pasó y cubrió su rostro.

—La naturaleza se venga de ti —le dije, apartando el pelo. Cuando su rostro quedó descubierto, la besé en los labios y por una fracción de segundos creí que me daría un ataque o algo. Fue suave, silencioso y tan dulce como volar sobre nubes de azúcar, cada minuto que pasaba junto a ella, me convencía más de haber tomado la decisión correcta.

—Pedro, sigo teniendo hambre —susurró cuando me aparté unos milímetros de sus labios.

—Ve al cuarto, yo pediré algo.

Subió a la habitación y yo fui a recepción. Pedí un carrito con champagne, fresas, crema y chocolate. Me dijeron que estaría en mi habitación en diez minutos, así que subí en seguida para esperar junto a Paula.

Al entrar, Paula veía televisión calmadamente. Cambiaba de canales una y otra vez, sin decidirse por uno.

—¿Qué tienes ganas de ver? —me preguntó.

—No lo sé, tal vez una película romántica —me miró incrédula. La mirada que me dedicó parecía decirlo todo: “¿Estás bromeando?”

—Odio esa clase de películas, lo sabes —espetó.

—Sí, lo sé. Pero también me odiabas a mí, y mira como estamos ahora —me acosté a su lado y la atraje hacia mí de su cintura—. Casados, en una cama compartida, en nuestra luna de miel, a punto de tener sexo…

—No inventes cosas que no suceden, Alfonso —me interrumpió divertida.

—Lo último no lo estoy inventando —susurré contra su cuello. Cuando comencé a besar su piel, tocaron la puerta y maldije para mis adentros al recordar las fresas.

Me levanté de prisa y recibí a la persona que me llevaba el carrito. Era una chica castaña que sonrió al verme, parecía una cualquiera. Estaba tan acelerado y con la sangre hirviendo, que prácticamente le lancé la propina y la ignoré, cerrando la puerta con seguro y llevando el carrito con comida al lado de la cama.

—Fresas —se limitó a decir Paula.

—Con chocolate —añadí y eso cambió su actitud. Paula amaba el chocolate tanto como las galletas o a Nana.

Se puso de pie y se acercó al carrito. Tomó una fresa y la sumergió hasta la mitad en la fuente de chocolate, al sacarla, éste comenzó a endurecerse.

—Abre la boca —me ordenó. Me empujó contra la cama y me obligó a sentarme. Ella se sentó sobre mí y acercó la fresa a mis labios—. Vamos, Pedro. No está envenenada.

La probé y saboreé el dulce y amargo sabor de la fruta con el chocolate, Paula sonreía como nunca. De pronto, mientras seguía masticando, me besó el cuello al mismo tiempo que desabrochaba mi camisa hawaiana.

—Te daré la sorpresa de todas formas —murmuró encogiéndose de hombros. Terminé de comer la fresa y la empujé contra la almohada.

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Y Les Corte La Mejor Parte Noo?? ahaha xD, Nose Ustedes Pero Yo me mate de la risa, Sigo Sin Palabras :ccc

Espero que les Haya Gustado, Comente aca O En Mi Tw @LoveClariego 

y Buenas Tardess 

lunes, 27 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 24


"Horas, no minutos"-18 años


Dejé que Nicolas y Paula siguieran de amigos en la piscina, en cuanto a mí, fui directo al bar del hotel y pedí el trago más fuerte que tuvieran. Escoció mi garganta como si me estuvieran fusilando en ese preciso momento, pero no era nada comparado con la vergüenza que sentía.

Se suponía que era mi luna de miel con Paula, no entendía por qué Nicolas tuvo que venir a arruinarlo todo. Era mi amigo, gracioso y un chico estupendo, pero no era el momento más adecuado para venir a “animar las noches”, de eso me podía encargar yo sin la ayuda de nadie.

De pronto, mientras bebía, sentí una mano delicada en mi hombro. Supe de inmediato que no era Paula, ella sólo iba y me gritaba, o me golpeaba en el hombro o cualquier tipo de cosa infantil que por más años que pasáramos juntos, nunca dejaría de hacer como si fuéramos los mismos niños de ocho años.

Giré mi cabeza lentamente y me encontré con una chica rubia, más o menos de la misma estatura que Paula, pero con unos ojos azules muy profundos y bonitos. Sin embargo, era muy femenina y seductora, no tenía la gracia y simpatía que desbordaba mi esposa.

—¿Qué hace un chico como tú bebiendo a estas horas? ¿Quieres que te acompañe? —debía tener más de veinte años, se le notaba en la mirada y en la voz. Además, parecía dispuesta a todo por que la invitara una copa.

No me apetecía hablar con ella, pero tampoco estar solo bebiendo como un condenado horas después de bajarme de un avión, así que no reclamé cuando ella se sentó en la silla que estaba a mi lado.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó. Me miraba de arriba abajo, analizando la ropa cara que la madre de Paula me había regalado para el viaje. Seguro pensaba que era su día de suerte.

—Alex —mentí—. Alex Muzlera.

Muzlera era el segundo apellido de Pau, no creía que se enojara si tomaba prestado su apellido para burlarme de una cualquiera por unos minutos. Estaba seguro que si fuera por Paula, me hubiese regalado encantada toda su identidad, le fascinaban este tipo de bromas.

—Yo soy Paulina Smith —traté de disimular mi asombro lo mejor que pude, a veces para esas cosas era bastante bueno, para ocultar mis sentimientos.

Me dijo su nombre sin habérselo preguntado, y de saber que se llamaba Paulina, tampoco lo hubiera hecho. ¿Acaso era posible que se tuviera tantas similitudes con Paula?

—¿No eres de aquí, Alex?

—No, soy de Australia —cada vez se acercaba más hacia mí y recargaba todo su pecho sobre el mesón del bar, su escote resistía todo lo que podía por no reventar frente a mí.

—Yo soy de Inglaterra, de Londres —comencé a odiarla tan rápido como hablaba. Me contaba cosas que no preguntaba y eso era desagradable.

Entonces, cerca de la entrada al bar, divisé la melena de Paula. Ya no estaba con Nicolas y parecía algo perdida, seguramente no sabiendo a dónde ir o qué hacer.

Deseé que dejara de lucir como una niña extraviada para que me fuera a rescatar de esa bruja que tenía a mi lado, que se las arreglaba para seguir hablando de sí misma sabiendo que no la estaba escuchando. Pero Paula no era así, ella era una chica todavía.

Y no sabía si amar u odiar esa parte de ella.

Finalmente, me vio. Y agradecí la distancia que nos separaba, porque pareció que un aura oscura la rodeó de repente y que todo su rostro se ponía pálido. Ni siquiera esperó o esquivó a las personas que se le cruzaban, caminó a toda prisa y con decisión hacia mí. Le sonreí como nunca cuando estuvo lo suficientemente cerca como para distinguir las expresiones de mi rostro, le dediqué la sonrisa más inocente y a la vez burlona del mundo. No planeé causarle celos, pero era una pequeña venganza por lo de Nicolas.

—¡Pedro, cariño, te estaba buscando! —exclamó. Paulina se dio vuelta a mirarla y se tapo la boca para reírse de Paula.

Eso no me lo esperaba, Paula tampoco. Pero me enfadó muchísimo.

Se había burlado del vestido floreado de Paula, del mismo vestido floreado que yo elegí para ella.

—No admiten niños en el bar, ¿por qué no te vas a buscar a tus padres en la piscina? —le dijo a Paula.

—¿Y por qué no te vas a ahogar en ella? —le interrumpí. Me miró incrédula y muy ofendida, seguro nadie en su vida se había resistido a sus encantos. Lástima que yo tenía ojos para una sola chica cuyo nombre comenzaba con P. Y Paulina no era ese.

—Chico malo, me agrada —dijo Paula. Ambos no reímos de sus palabras y ella se apoyó en mi hombro para no caerse de tanto reír.

Paulina no parecía entender que sucedía.

—Alex, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué te dijo “Pedro”?

—Lo siento, es que está un poco loca y cree que soy la rencarnación de Harry Potter —Paula aguantaba las ganas de volver a reírse, pero en cambio, me siguió el juego.

—¡Harry, muéstrame tu varita! —y no pudimos más. (no tiene esto sentido pero, emm no se que hacer aqui, no recorde ningun otro mago llamado Pedro, lo siento xD sigan)

Al final Paulina se fue indignada y un camarero nos echó del bar. Nuestras carcajadas se oían por toda la isla. Admitía que el alcohol que bebí hizo su parte para decir tantas tonterías juntas, pero fue más el saber que Paula se burlaba conmigo de esa chica lo que me hizo feliz. No estaba enojada y se lo había tomado con humor.

A veces era buena la versión infantil de ella.

—Así que… Alex, ¿quién era ella? —me preguntó de todas formas después de que el camarero nos echara y nos prohibiera volver al bar.

—Paulina—le dije como si nada. Comencé a caminar hasta llegar al ascensor, Paula me siguió el paso y me tomó de la mano. Acaricié sus dedos, disculpándome por lo sucedido en el bar, y ella hizo lo mismo, cosa que interpreté por lo ocurrido con Nicolas.

Las puertas del ascensor se abrieron y subimos a nuestro cuarto, que estaba en el octavo piso.

—¿Y de dónde salió esa tal Paulina? —insistió con el tema. Tal vez si estaba celosa, podía notar cierto brillo en sus ojos y no eran de felicidad.

—No lo sé, si me lo preguntas así, la verdad es que tampoco me interesa.

Eso no pareció convencerla, pero no dijo nada hasta que nos bajamos del ascensor y estuvimos dentro de nuestro cuarto.

—¿Y Nico? —inquirí cuando lo recordé.

—Oh, se fue a su hotel.

—¿No está aquí? —eso no me lo esperaba.

—Claro que no, dijo que por más que quisiera, no podría dormir sabiendo que sus amigos estarían disfrutando de su luna de miel a metros de su habitación, así que se hospedo en otro. Además, vino con una chica.

Y sabía a quien se refería, era Laura, la chica con la que fue a la boda. Nicolas siempre fue acelerado en las relaciones, varias veces estuvo a punto de pedirle de rodillas matrimonio a cinco chicas en un año creyendo que eran su verdadero amor. Sólo esperaba que no ocurriera lo de años anteriores: Que sacara su lado infantil demasiado pronto, eso asustaba un poco a las chicas.

—Bien por nosotros —dije. Nos acostamos en la cama, tenía todo ordenado y no teníamos nada planeado para hoy, las actividades y esas cosas comenzarían mañana, y la verdad, estaba bastante nervioso.

Encendimos la televisión, pero pronto dejamos de prestarle atención. La tensión y la incomodidad eran latentes, quería muchísimo acercarme a ella, pero tenía miedo.

—Pedro… pediré algo para comer, ¿ok? —asentí cuando rompió el silencio, se levantó y pidió el servicio a la habitación.

Después de diez minutos, nos dejaron una bandeja con comida suficiente para una semana. Lo primero que vi fue el vino, no acostumbraba a beber, pero los nervios podían conmigo.

Paula también bebió, lo que me sorprendió, ya que ella no lo hacia desde que nos emborrachamos en el campamento. O al menos no de esa forma, bebió tanto como yo y terminamos tirados sobre la cama partiéndonos de la risa.

—¡Alex, ¿tú sabías que estoy casada? —decía con una voz somnolienta y embriagante, como si estuviera a punto de dormirse.

—No, ¿con quién te casaste? —le pregunté, sabiendo que se refería a mí.

—Con un chico, tiene muchos rizos, demasiados. A veces creo que su cabeza no aguantara tantos rizos y un día de estos ¡Bum! Explotara —me dedicó una sonrisa y se colocó sobre mí, me abrazó y reposó su cabeza en mi pecho.

—Debe ser muy feo —le dije, casi perdiendo el conocimiento.

—No lo es, pero tú me recuerdas a él, ¿sabías, Alex? Tu voz, es muy parecida… —por un momento pensé que se había quedado dormida, no se movió ni volvió a hablar por varios minutos, y se quedó allí acostada sobre mí.

Hasta que se removió y susurró bien bajo:

—¿Alex, quieres ser mi amante? Pero no se lo diremos a Pedro, o te mataría.

Me hizo mucha gracia que me dijera eso, su voz sonaba como si estuviera en una misión secreta y mientras lo dijo se había encargado de desabrochar el cinturón de mi pantalón.

Si hubiera estado sobrio, me habría dado vergüenza, como esa vez que estuvimos a punto de hacerlo pero se cortó la luz. A pesar de no tenerla en esos momentos, la detuve, no dejé que me quitara los pantalones.

—No, no quiero ser tu amante.

—Como quieras, porque yo tengo a Pedro.

—No creo que quiera nada contigo después de que le diga que quisiste ser mi amante —enarcó las cejas y se acomodó hasta quedar con sus labios rozando los míos.

—Yo creo que eso no le importará.

—¿Cómo estás tan segu… —y tuve que dejar las palabras al aire, porque sus manos en mi entrepierna y sus labios en boca fueron suficientes para callarme.

Podría estar ebrio hasta confundir mi nombre y pensar que de verdad era ese tal Alex, pero lo que sucedió después jamás lo olvidaría. Por más deseos que tuviera que fuera un momento dulce y especial para Paula, ella parecía tener otros planes. Y no iba a discutir con mi esposa tan pronto, por supuesto que no.

Después de un rato, me puse hombre y tomé las riendas de la situación. Lo haríamos, lo íbamos a hacer, tener sexo por primera vez.

Sin dejar de besarla, me impulsé y quedé sobre ella. Después las cosas sucedieron muy rápido: en minutos nuestra ropa estaba desparramada por cualquier lugar de la habitación y yo tenía a Paula bajo mi poder, gimiendo en mi oído y rasguñando mi espalda.

Mi estómago iba a explotar, lo sabía. No podía detenerme por más que quisiera, la bomba de tiempo que tenía en mi interior pedía a gritos más movimiento, y también –aunque más bajo, susurrando contra mi oído- Paula.

Hasta que lo sentí. Ese glorioso momento en que grité y supe que lo estaba haciendo con ella, sin protección ni nada sólo porque ya teníamos el derecho de hacerlo como quisiéramos, cuando quisiéramos y donde se nos diera la gana.

Fue como despertar de un limbo, ya que al darme cuenta, la habitación parecía muy ruidosa y estrecha, como si hubiésemos estado encerrados durante horas.

Miré a Paula a los ojos y me di cuenta de que el efecto del alcohol había desaparecido hace bastante rato, tenía los ojos vidriosos pero sonreía igual. Enterró su rostro contra mi cuello y se quedó así, respirando contra mi piel sin mover ningún músculo.

—Creo que debimos casarnos hace años —me dijo de pronto.

No evitamos reírnos. Noté que las sábanas estaban húmedas y pegajosas, pero no me dio asco.

—Entonces agradezcamos habernos casado tan pronto —añadí.

—¿Qué hora es?

—Son las… —observé el reloj que estaba colgado en la pared, mas creí que estaba malo. Hasta que miré por la ventana –olvidamos correr las cortinas- y me di cuenta de que en realidad no estaba averiado—… Son las ocho.

Paula se separó un poco y me miró algo dudosa.

—¿A qué hora subimos aquí?

La verdad, no lo sabía. Sin embargo, cuando subimos el sol aún alumbraba bastante.

Así que nos quedamos en silencio durante largo tiempo, sin saber que decir. Estaba asombrado, algo que pareció haber ocurrido en un minuto, al parecer demoró unas cuantas horas.

Nada mal, Alfonso. Nada mal.

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Holaaaa!!! asdsads Estoy TAN Contentaa, Quien de ustedes Ve Avenida Brasil o Pulseras Rojas? ccccc:, Bueno Voviendo A La Realidad ahha xD, Estoy Loca Lose, dasd Les gusto el cap? Ami Sepp, Y Buenooo Nose Que Mas Decir dasdfsa, Ennnnnnnn Fiiiiiiiiin

Espero Que Les Guste Comente Aca o En Mi Twitter @LoveClariego 

y Buenas Tardes c:

domingo, 26 de enero de 2014

Novela Marry Me - Capitulo 23



“Entrometido” – 18 Años

Desperté a Pau con una patada en la pierna. Fue suave, nada violento, tampoco quería agredirla. Pero eso no la convenció cuando por accidente terminé botándola de la cama.

— ¡Me las pagarás, Pedro! —Rugió levantándose con rapidez y abalanzándose sobre mí— ¿Por qué hiciste eso?

La posición no era muy sutil, se había lanzado y se subió a mi torso, con ambas piernas a mis costados. Seguro que su idea era que yo no escapara, pero a mí se me ocurrían miles de ideas más y no estaban involucradas con su propósito. Pero me contuve, porque hoy era el gran día.

La tomé de la cintura y con un movimiento delicado la bajé de mí. Me miró perpleja, ni siquiera di indicios de ejercer fuerza o de que ella pesara.

Hacer ejercicio estaba dando sus frutos.

—Cálmate, Pau. ¿Acaso no recuerdas que día es hoy? —entrecerró los ojos e hizo memoria. Sonreí al verla tan concentrada y aparté un mechón de cabello de su frente.

—Sábado —respondió finalmente.

— ¿Y qué hay este sábado?

— ¡No lo sé! Lo único bueno de ser sábado es que no hay escuela, que terminamos el año escolar ayer y que… ¡Oh, por Dios! ¡Nuestra luna de miel!

Se tapó la boca con las manos del asombro, y de la torpeza de no recordar un día como este. Aún me pregunto cómo es que llegó a la boda correcta.

Le aparté las manos y me incliné sin apartar mis ojos de los suyos, ella no parpadeaba, sólo se limitaba a mirarme con una intensidad que nunca antes había distinguido antes. Mis más profundos pensamientos deseaban que fuera por la misma razón por la cual me he contenido todo este tiempo.

Ladeé mi cabeza y la besé no como otras veces. Este beso era especial porque ambos sabíamos que después de este viaje no volveríamos a ser los mismos. No me separé hasta que ella lo hizo por falta de aire, me quedé mirándola unos minutos más, como intentaba pasar desapercibido el sonrojo de sus mejillas. Era irrelevante que llevásemos una semana de casados, yo desde hace muchos años que conocía el significado de cada uno de los gestos y expresiones de Pau.

—El vuelo sale a las diez, y son las ocho. A menos que queramos esperar el siguiente vuelo que es dentro de dos días más, será mejor que nos demos prisa —le dije. Ella se levantó de la cama de un salto, corrió hasta su armario que compartíamos y sacó toda la ropa que encontró.

—Paula… allá hará calor, no creo que necesites un chaleco.

—Uhmm… cierto —vaciló unos segundos, dando vueltas por la habitación, hasta que se decidió y del otro armario que tenía, sacó decenas de camisetas, shorts, uno que otro vestido y zapatos. Sacó la maleta que tenía debajo de la cama, todo eso en un minuto y lo metió dentro sin doblar u ordenar, y la cerró. Y ahí tenía todo listo para un viaje de dos semanas al Caribe.

—Nunca cambiarás —le dije.

— ¿Y tú? No puedes decirme eso, tú estás allí acostado como si fueras un rey, ¡Hace tu maleta!

—Hice mi maleta hace dos días, también arreglé los papeles y los pasaportes de ambos, reservé transporte en cuanto llegásemos al hotel y arreglé unas reservaciones para que visitemos distintos lugares del caribe.

Se quedó en silencio, observándome de arriba abajo mientras yo le sonreía con sorna.

—Me he casado con una agenda humana —dijo al final.

No me ofendí por su comentario, a menudo le hacía referencia sobre su torpeza o la falta de organización que tenía, y sabía que estaba mal ser cruel con ella, en especial porque que la amaba y era mi esposa, pero llevaba años siendo distante con Pau con el motivo de ocultar mis sentimientos, que se volvió una mala costumbre después de un tiempo. No lo hacía con querer, lo menos que quería era lastimar sus sentimientos, ya que me sentiría inmensamente miserable si eso ocurriera. Por eso, aceptaba con una sonrisa los insultos que se le ocurrieran.

—De todas formas, no te quedes allí. Ayúdame a ordenar mis cosas.

— ¿Cuál es la palabra mágica? —hizo un mohín de decirlo, pero prefirió hacerse la desentendida y me dedicó una mirada asesina.

—Ahora, Pedro.

—No, gracias. Estoy muy cómodo aquí, en nuestra cama con las sábanas tibias, y el colchón tan suave…

— ¡Por favor! ¡Abracadabra! ¡Te amo! ¡Te lo suplico! Vamos, una de esas tiene que ser —exclamó algo más desesperada. Pau era un desastre.

Y lo mejor es que ahora era mi desastre.

—La palabra mágica fue la tercera, y como la dijiste… te ayudaré —sonrió aliviada y me levanté.

Acomodé su ropa, también la doble y le elegí algunos conjuntos con los que sabía se vería hermosa.

Nos vestimos en silencio hasta que bajamos a desayunar. Allí nos esperaban todos, desde Olga la cocinera que me entregaba las galletas con la ilusión de conquistar a Pau de niños, hasta mis suegros y mi madre.

— ¡La pareja del año! —exclamó mi suegra y dio pequeños saltos de emoción. Holly le dijo que se calmara y su madre le respondió con un divertido “No seas amargada, Holly”.

Desayunamos rápido, no teníamos mucho tiempo.

No nos entretuvimos con despedidas muy largas ni sentimentales, volveríamos en dos semanas así que no era algo definitivo.

Pau me dejó conducir de camino al aeropuerto, seguía aun sin confiar en mí pero accedió a dejarme hacerlo por haber sacado mi licencia esa semana.

Llegamos justo a tiempo para procesar los documentos y pasar las maletas, abordamos el avión casi corriendo mientras la voz monótona de una mujer anunciaba que en cinco minutos el avión despegaría.

—Genial, iremos al Caribe —dijo Pau cuando el avión se puso en marcha.

—Para pasar nuestra luna de miel —añadí, acariciando su mano en su regazo. Pero éstas le temblaban y las tenía sudorosas. Supe que estaba nerviosa, incluso más que yo de pasar dos semanas solos sin nadie conocido a nuestro alrededor, de saber que ya éramos mayores de edad y casados. Podíamos hacer cualquier cosa, la que quisiéramos y nadie nos podría regañar.

Yo también comencé a ponerme nervioso.

Pasamos todas las horas de vuelo durmiendo. Antes de que mi celular se quedara sin señal, recibí un mensaje de Xabiani que decía:

“Nada de sexo en el avión, eso es muy antihigiénico. Esperen a que estén el hotel”

Me hicieron guardar el celular antes de que tuviera la oportunidad de responderle con un grandísimo “IDIOTA”.

Paula se durmió en seguida sobre mi hombro. Me puse a pensar que si las cosas seguían así ella se transformaría en una especia de esposa-hija a la cual tendría que proteger. Me encantaba tenerla a mi lado, pero lamentablemente no podía cuidarla como a una niña. Tendría que madurar.

Ni siquiera pude cuidar a mi madre cuando mi padre la abandonó. No era la persona más indicada para proteger a Pau. La amaba y estaría a su lado siempre, pero tenía que admitir que no era el eslabón más fuerte de esta relación.

Organicé la boda, la luna de miel y todo eso sacando la mejor calificación de mi clase, pero esas cosas no implicaban velar por los sentimientos de Pau, la persona más importante para mí.

Así que tenía dos opciones, aprender a cuidarla o que ella madurara. Y no sabía cuál de las dos era más utópica.

Sin embargo, haría todo lo imposible por que esta relación funcionara. O dejaría de amar a los gatos y Pau de creer en las hadas.


(…)


El avión se deslizó al aterrizar, fue tan suave que no sentí cuando tocó piso firme y una azafata nos tuvo que despertar.

Lo primero que notamos fue que hacía mucho calor. Al bajarnos, nos recibieron con unas guirnaldas florales que nos colocaron en el cuello. Pau lucía radiante, el ambiente, las flores, el clima, las cosas que descubriría en estas islas se notaba a kilómetros que era lo suyo, así que yo también sonreí cuando nos indicaron que recogiéramos nuestras maletas para ir al hotel y luego visitar la playa para una fiesta de bienvenida que hacían para los turistas.

— ¿Crees que habrán bailes y esas cosas? —me preguntó cuándo nos subimos a un taxi enviado por el hotel.

—No lo creo, esto no es Hawai, sino el Caribe —me golpeó en el hombro y besó mi mejilla enseguida.

—Ya lo sabía, te estaba poniendo a prueba solamente.

Ambos reímos de su mentira.

Me ocupé de todo lo demás, le dije a Pau que podía ir a dar un paseo por la piscina del hotel mientras yo acomodaba nuestras cosas. No se opuso y salió corriendo a jugar con el agua.

Nuestro cuarto era grande, mucho más que el de Paula en su casa. Tenía una cama matrimonial enorme, y casi una sala de estar.

No demoré demasiado en acomodar las cosas. Bajé cuanto antes a la piscina a hacerle compañía a Pau, estaría sola y no conocía el idioma y a menos que alguien le hablara en inglés, estaría perdida.

Pero lo que vi fue totalmente distinto a lo que yo imaginé.

No estaba sola, sino que conversaba con alguien con los pies sumergidos en el agua. Por la distancia no pude ver quien era, pero estaba seguro que era un chico.

Y recordé el día que coqueteó con ese chico en aquella tienda y me enojé y la ignoré alrededor de un mes. Fue el peor mes de mi vida, tener que soportar a Kate y agonizar por no permitirme si quiera a mirar a Paula por orgullo.

Y ahora sucedía lo mismo.

Con la diferencia de que antes sólo éramos prometidos, ahora éramos marido y mujer, algo legal. Y no podía engañarme, no podía conversar con otros chicos sin mi permiso, simplemente no podía. Yo no miraba a otras chicas, eran invisibles ante mis ojos ¿por qué ella no podía hacer lo mismo con los demás?

Caminé a toda prisa, necesitaba alejarla de aquel estúpido. Ella era MIA, ya se lo había dejado en claro el día de mi cumpleaños, donde le confesé mi amor.

No me preocupé de verle el rostro a ese idiota, sólo lo empujé al agua y tiré del brazo a Pau para que se levantara y se fuera conmigo.

— ¡Hey, Pedro! ¿Qué te sucede? —me preguntó, como si fuera complicado de entender.

Me reprimí, no le gritaría. Jamás lo haría.

—No hables con otros chicos, es nuestra luna de miel. ¡Nuestra!—le dije en un susurro para que las demás personas que observaban mi ataque de celos no se enteraran de lo que ocurría.

— ¿Otros chicos? —dijo incrédula.

— ¿A quién llamas “otro chico”? ¡Se terminó, quería ser tu amante, pero ahora no! ¡Lo nuestro acabó, Pedro!

Esa voz, esos gritos y esa actitud.

Paula sonrió y acarició mi mejilla mirándome con ternura. Me dio la mano y la apretó fuerte, como cuando yo lo hacía para disculparme.

Nicolas salió del agua, con la ropa empapada y me fulminó con la mirada.

— ¿Por qué hiciste eso, Pedro? ¡Creí que teníamos algo especial!

Pero no pude responderle, es que no era posible que él estuviera aquí.

— ¿Qué haces aquí, Nicolas?

— ¡Pues animar sus noches! —gritó –

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ADSASDA Nose Ustedes Pero Ami Me Gusto Mas Este Capitulo jajaja Diosss, Vieron Les Subi 2 Caps En 1 DIA, Ahora Sip Estoy Completa :ccccc Cada Vez Falta Menos Para Que Termineee Nouuuuu, Bueno Ennnnn Fiiiiiiiin

Espero Que Les Guste, Comente Aca o En Mi Tw @LoveClariego

»Si Quieren Que Les Pase Las Novelas Que Publico Comentarlo En mi Tw, Asi Los Anoto«

y Buenas Nochess